Desde el Bronx hasta Azuay: el auge de las remesas destinadas a la construcción dinamiza la economía
El dinero enviado por los migrantes desde Estados Unidos impulsa el auge de la construcción y redefine el paisaje urbano en algunas zonas del Austro ecuatoriano.

Vivienda que se construye con remesas de los migrantes en la parroquia rural Cumbe, en el sur de Cuenca.
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Jackeline Beltrán
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NUEVA YORK. En un tercer piso sin ascensor, en el corazón del Bronx, una familia azuaya cena frente al televisor mientras discute cuánto falta para terminar “la casita” en Cuenca. La abuela saca cuentas mentales en voz alta, el hijo menor pregunta si tendrá su propio cuarto cuando vuelvan. Pero no hay fecha de regreso. La casa aún no existe más que en planos, y el sueño no es tan solo una propiedad: es permanencia, es raíz, es legado.
Miles de ecuatorianos que cruzaron la frontera en silencio hoy levantan muros a la vista. En Azuay, sobre todo en parroquias como Victoria del Portete, Ricaurte o San Joaquín, el dinero que sale desde bodegas en Queens o restaurantes y peluquerías en Newark se convierte en bloques de hormigón, techos con tejas flamantes y viviendas de dos pisos con balcones que miran hacia la calle. No es casualidad: Azuay fue la segunda provincia que más remesas recibió en 2024, con un total de 1 146,7 millones de dólares, y en el primer trimestre de 2025 ya acumulaba 291,3 millones, según datos del Banco Central del Ecuador. En esta región andina, donde las remesas llegan a representar hasta el 19 % del valor agregado bruto, el dinero migrante no solo construye casas: redefine el paisaje.
María llegó a Nueva York hace diecisiete años. Empezó limpiando casas y luego aprendió a cuidar a ancianos. Hoy envía religiosamente 600 dólares por semana a su hermana en Paute. “La mitad es para terminar el segundo piso y la otra mitad para que mi madre pueda sembrar algo. Yo no puedo regresar todavía, pero mi nombre ya está escrito en esa casa”, dice, mientras muestra por videollamada el avance de la obra.
Remesas desde Estados Unidos crecen con fuerza
Las remesas no solo alimentan la economía doméstica: han comenzado a redibujar el paisaje urbano. Durante el primer trimestre de 2025, Ecuador recibió más de 1 300 millones de dólares solo desde Estados Unidos, cifra que equivale al 75 % del total de remesas que ingresaron al país. “Las remesas se han convertido en una palanca de desarrollo, pero también en un agente de transformación social y territorial”, explica la economista Carmen Villafuerte: “Están reconfigurando las dinámicas de propiedad, uso del suelo y hasta los patrones de consumo en comunidades migrantes.”
Los bancos han tomado nota. Se ofrecen hoy productos específicos para migrantes: créditos hipotecarios en dólares, seguros para casas construidas a distancia y asesoría en línea con horarios neoyorquinos. Plataformas han reducido sus comisiones, facilitando envíos mensuales más constantes, con menos pérdidas en el camino.
Omar, nacido en Gualaceo, construyó un pequeño edificio de tres pisos con departamentos para alquilar. No lo hizo solo como inversión: también busca tener una entrada fija cuando decida volver. “Mi hermano se va a quedar allá, pero yo ya estoy cansado. Ya quiero mirar las montañas sin tanto ruido”, dice desde su taller de carpintería en Jackson Heights, donde trabaja 10 horas diarias desde hace más de dos décadas.
Este auge ha despertado también tensiones, concluye Omar. En barrios donde antes el alquiler de un cuarto era de 100 dólares, hoy puede superar los 200. Algunos residentes locales sienten que sus comunidades cambian demasiado rápido, y que los nuevos estándares inmobiliarios, teñidos de estilos estadounidenses, amenazan con desplazar a quienes no pueden seguir ese ritmo.

Aun así, para muchos migrantes, edificar en su tierra es una forma de recuperar agencia. La casa no es solo cemento; es prueba tangible de que la ausencia ha valido la pena. A través de ladrillos, balcones y jardines, construyen un relato propio, donde el sacrificio tiene forma, ventanas y nombre.
Desde el Bronx hasta el Ecuador, las remesas inmobiliarias no solo levantan casas: reconstruyen vínculos, proyectan futuros posibles y abren preguntas necesarias sobre el modelo de desarrollo que el Ecuador está construyendo desde afuera. La migración, que por años se vivió como ruptura, hoy también se erige como arquitectura.
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