Ibarra vive un feriado en tensión, militarizado y con escasez por el paro indígena y los enfrentamientos
La tarde del 29 de septiembre de 2025, la noticia de que el presidente Daniel Noboa estaba en la Gobernación de Imbabura movilizó a decenas de simpatizantes y opositores.

Camiones militares estacionados en la zona conocida como El Obelisco, en Ibarra, el 29 de septiembre de 2025.
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Ibarra celebró sus 419 años en medio de la incertidumbre. El lunes 29 de septiembre de 2025, un día después de la sesión solemne y el pedido del alcalde Álvaro Castillo, de que se tomen acciones concretas; Ibarra, la capital de la provincia más convulsionada el país, amaneció militarizada.
La avenida Mariano Acosta, a la altura de un reconocido hotel de la ciudad, lucía vacía. Muy pocos locales comerciales estaban abiertos y la información de un convoy que llegó hasta Imbabura, más la visita del presidente Daniel Noboa llenó de hermetismo el ambiente.
Nadie estaba autorizado a dar detalles de la agenda. No hubo comunicados, ni acreditaciones a los medios. Tampoco la recepcionista del hotel quiso hablar. Pero funcionarios de Gobierno desayunaban en el lugar, mientras los militares compraban unas emparadas en los exteriores.
Por las calles, la tónica fueron largas filas en las pocas estaciones de servicio abiertas y que vendían combustible.
Pasadas las 15:30, la noticia de que el presidente Daniel Noboa estaba en la Gobernación de Imbabura movilizó a decenas de personas. Simpatizantes y contrarios al Primer Mandatario se ubicaron muy cerca en el edificio céntrico.
No hubo enfrentamientos, pero sí momentos de tensión cuando ambas marchas se iban acercando.
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Cerca de las 16:00 comenzaron a abandonar la Gobernación. Al menos una veintena de automóviles, entre camiones, autos oficiales y vehículos militares circulaban por una de las calles céntricas. Unos pocos manifestantes intentaron agredir a la marcha motorizada, pero fueron dispersados.
En cinco minutos, a pocas cuadras, la Plaza del Obelisco y también la Gobernación quedaron en silencio. Nadie sabía con certeza por dónde o cuándo abandonó el Presidente la sede de la Gobernación, pero quedaba el eco de las marchas y los gritos se simpatizantes y contrarios.
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