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Análisis

El ocaso petrolero del Ecuador: pocos años de reservas y un nuevo modelo económico en ciernes

Ecuador atraviesa una transformación petrolera que invita a repensar su modelo económico, con reservas para una década y nuevas oportunidades basadas en biodiversidad y talento nacional.

Ecuador enfrenta el ocaso inevitable de su modelo petrolero.

Ecuador enfrenta el ocaso inevitable de su modelo petrolero.

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Flickr Petroecuador

Autor:

Liz Ortiz

Actualizada:

14 may 2025 - 05:55

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Tras medio siglo de extracción petrolera, Ecuador enfrenta una realidad ineludible: el fin de un modelo económico basado en el petróleo. Está en debate que la era petrolera está llegando a su ocaso en el país, no por decisión política sino por agotamiento físico del recurso.

  • Un primer trimestre negro para Petroecuador: cae la producción de la mayor petrolera del país

Los datos del Banco Central del Ecuador, EP Petroecuador y diversas investigaciones académicas confirman una tendencia preocupante: mientras la producción nacional de crudo lucha por mantenerse estable o muestra signos de declinación, las importaciones de derivados crecen aceleradamente, creando un desbalance comercial que pronto convertirá al país en importador neto de petróleo.

Alberto Acosta, exministro de Energía, explica que “las estimaciones nos dicen que de aquí a unos ocho años dejaríamos de exportar petróleo”. “Las reservas declinan y las reservas que se puedan encontrar adicionalmente serán de un crudo cada vez más pesado, de menor calidad y en menor cantidad”, sostiene Acosta en diálogo con GESTIÓN. Esta realidad geológica marca el fin de un ciclo económico que ha definido al Ecuador moderno, y obliga a repensar no solo la matriz energética, sino todo el modelo de desarrollo nacional.

La realidad de las reservas: números que revelan el fin de una era

Las cifras oficiales sobre reservas petroleras pintan un panorama alarmante para Ecuador. Según Larrea, “las reservas probadas del país alcanzan los 1.338 millones de barriles, que al ritmo de extracción actual (483.000 barriles diarios) permitirían 7,5 años adicionales de extracción, que para mediados de 2022 se habrían reducido a 5 años”, detalla en su artículo.

Sin embargo, según las últimas cifras oficiales reportadas a la U.S. Energy Information Administration (EIA), Ecuador cuenta con 8,27 mil millones de barriles en reservas probadas. Estas cifras, aunque más optimistas que las estimaciones de Larrea, siguen ubicando a Ecuador en una posición comprometida entre los países productores de América Latina y del mundo.

Mientras Venezuela cuenta con 303,81 millones de barriles en reservas probadas y Brasil con 12,72 millones, Ecuador apenas supera a Colombia (2,04 millones) y Perú (0,85 millones), según la EIA (Gráfico 1).

Acosta enfatiza en que esta realidad debe asumirse sin drama: “No debería ser motivo de angustia y preocupación sino asumir la realidad como es y comenzar a trabajar en la construcción de una economía post petrolera”.

Parra aporta una perspectiva técnica sobre el agotamiento: “La industria petrolera se va innovando año a año, entonces es posible que en los nuevos años se vayan incrementando nuevas reservas petroleras o vayan pasando de recursos a reservas”.

Sin embargo, también reconoce que “el Ecuador tiene muestras de declinación petrolera, pues el pico máximo de producción petrolera que hemos obtenido en el Ecuador fue en 2014, aproximadamente 561 mil barriles promedio día, y de ahí en adelante hemos ido declinando”.

El punto de inflexión: Ecuador como importador neto de petróleo

La combinación de producción petrolera en declive y creciente importación de derivados está llevando a Ecuador hacia un punto de inflexión histórico: convertirse en importador neto de petróleo. Según Larrea, “si se mantienen las tendencias actuales, el Ecuador dejará de ser un exportador neto de petróleo en 2029”, aunque esta transición podría retrasarse “porque la misma crisis económica puede detener el crecimiento del consumo interno de derivados”.

Las proyecciones de los diferentes expertos coinciden en un horizonte cercano para este cambio estructural. Vicente Espinoza y otros en el artículo titulado “El próximo agotamiento del petróleo en el Ecuador” predicen que Ecuador se convertirá en importador neto de petróleo entre 2027 y 2028.

Larrea sitúa este punto en 2029, mientras que otras estimaciones lo ubican entre 2027 y 2031, dependiendo de diversos factores como la evolución de los precios internacionales, el ritmo de declinación de la producción y el crecimiento de la demanda interna.

Producción nacional: esfuerzos insuficientes frente a la caída

Los datos del Banco Central del Ecuador revelan un comportamiento irregular en la producción petrolera nacional durante los últimos años. De un total de 188,8 millones de barriles en 2018, la producción alcanzó su pico reciente en 2019, con 193,8 millones de barriles, para luego caer significativamente a 175,4 millones en 2020, como consecuencia de la pandemia.

  • Exportaciones de crudo de Petroecuador cayeron 11% en el primer trimestre de 2025

Desde entonces, la producción ha mostrado una recuperación modesta pero insuficiente: 172,6 millones en 2021, 175,5 millones en 2022, 173,5 millones en 2023 y aproximadamente 174 millones en 2024. (Gráfico 2)

Según Fernando Reyes, consultor en materia petrolera, esta situación no debe interpretarse como una simple caída de producción: “No es caída sino declinación. Declinación significa que cada vez va llegando menos petróleo desde los yacimientos a cada uno de los pozos”, dijo en un programa televisivo.

Esta distinción que hace Reyes entre “caída” y “declinación” es fundamental para entender la naturaleza estructural del problema. No estamos ante una reducción temporal que pueda revertirse con más inversión o mejor tecnología, sino frente a un agotamiento progresivo e irreversible de los yacimientos maduros que han sostenido la economía ecuatoriana durante décadas.

Reyes señala que el promedio de producción por pozo ha disminuido considerablemente, y que “a pesar de que todos han hecho o han cumplido lo que ofrecen anualmente para perforar y hacer todas las inversiones, tenemos la declinación definitiva de la producción de petróleo en los campos maduros”.

El análisis mensual de la producción durante 2024 muestra que EP Petroecuador mantiene una participación dominante, con aproximadamente el 80% de la producción total (entre 10,7 y 12,4 millones de barriles mensuales), mientras que las compañías privadas aportan el 20% restante (entre 2,6 y 3 millones de barriles mensuales) (Gráfico 3).

Rony Parra, docente de la Universidad Central del Ecuador y de Universidad Andina Simón Bolívar, advierte que el problema no es solo de volumen, sino también de calidad y eficiencia: “El corte de agua, conocido técnicamente como BSW (Basic Sediment and Water), en el sector petrolero ecuatoriano es aproximadamente del 90%. Esto significa que de cada 100 barriles que extraemos de fluido, 90 son de agua y apenas 10 son realmente de petróleo”, comenta a GESTIÓN.

Este elevado porcentaje de agua en el fluido extraído no solo implica costos operativos mucho mayores, sino también un impacto ambiental más severo, ya que requiere procesar, tratar y desechar volúmenes enormes de agua contaminada.

Exportaciones e importaciones: un desbalance creciente

Las exportaciones petroleras, principal fuente de divisas para Ecuador, muestran un comportamiento fluctuante pero con una tendencia preocupante a largo plazo. Según datos del Banco Central del Ecuador, el país exportó 129,7 millones de barriles en 2018, alcanzando un máximo de 139,8 millones en 2019. Desde entonces, las exportaciones han mostrado una tendencia irregular: 131,5 millones en 2020, 117,4 millones en 2021, 116,9 millones en 2022, 115 millones en 2023, y una recuperación a 126,3 millones en 2024 (Gráfico 4).

En términos de ingresos, estas exportaciones generaron USD 7.853 millones en 2018, cifra que cayó dramáticamente a USD 4.685 millones en 2020 debido a la pandemia. Posteriormente, se observó una recuperación a USD 7.278 millones en 2021 y un pico de USD 10.034 millones en 2022, beneficiado por los altos precios internacionales.

Sin embargo, en 2023 los ingresos disminuyeron a USD 7.823 millones, para luego recuperarse ligeramente a USD 8.647 millones en 2024. Este comportamiento de las exportaciones refleja tanto la volatilidad de los precios internacionales como los desafíos en la producción nacional. No obstante, el problema fundamental radica en el creciente desequilibrio frente a las importaciones de derivados.

Carlos Larrea, en su artículo titulado “El próximo agotamiento del petróleo en el Ecuador”, señala que “las importaciones de combustibles se han duplicado desde 2007, y actualmente absorben casi la mitad de las exportaciones de petróleo, con un valor aproximado de 165.000 barriles diarios”.

Los datos del Banco Central confirman esta tendencia. La oferta total de derivados en Ecuador muestra una dependencia creciente de las importaciones. En el cuarto trimestre de 2024, de los 30,73 millones de barriles de derivados disponibles, 16,18 millones (52,67%) correspondieron a producción nacional y 14,54 millones (47,33%) a importaciones. Esta proporción de importaciones ha crecido consistentemente en los últimos años, hasta casi el 50% en 2024 (Gráfico 5).

El analista petrolero Nelson Baldeón señala que “el Ecuador es un país que importa mucho más de lo que produce, incluso de lo que exporta crudo, muchos de esos subsidiados y muchos robados”. Según Baldeón, esto genera “un déficit de balanza fiscal de casi USD 5.000 millones”.

El déficit señalado por Baldeón en conversación con este medio, representa una amenaza directa para la sostenibilidad fiscal del país. En una economía dolarizada, este desbalance en el sector que históricamente ha generado la mayor parte de las divisas compromete no solo los presupuestos sectoriales, sino la liquidez general del sistema económico, con potenciales efectos sobre la estabilidad monetaria.

La demanda y estructura de consumo: un modelo energético insostenible

El análisis de la demanda de derivados revela patrones de consumo que agravan la situación de dependencia petrolera. Según los datos analizados, la estructura de consumo muestra una clara predominancia del diésel (47,71%), seguido por la nafta (30,73%) y el gas licuado de petróleo (21,55%). Esta configuración refleja un modelo energético altamente dependiente de los combustibles fósiles, principalmente para transporte y generación eléctrica (Gráfico 6).

En ese sentido, Parra señala que “en el sector petrolero, las empresas públicas juegan un papel importante dentro del modelo de gobernanza estatal”. Sin embargo, advierte que “la empresa pública tiende a no ser tan eficaz y las empresas del Estado generalmente no son tan eficientes en términos de generación de renta en comparación con el sector privado”.

La crisis energética que enfrentó Ecuador en 2024 puso en evidencia las graves debilidades del modelo energético actual. Según Reyes, el problema radica en la declinación natural de los campos petroleros maduros, que sin inversión en nuevas tecnologías, continúan perdiendo capacidad productiva.

“Los campos maduros del Ecuador requieren urgentemente de inversión en tecnologías de recuperación mejorada. Sin estas intervenciones, es imposible detener la caída en la producción, que ya muestra niveles inferiores a los del año pasado y significativamente más bajos que los de años anteriores”, explica el experto a GESTIÓN.

Las interrupciones en el suministro eléctrico revelaron no sólo la dependencia de la generación térmica basada en combustibles fósiles, sino también la falta de planificación estratégica y diversificación de la matriz energética a lo largo de décadas, a pesar de las advertencias recurrentes sobre los riesgos de esta dependencia.

  • Severas fallas eléctricas golpean la producción petrolera de Ecuador en febrero de 2025

Marcela Reynoso, exgerente de Petroecuador plantea que para salir de este estancamiento es necesario invertir en infraestructura, “donde la energía, tanto el sector petrolero como el eléctrico, tiene un rol clave de movilizar la economía”, comentó en el programa Revelaciones.

Baldeón, por su parte, propone transformaciones más radicales: “Petroecuador tiene que ser modelo S.A. como Ecopetrol, como Petrobras”. Según el experto, este modelo, donde “51% sea el Estado y el 49% de inversionistas”, podría resolver muchos de los problemas actuales, incluyendo la corrupción, la ineficiencia y la falta de inversión.

Esta propuesta de un modelo mixto refleja tendencias regionales en la gestión petrolera. Experiencias como las de Ecopetrol, en Colombia, o Petrobras, en Brasil, muestran que este modelo puede aportar mayor eficiencia y acceso a capital, aunque también ha generado debates sobre el control estratégico de recursos naturales y la distribución de beneficios.

¿Qué pasará si se acaba el petróleo?

Este punto de inflexión tendrá profundas implicaciones económicas, sociales y geopolíticas. Como señala Alberto Acosta, “la historia nos demuestra que eso ha sido realmente lamentable. Es un fracaso total. Venimos exportando petróleo desde agosto de 1972, vamos a cumplir ya 53 años de explotación de petróleo. El nororiente de nuestra Amazonía es la zona más deteriorada, más empobrecida de todo el país”.

El inminente fin de la era petrolera en Ecuador, lejos de ser únicamente una amenaza, representa también una oportunidad para reorientar el modelo de desarrollo hacia alternativas más sostenibles y equitativas. La diversidad biológica y cultural del país, junto con su potencial en energías renovables, pueden ser la base para construir una economía post-extractivista.

Hacia un Ecuador post-petrolero: oportunidades

Entre las alternativas más prometedoras se encuentra el ecoturismo comunitario, la producción agroecológica, la bioeconomía basada en el conocimiento de la biodiversidad, y el desarrollo de servicios intensivos en conocimiento.

Como destaca Acosta, “el Ecuador posee en realidad un enorme potencial para superar el extractivismo, basado principalmente en su biodiversidad, disponibilidad de agua y riqueza cultural”.

Asimismo, Parra señala la importancia de un enfoque integral en la transición energética: “Se necesita un estudio que ancle toda esa dinámica de consumo con la oferta de energía que debemos suplir para garantizar la dinámica socioeconómica. En este estudio debería estar bien estructurado cuánto es y cuándo pueden entrar las energías renovables y de qué tipo, y luego miremos también la declinación que tenemos del sector petrolero y qué podemos hacer para cubrir esa diferencia”.

Acosta plantea, además, una visión transformadora de la matriz productiva: “Exportamos cacao de calidad desde fines del siglo 19. Pero en lugar de vender cacao como materia prima, debemos ser el país que exporta los mejores chocolates del mundo. Esa debería ser la misión: dejar de ser un país producto para ser un país de inteligencia”.

Esta visión contrasta con la historia económica nacional: “Nosotros somos un país cacaotero, un país bananero, un país floricultor, un país camaronero, un país atunero, un país petrolero y ahora nos quieren embarcar como país minero. ¿Cuándo vamos a ser el país de inteligencia? Este es el gran reto que tenemos”, agrega.

Hacia un Ecuador post-petrolero: desafíos

Baldeón advierte sobre los desafíos actuales: “Mientras no haya un plan nacional de electrificación no se está resolviendo el problema desde la raíz. Actualmente los proyectos de energías renovables se están cerrando porque son altamente costosos. Y si no tengo el dinero del petróleo, yo no puedo hacer energía renovable, así de sencillo”.

Un tema crítico es la reforma de los subsidios a los combustibles. Acosta enfatiza en la necesidad de un enfoque multidimensional: “Venimos discutiendo en el Ecuador desde hace más de 40 años y no hemos logrado una respuesta integral. Hay que revisar el tema de los subsidios pero desde una visión amplia, no solo desde una perspectiva energética-fiscal. Hay que tener una visión integral: criterio social, criterio productivo, criterio energético, criterio ambiental y criterio fiscal”.

  • Focalizar los subsidios en Ecuador, la gran tarea pendiente: pasan los años y el gasto no cede

Como propuesta concreta, Acosta sugiere: “Si vamos a elevar el precio de la gasolina y del diésel, por ejemplo, reduciendo o eliminando los subsidios, habría que pensar en subsidiar masivamente el transporte público. El transporte público en las ciudades, por ejemplo, no debería tener una tarifa de más allá de 20 centavos, esto me parece que es clave y fundamental”

El tiempo para actuar es ahora. Con apenas unos pocos años de reservas petroleras garantizadas y un horizonte de menos de una década como exportador neto, Ecuador debe acelerar su transición hacia un modelo post-petrolero que aproveche sus verdaderas riquezas: su biodiversidad, su gente y su cultura. Solo así podrá construir un futuro sostenible para las generaciones venideras.

(*) Economista, analista económica Revista Gestión.

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