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El Chef de la Política

Primero soy candidato, después busco con quien

Santiago Basabe

Politólogo, profesor de la Universidad San Francisco de Quito, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip)

Actualizada:

31 jul 2022 - 19:05

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En Ecuador, el país que nunca conoció a profundidad García Márquez, porque si lo hacía su Macondo quedaba como una verdadera metrópoli, primero nos ponemos los zapatos y luego las medias.

En lo cotidiano nos sucede, pero esencialmente, es parte connatural de nuestra forma de hacer política. Acá, en el país en el que dormimos tranquilos en medio de crujientes volcanes, primero lanzamos candidaturas a cargos de elección popular y luego buscamos una organización política que nos avale.

Así, lo que sucede a priori es que llegamos a la conclusión que somos los elegidos y que la vida política es una antes de nuestra llegada y será otra después. No hay espacio para la duda. Nuestra decisión propia y la del espejo que nos acompaña son suficientes.

Estamos destinados a cambiar este país. Si nuestro liderazgo está en lo local, provincial o nacional, eso es una mera formalidad. Lo de fondo es que somos nosotros los destinados a ser el punto de inflexión. Somos el quitarán de ahí, los chéveres, los bacanes, los alfa y omega, los duros, los mandamases, los plus ultra. 

Todo lo que un candidato debería tener lo tenemos. Toda la pinta e ideas, las tenemos. Todo el carisma, lo tenemos. En realidad lo tengo yo aunque uso el “nosotros” para ser inclusivo, para que se escuche y vea bien, para que la gente asuma que mi candidatura no es mía, sino el resultado del clamor de miles y miles de organizaciones que me han implorado aceptar la nominación.

Todo el carisma, lo tenemos. En realidad lo tengo yo aunque uso el “nosotros” para ser inclusivo, para que se escuche y vea bien

Yo no quería (mejor, nosotros no queríamos) pero ante esta demanda ciudadana no se puede ser irresponsable. Hay que sacrificarse por la ciudad, la provincia, el país. A fin de cuentas tenemos vocación de servicio público. Nunca, o casi nunca, hemos estado en el servicio público, es cierto, como decían las abuelas, "echando a perder se aprende".

Los votos, están. La estrategia de campaña, también. Los recursos económicos, presentes. Que no se vea pobreza, dice el adagio popular. Incluso el terno o el vestido para el día de la posesión ya están listos. Planchaditos. Realmente este país tiene la suerte de que hayamos nacido acá y podamos servir con nuestro granito de arena.

Ahora solamente nos falta algún movimiento o partido de alquiler que, carente de personal, incluso para formar su directiva, nos dé la bienvenida, y a cambio de una cómoda suma de dinero, pagable en cuotas si es del caso, nos permita competir en las próximas elecciones.

Salimos a la búsqueda y no encontramos uno sino muchos oferentes. Tenemos 17 organizaciones nacionales, 67 provinciales y 173 cantonales. Venga y escoja. El número que le guste, los colores que le resulten sugerentes. De todo hay.

Nos falta algún movimiento o partido de alquiler que, (...) a cambio de una cómoda suma de dinero, pagable en cuotas si es del caso, nos permita competir en las próximas elecciones.

Una vez que lleguemos al acuerdo con el gerente-propietario de la organización política, como pomposamente llamamos a estos reductos cuasi delincuenciales, hay que armar una pantomima llamada proceso de democracia interna. Alguna tarima, algún discurso de medio pelo y estamos. "Caldo de gallina, un plato de cuy y una cervecita, no han de faltar", como dice la canción.

Al momento de inscribir la candidatura hay un tema que podría cuestionar en algo el acuerdo previo. Sin embargo, se trata de un detalle, ínfimo además. Nada del otro mundo. Nada que no sea superable. Nada que no se arregle con un poco de marketing.

Lo que sucede es que la organización se define de derecha y el arrendador se proclama de izquierda. Lo que sucede es que la organización se define de izquierda y el arrendador se proclama de derecha.

Pero bueno, ahí hay que recurrir a la sabiduría política de la Chimoltrufia. Ahí está nuestra salida ante cualquier cuestionamiento sobre esta trivialidad de las ideologías. Ahí, cuando alguien nos consulte, debemos decir, claro y fuerte: “No nos hagamos tarugos, pos ya sabes que yo como digo una cosa, digo otra. Pues si es que es como todo. Hay cosas que ni qué. ¿Tengo o no tengo razón?”

Enseguida, cambio de tema, rápido la foto y aquí no ha pasado nada. 

Esta descripción no es una parodia. Es un reflejo casi exacto de lo que sucede en la política del Ecuador y que ahora mismo se observa de forma más notoria cuando se acercan las elecciones seccionales.

No hay vergüenza. No hay pudor. No hay respeto por la ciudadanía. No hay ética. No hay nada. Acá, arrendadores y arrendatarios se ríen de los votantes. Acá, prima la ausencia de sangre en la cara de quienes administran las organizaciones cuasi delincuenciales que se dedican a la política y también de quienes se proclaman candidatos por sí y ante sí.

En medio de toda esta inmundicia, el elector, sin opciones, sin alternativas, no tendrá otra opción que recurrir también a la sabiduría política de la Chimoltrufia.

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