Efecto Mariposa
Desarrollo sostenible: mucho ruido, pocas definiciones
Profesora e Investigadora del Departamento de Economía Cuantitativa de la Escuela Politécnica Nacional EPN. Doctora en Economía. Investiga sobre temas relacionados con pobreza y desigualdad.
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En una reunión con algunos colegas, discutíamos la misión y los objetivos estratégicos de la institución en la que trabajamos.
Sin pensarlo dos veces, siguiendo el eslogan favorito de organizaciones internacionales, empresas, políticos y activistas, agregábamos la frase de moda “contribuir al desarrollo sostenible” en cada línea.
En medio del entusiasmo de mis compañeros, me atreví a decir que no estoy tan segura de que estemos contribuyendo al desarrollo sostenible.
El silencio que siguió fue interrumpido por uno de mis colegas que, con una mezcla de curiosidad y confusión, preguntó: “¿qué es realmente el desarrollo sostenible? Todo el mundo habla de eso, pero no sé qué es”.
Mi respuesta, mitad en serio mitad en broma, fue: es algo que se sostiene en el tiempo.
Todos rieron, pero detrás de esa risa se esconde una realidad: el desarrollo sostenible se ha convertido en un paradigma de desarrollo omnipresente, aunque no se conoce necesariamente su significado.
De manera literal, el desarrollo sostenible significa que se mantiene en el tiempo. Sin embargo, eso no dice mucho.
Al buscar una definición exacta de desarrollo sostenible encontré cientos de propuestas.
La primera definición de desarrollo sostenible apareció en 1987, en un informe de las Naciones Unidas que tiene por título “Nuestro futuro común”, pero que es más conocido como el “Informe Brundtland de la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo de 1987”.
En dicho informe consta que “el desarrollo sostenible es el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades” (Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, 1987).
En esta definición se manifiesta la responsabilidad de una generación por las consecuencias de sus acciones en las futuras generaciones.
También encontré que el desarrollo sostenible es aquel que mejora la calidad de vida humana sin rebasar la capacidad de carga de los ecosistemas que los sustentan.
En otra definición se afirma que el desarrollo sostenible es una política óptima de crecimiento sostenible que busca mantener una tasa aceptable de crecimiento de los ingresos per cápita sin agotar el stock de activos de capital nacionales ni el stock de activos ambientales naturales.
Se puede observar que existen tres dimensiones comunes en estas definiciones: la social, la económica y la ambiental; aunque la presencia de estos tres elementos otorga al desarrollo sostenible un carácter oxímoron. También se suele incluir la gobernanza, la tecnología, la cultura y el conocimiento.
Si bien existe consenso entre los especialistas, y se considera que el desarrollo sostenible se basa principalmente en las tres dimensiones mencionadas, no hay acuerdos sobre los aspectos se deben sostener y desarrollar, ni en cómo se deben ligar el medio ambiente y el desarrollo.
Esta falta de acuerdos hace que el término sea atractivo, pero también confuso porque intereses diversos o incompatibles podrían combinarse en nombre del desarrollo sostenible y respaldar iniciativas contradictorias o incluso perjudiciales.
El investigador Michael Redclift argumenta que, al igual que la maternidad y Dios, la idea del desarrollo sostenible está llena de contradicciones.
Por ejemplo, puede sonar atractivo que una ciudad decida promover el desarrollo sostenible a través de la construcción de edificios verdes, que consuman menos energía. Pero, para construir estos edificios, se talan áreas verdes y se desplaza a comunidades vulnerables sin alternativas claras.
En este caso, lo que en apariencia parece ecológico, en realidad puede estar favoreciendo intereses económicos o políticos que generan más daño al medio ambiente.
Otra dificultad de operativizar el concepto del desarrollo sostenible es que se tiende a priorizar los desafíos ecológicos; no obstante, para que una situación tenga el carácter de sostenible debe incorporar en un solo sistema las dimensiones social, económica y ambiental.
Un caso que ilustra este encuentro entre las tres dimensiones es actual y cercano. Si un país atraviesa un periodo de sequía, y esto origina cortes de energía eléctrica y el aumento de los precios de los alimentos, el aspecto ambiental afecta a la parte social y económica.
Situaciones como las mencionadas en los ejemplos de este artículo han desencadenado no solo dificultad para entender el desarrollo sostenible en su conjunto, sino que las personas siguen haciendo preguntas sobre su significado o definición y lo que en la práctica implica el desarrollo sostenible, y hasta la fecha no hay respuestas claras.
En el intento de ir más allá de la retórica de la sostenibilidad y proponer acciones concretas para alcanzar el desarrollo sostenible, en 2015, las Naciones Unidas adoptaron la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, cuyo objetivo es poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar la prosperidad para todos.
La agenda consta de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y 169 metas que apuntan a transformar el mundo para 2030.
Los ODS son:
A pesar de que los objetivos están bien definidos, algunos especialistas han sostenido que estos no son adecuados para lograr los resultados previstos, justamente porque no existe claridad en la definición del desarrollo sostenible.
Así, para cumplir la agenda 2030 no solo se requiere de un apoyo sostenido y acciones gubernamentales para el fortalecimiento de todos los ODS, sino que se debería comenzar estableciendo con precisión qué es el desarrollo sostenible.
Esta necesidad ha sido colocada tanto por investigadores como por profesionales del área, puesto que para tomar de decisiones no solo necesitan datos e información sobre las interrelaciones entre las dimensiones del desarrollo sostenible, sino también una mejor comprensión de dichas interrelaciones.
En conclusión, se necesita un discurso conciso y coherente sobre este modelo de desarrollo para trazar la trayectoria hacia el desarrollo sostenible e incluir a los habitantes de un país en ese camino.
El desarrollo sostenible es un concepto atractivo, pero también resbaladizo. Mientras no exista una comprensión profunda y una aplicación coherente de sus principios, corremos el riesgo de que se convierta en un eslogan vacío, usado para justificar acciones contradictorias.
Para que sea realmente transformador, debemos ir más allá de la retórica y empezar a construir un futuro que combine de manera integral las aristas social, económica y ambiental.
En medio de tanto ruido y pocas definiciones sobre lo que realmente implica el desarrollo sostenible, es fácil convencernos de que estamos contribuyendo para alcanzarlo o caer en la trampa de algunos políticos que se aprovechan de la confusión para hacer promesas pomposas y carentes de contenido.
En esta época de elecciones, se multiplicarán las propuestas verdes y sostenibles, pero detrás de ellas puede no haber más que intereses particulares. Como ciudadanos responsables y comprometidos con el país, debemos estar atentos y no dejarnos engañar con eslóganes vacíos que hacen mucho ruido y no definen nada.