Queens se tiñe de tricolor: 100.000 ecuatorianos celebran el Primer Grito de Independencia en Nueva York
Crónica. La comunidad ecuatoriana se volcó a reunirse y a recordar sus orígenes. Desfile, música y comida fueron parte de una jornada de reencuentro tricolor.

Unos 100 mil ecuatorianos participaron del desfile que se celebra anualmente en Nueva York para recordar el 10 de agosto.
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Selene Cevallos
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NUEVA YORK. El sol caía a plomo: 36 °C medidos al mediodía, cuando la calle 69 y Northern Boulevard comenzó a latir. Primero, el redoble de tambores; después, un destello de faldas bordadas, penachos multicolor y banderas amarillas, azules y rojas. Era el arranque del desfile del 10 de Agosto, el Primer Grito de Independencia del Ecuador, una fecha que la diáspora ha convertido en ritual.
Durante tres horas, un río humano avanzó este domingo 10 de agosto hasta la calle 85, encabezado por 43 comparsas que reunieron desde autoridades y representantes de la sociedad civil, hasta danzantes de pueblos originarios, pasando por asociaciones de abogados migratorios, dueños de restaurantes, marcas ecuatorianas y líderes comunitarios. Según el Comité Cívico de Nueva York, organizador del evento, desfilaron unas 100.000 personas, una cifra casi idéntica a la del año pasado. “Es la prueba de que esta tradición está viva y no se rompe con la distancia”, aseguró su vocero, Oswaldo Guzmán.

La comunidad ecuatoriana, que supera los 300.000 residentes en el estado de Nueva York según datos del Censo de Estados Unidos, late con fuerza en esta franja de Queens, donde su presencia se percibe no solo en los talleres y restaurantes, sino también en la manera en que toma las calles en jornadas como esta.
“Venir, aunque haya tanta gente, es reafirmar que existimos, que somos parte de esta ciudad”, dijo Franklin Mera, panadero, que repartía volantes a los ecuatorianos acomodados en la acera. A su lado, una mujer vestida de chola cuencana se abanicaba con una hoja de cartel improvisada. “Hoy no importa el calor ni el cansancio; importa que nos vean”, murmuró.
Nueva York, clave para las remesas migrantes
No todos los asistentes llegaron desde Nueva York. Mariana Chamba viajó desde Virginia, manejando casi siete horas y lo cuenta como si hubiera sido un deber: “No me importa si hay redadas o si quieren asustarnos con papeles. Aquí me siento segura, rodeada de mi gente. Esto es un pedazo de Ecuador”.
El cónsul del Ecuador en Nueva York, José Zambrano, seguía la procesión desde una tarima, observando cómo las banderas se mecían como olas. “Este desfile no es solo un evento cultural. Es un acto de memoria y de identidad”, señaló. Luego, quiso subrayar algo que, para él, habla de la magnitud de su comunidad: “Se debe tomar en cuenta que los ecuatorianos somos la segunda comunidad migrante que más emprendimientos crea en Nueva York. Y, en tal virtud, generamos puestos de trabajo y crecimiento económico para la comunidad, para Nueva York y para los Estados Unidos”.

No se quedó ahí. Recordó que “casi el 50% de las remesas que ingresan al Ecuador salen del estado de Nueva York” y evocó una escena que, a su juicio, no se debe olvidar: “Lo recordamos con el alcalde Eric Adams: miles de trabajadores ecuatorianos mantuvieron en funcionamiento a la ciudad durante la pandemia. Se trata de una fuerza laboral vital, que aporta decisivamente al desarrollo y crecimiento de Nueva York”.
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Mientras tanto, en medio del desfile, caminaba entre la multitud Tulio Castro, residente en Nueva Jersey, quien desde hace cinco años no falta a la cita. Ese día, como cada agosto, se enfundó el poncho, calzó las alpargatas y recorrió las más de doce cuadras con una sonrisa que no se borró ni un segundo. “Es mi forma de decir que sigo conectado con mi tierra. Cada paso es como volver a caminar por las calles de mi pueblo”, dijo, mientras saludaba a conocidos entre la multitud y levantaba la mano para que le alcanzaran una bandera.
Al son de la canción que repetía “con amor yo te quiero cantar, sí señor, a mi lindo Ecuador”, el desfile se convirtió en un viaje de ida y vuelta a la memoria. Entre pasillos, sanjuanitos y albazos, con el aroma del hornado y el mote con chicharrón flotando en el aire, marchaba también la historia de quienes un día cruzaron la frontera con lo puesto y hoy levantan negocios, familias y sueños en esta ciudad. Abuelas con sombreros de paja toquilla sonreían y movían los labios siguiendo las letras que salían de los parlantes, mientras niños con el rostro pintado de tricolor corrían tras los souvenirs que repartían de cada carro alegórico.

Y no fue el único escenario. En paralelo, las comunidades ecuatorianas en Newark (Nueva Jersey) y en Connecticut celebraron sus propios desfiles, tejiendo un mapa de fiestas que demuestra que, aunque el Primer Grito se dio hace 216 años en Quito, su eco llega claro hasta el noreste estadounidense.
Cuando la última comparsa se perdió al fondo de la avenida, quedó en el aire un murmullo de trompetas y voces. Familias enteras seguían bailando, como queriendo alargar el instante. Porque hay días en los que, incluso a miles de kilómetros, la patria parece al alcance de la mano.
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