Un año cuesta arriba para el petróleo ecuatoriano: menor producción, exportaciones e ingresos en 2025
La producción petrolera ecuatoriana enfrenta uno de sus años más difíciles. Dos caídas clave, en marzo y julio, interrumpieron la trayectoria del año y empujaron el promedio productivo a su nivel más bajo desde 2004. La menor disponibilidad de crudo, junto con precios internacionales a la baja, ya se refleja en una reducción de las exportaciones petroleras y de los ingresos que recibe el Estado.

Un barril de crudo reposa sobre billetes de dólar.
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La producción petrolera en 2025 estuvo marcada por dos caídas notables. La primera ocurrió en marzo y la segunda, de mayor magnitud, tuvo lugar en julio. La caída observada en marzo respondió a factores operativos. Durante ese mes se produjeron paralizaciones de operaciones tras el derrame de crudo ocurrido en la provincia de Esmeraldas por la rotura del Sistema de Oleoducto Transecuatoriano (SOTE), lo que obligó a detener temporalmente el bombeo.
A ello se sumaron cierres de pozos por fallas eléctricas en campos de la Amazonía y el avance parcial del cierre del campo Ishpingo-Tambococha-Tiputini (ITT), en cumplimiento del mandato popular de 2023. El nivel mínimo ocurrió el 18 de marzo, cuando la producción cayó a alrededor de 364 mil barriles diarios, con una breve recuperación en los meses siguientes.
El segundo episodio se produjo en julio y estuvo asociado a restricciones logísticas en el transporte de crudo. La erosión regresiva del río Coca obligó a suspender de forma simultánea las operaciones del SOTE y del Oleoducto de Crudos Pesados (OCP). La paralización de ambos sistemas redujo la capacidad de transporte de petróleo y derivó en el apagado forzoso de pozos, principalmente en campos operados por Petroecuador.
Los datos diarios evidencian que el punto más bajo del año se alcanzó el 22 de julio, cuando la producción descendió a cerca de 31.800 barriles diarios. Esta caída es la más grande desde que se tiene datos comparables y no solo afectó el volumen de ese mes, sino que tuvo un efecto directo sobre el promedio acumulado del año. A diferencia de otros episodios de interrupción, la producción no logró retornar tan rápidamente a los niveles previos.
El promedio de producción entre enero y noviembre bordea los 438 mil barriles diarios, lo que apunta a que el año cerrará con el nivel más bajo desde 2004. Aunque la caída registrada en 2025 es más pronunciada de lo esperado, la trayectoria de la producción petrolera ya mostraba una tendencia descendente en los últimos años.
A partir de 2003, la producción petrolera inició un ciclo de expansión que alcanzó su máximo en 2014, con un promedio anual de 556 mil barriles diarios. Pero partir de ese año, la tendencia cambió. Entre 2015 y 2019, la producción se mantuvo en niveles por encima de los 500 mil barriles, pero no volvió a alcanzar los máximos observados en 2014. Desde 2020, el retroceso se hizo más visible, con promedios anuales por debajo de los 480 mil barriles diarios
Cabe destacar que el Presupuesto General del Estado (PGE) de 2025 asumió una producción anual de 169 millones de barriles, equivalente a un promedio cercano a 465 mil barriles diarios. Frente a ese supuesto, el promedio observado hasta noviembre muestra una diferencia de alrededor de más de 25 mil barriles diarios, lo que representa una desviación del 5% respecto de lo planificado.
Esta menor producción ya se refleja en el frente externo y fiscal. Con menos crudo disponible, el volumen exportable se reduce y si le sumamos la baja en el precio del barril, las exportaciones petroleras caen en cantidad y valor. Asimismo, los ingresos petroleros que recibe el Estado muestran una caída frente al año pasado.
Escenario desfavorable para las exportaciones: menos volumen y precios a la baja
Entre enero y octubre de 2025, las exportaciones petroleras registraron una contracción tanto en volumen como en valor. Las exportaciones de crudo sumaron 16 millones de toneladas, lo que representa una caída de 8,4% frente al mismo período de 2024. Esta reducción es consistente con la menor disponibilidad de crudo a lo largo del año, particularmente tras las interrupciones registradas en marzo y en julio, que limitaron el volumen exportable.
La contracción fue aún más marcada en términos de ingresos. El valor de las exportaciones petroleras sumó USD 6.544 millones, una disminución de 20,5% frente a enero–octubre de 2024. La caída en valor se explica tanto por el menor volumen exportado como por el deterioro de los precios internacionales del petróleo.
El precio promedio del West Texas Intermediate (WTI) pasó de USD 75 por barril en 2024 a USD 66 en 2025, lo que implica una reducción cercana al 13%. En el caso del crudo ecuatoriano, la cesta Oriente–Napo promedió USD 59 por barril, frente a USD 68 en 2024, profundizando la pérdida de ingresos por cada barril exportado.
La menor disponibilidad de crudo combinada con precios más bajos ha reducido la generación de divisas y con ello los recursos que ingresan al Estado por concepto de exportaciones petroleras. Dado que el Presupuesto se construyó sobre escenarios más favorables de volumen y precio, este desajuste ya se refleja en los ingresos fiscales.
Menos ingresos petroleros para el Presupuesto del Estado
Para este año, el Presupuesto General del Estado (PGE) asumió un precio de exportación de USD 62,2 por barril, sobre la base de la canasta de crudos ecuatorianos. Sin embargo, el precio efectivo observado a lo largo del año se ha ubicado por debajo de ese supuesto, lo que ha reducido el ingreso generado por cada barril exportado.
De acuerdo con las cifras del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), entre enero y octubre de 2025 los ingresos petroleros que entraron al PGE sumaron USD 1.261 millones, un 25% por debajo de los USD 1.681 millones registrados en el mismo período de 2024.
En 2013 los ingresos petroleros superaban los USD 3.900 millones, coincidiendo con altos niveles de producción y precios internacionales elevados. Desde entonces, los ingresos petroleros han seguido una trayectoria irregular, con una contracción a partir de 2015, un piso en 2020 (pandemia) y una recuperación parcial en 2021 y 2022, explicada principalmente por el repunte de los precios internacionales.
Sin embargo, a partir de 2023 los ingresos vuelven a descender por una moderación en producción y precios. En 2025, estos factores vuelven a coincidir. La diferencia entre el precio considerado en el presupuesto y el precio efectivo del crudo, junto con la caída de la producción, reduce los recursos petroleros disponibles para el Estado.
Con una producción que marca mínimos de dos décadas, exportaciones en retroceso y precios por debajo de los presupuestados, el petróleo pierde capacidad para amortiguar las cuentas fiscales. Dado que los ingresos no petroleros tampoco crecen al ritmo del gasto público, la caída del aporte petrolero profundiza el desequilibrio fiscal. Con ingresos totales que avanzan de forma limitada frente a un gasto en expansión, todo apunta a que 2025 cerrará con un déficit fiscal superior a los USD 5.000 millones.
Hacia 2026, el panorama no muestra señales de mejora. Las proyecciones de la Agencia Internacional de la Energía (IEA) no anticipan un repunte en el precio del crudo, lo que limita la posibilidad de una recuperación de los ingresos petroleros. Por lo que el único canal potencial de mejora sería un aumento de la producción, una tarea que se mantiene pendiente desde hace varios años. El país ni siquiera ha logrado recuperar los niveles históricos por encima de los 500 mil barriles diarios.
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