Logo

Suscríbete a nuestras notificaciones para recibir las últimas noticias y actualizaciones.

Lo Último
Temas:
  • Daniel Noboa
  • Migrantes por el mundo
  • Jóvenes en acción
  • Consulta popular
Miércoles, 6 de agosto de 2025
  • Home
  • Lo Último
    • Qué pasa hoy
  • Política
    • Elecciones Ecuador 2025
  • Economía
    • Empresas
    • Reputación en Acción
  • Seguridad
    • Sucesos
    • Caso Metástasis
  • Quito
  • Guayaquil
  • Jugada
    • #Eldeportequequeremos
    • Eliminatorias Mundial 2026
    • Tabla de posiciones LigaPro 2025
    • Tabla de posiciones Mundial de Clubes
    • Tabla de posiciones Eliminatorias Mundial 2026
    • Tabla de posiciones Copa Libertadores 2025
    • Tabla de posiciones Copa Sudamericana 2025
  • Sociedad
    • Censo Ecuador
  • Trending
    • TV y Streaming
    • Música
    • Gastronomía
    • Cine
    • Cultura
    • Agenda
  • Firmas
  • Internacional
  • Revista Gestión
  • Newsletter
  • Juegos
  • Telegram
  • X Twitter
×
  • Telegram
  • X Twitter
  • Lo Último
    • Qué pasa hoy
  • Política
    • Elecciones Ecuador 2025
  • Economia
    • Empresas
    • Reputación en Acción
  • Seguridad
    • Sucesos
    • Caso Metástasis
  • Quito
  • Guayaquil
  • Jugada
    • LigaPro
    • Fútbol
    • La Tri
    • Tabla de posiciones LigaPro 2025
    • Tabla de posiciones Copa Libertadores 2025
    • Tabla de posiciones Eliminatorias Mundial 2026
    • Tabla de posiciones Copa Sudamericana 2025
    • Más deportes
    • Ciclismo
    • Eliminatorias Mundial 2026
    • #Eldeportequequeremos
    • Dónde ver
  • Sociedad
    • Censo Ecuador
  • Trending
    • TV y Streaming
    • Música
    • Gastronomía
    • Cine
    • Cultura
    • Agenda
  • Ciencia y Tecnología
  • Firmas
  • Internacional
  • Revista Gestión
  • Juegos
Videos
NEWSLETTERS

Una Habitación Propia

El adiós a un amor perfecto

Maria Fernanda Ampuero

María Fernanda Ampuero, es una escritora y cronista guayaquileña, ha publicado los libros ‘Lo que aprendí en la peluquería’, ‘Permiso de residencia’ y ‘Pelea de gallos’.

Actualizada:

21 abr 2023 - 05:28

Compartir:

  • X Twitter
  • Telegram
ÚNETE A NUESTRO CANAL

Cuando mi papá murió, Dolly siguió esperando que volviera a la casa durante años. 

Él la compró, aunque debería decir la salvó, en un semáforo en Urdesa después de enamorarse de sus ojos, dos botones negros, en un marecito de algodón blanco.

Mi papá era un cursi con los animales. Se hacía el que no, pero sí. Lo derretían los perros, de raza o runas, daba igual, le gustaba, pienso, ese amor tan desmesurado, tan insondable que dan los perros frente al amor tan condicionado que damos los humanos.  

Era mutuo: los perros se le acercaban, le lamían la mano, se acostaban a su lado, se dejaban acariciar. Ellos saben quién los quiere. En eso somos parecidísimos: no hay perro que pase a mi lado al que yo no le dedique, al menos, una mirada, una sonrisa, un hola bajito.

Mi mamá, cuando estoy en Guayaquil, siempre teme que regrese con un perrito rescatado, como hice durante toda mi vida desde que era muy niña. 

Lo heredé de él, también otras cosas no tan dulces, pero no es momento de hablar de eso, sino de Dolly.

Cuando mi papá murió, Dolly, que era suya y lo sabía perfectamente, lo buscaba por todos lados y nos miraba como preguntándonos ¿dónde está?, ¿cuándo regresa? 

Al dolor de su pérdida se sumó el dolor de no poder explicarle a Dolly que ya no volvería, que no escucharía nunca más su chiflido único, la voz del amo.

El mueble de él, imbricado con su olor, se convirtió en su refugio y su fortaleza. De ahí no la sacaba nadie. 

Hace unos días hubo que dormir a Dolly. El cáncer, como a su dueño, como a mi padre, se la empezó a comer de dentro hacia afuera y, como a su dueño, como a mi padre, el dolor la empezó a convertir en otro ser: un animal que padece.

Antes de Dolly tuvimos una perrita a la que, por amarla tanto, o eso creíamos, dejamos malvivir más tiempo del que debía. Postergamos la eutanasia hasta que murió de muerte natural después de haber sufrido dolores y deterioro. No hay cómo explicar el dolor a los animales y eso es doblemente brutal.

De nada sirve lamentarse, lo sé, pero dejamos que nuestra mascota amada sufriera sin necesidad.

No lo íbamos a hacer nuevamente.

Dolly murió un domingo, acostadita de lado, con la mano de mi hermano sobre su pata mientras, en diferentes partes del mundo, la llorábamos todos como se merecen los amores.

Dolly murió sin sufrimiento innecesario, sin convertirse en una masita de dolor inmenso, sin pasar hambre ni sed ni asfixia ni punzadas. Murió con toda la dignidad del mundo: no se hizo ni caca ni pipí encima, no hubo que alimentarla por sonda ni cargarla ni darle medicinas paliativas. No prolongamos ni un día su dolor.

Quiero creer que tuvo una vida feliz y una muerte acorde con esa vida.

Quiero creer, también, que ese mismo domingo, cuando se paró su corazón, se encontró con mi papá en una réplica exacta del mueble de ambos y se durmió feliz de que él, su ser más querido, le acariciara otra vez y ya para siempre la cabecita blanca de algodón.

Noticias Relacionadas

Firmas

Estamos advertidos

Leer más »

Firmas

El fracaso de los asesinos de García Moreno

Leer más »

Firmas

¿La Corte Constitucional a juicio?

Leer más »

Firmas

Odiar a Correa, pero imitarlo; misterio y decepción

Leer más »

Firmas

¿Por qué Daniel Noboa necesita enfrentarse a la Corte Constitucional?

Leer más »

Firmas

¡Hay que bajarnos la corte constitucional YA!

Leer más »

article.theLast

  • Telegram
  • X Twitter
  • Quiénes somos
  • Regístrese a nuestra newsletter
  • Sigue a Primicias en Google News
  • #ElDeporteQueQueremos
  • Tabla de Posiciones Liga Pro
  • Etiquetas
  • Politica de Privacidad
  • Contacto Editorial
  • Contacto Ventas
  • RSS

©Todos los derechos reservados 2024