Miércoles, 01 de mayo de 2024
Leyenda Urbana

A Correa le llegó su hora, en instantes en que Ecuador es atacado por una feroz pandemia

Thalía Flores y Flores

Thalía Flores y Flores

Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC de España.

Actualizada:

6 Abr 2020 - 19:02

Son momentos de gran tribulación. La humanidad no registra un hecho de tal magnitud sanitaria en los últimos 100 años. La dimensión de la pandemia es atroz.

A la fecha, no hay rincón del mundo que no haya sido tocado por el coronavirus. El planeta está infestado.

Para Ecuador la pandemia ha sido causa de llanto, dolor y desesperación. La historia registrará estos días como un descenso a las tinieblas.

Los guayaquileños han sufrido lo indecible. Faltan palabras para describir el calvario de encontrar a sus muertos en los hospitales o permanecer con ellos por días en sus casas, hasta que había que dejarlos en la vereda o en la calle.

El coronavirus constituye para Ecuador una suerte de espejo que refleja la realidad de un país que ha despreciado los sistemas de salud, sin entender que la vida es lo primero.

Colapsados los hospitales estos mutaron en centros de dolor infinito, donde la gente va a morir. Tan bárbara es la situación que, hasta la fecha, más de 20 médicos han fallecido en el ejercicio de su profesión, y decenas de enfermeras se han contagiado.

Ecuador se mira a sí mismo y descubre que todo fue una falacia. Que los gigantes hospitales, del tamaño del ego de quien ordenó su construcción, con sobreprecio incluido, eran como dice Martha Roldós: “cascarones”.

Que eliminar por decreto el Izquieta Pérez, en 2012, para dividirlo en dos organismos, despedir o convertir en burócratas a sus epidemiólogos fue un desatino mayúsculo fruto de la soberbia e ineptitud del gobernante. 

En el día a día, hoy los guayaquileños libran otras batallas en las que, por amor a sus seres queridos, exponen su vida. Encontrar medicinas se ha vuelto un viacrucis. Van de farmacia en farmacia cuando en la ciudad el ya contagio es comunitario.

También ha habido hechos censurables desde la sociedad. En Guayaquil y Quito personas diagnosticadas con coronavirus se han paseado por las calles contagiando a quien encuentren en su camino y dejando un rastro del virus por donde transitan. ¡No tienen perdón de Dios!

En este dantesco escenario nacional, un haz de luz en la sociedad ecuatoriana podría poner hoy la justicia cuando el Tribunal Penal sentencie por cohecho a Rafael Correa y otros 20 exfuncionarios, en el caso Sobornos 2012-2016. La máxima sentencia agravada por el delito de cohecho son ocho años.

Autor mediato del delito por dominio de organización, “Correa daba las órdenes para que se cometiera el ilícito: pedir contribuciones a las empresas para el binomio Rafael Corre-Jorge Glas, a cambio de grandes obras, las que, además, tuvieron sobrecostos”. 

Entre 2012 y 2016, empresarios entregaron $5,6 millones por cruce de facturas y $6,7 millones adicionales en efectivo a Alianza País. 

¿Cuántos respiradores para salvar la vida de los ecuatorianos se habrían comprado con lo que se llevó el correísmo solo en este caso?

¿Cuánto dinero de los Fondos que el Estado ahorró se podría haber usado para esta enorme crisis sanitaria si Correa no echaba mano de ellos para despilfarrar y llevarse el dinero?

Pero al correísmo, ahora, le fallaron los cálculos. Por estas fechas, Ecuador tenía que ser una bomba de relojería a punto de estallar, para intentar que la sentencia no sea dictada.

El coronavirus trastocó los maléficos planes de un grupo de exfuncionarios que serán recordados porque ejercieron la mayor corrupción de la que la República tenga registro.

El Tribunal Penal integrado por los jueces nacionales Iván León, Iván Saquicela y Marco Rodríguez, anunciaría la sentencia este martes.

Eso sí, fiel a su esencia, en plena pandemia, Correa ha dejado ver su catadura al inundar las redes sociales, junto a sus trolls, con noticias truculentas de su ciudad natal sin que le importen el dolor y llanto del pueblo. 

Si las imágenes de Guayaquil son ya aterradoras y dolorosas, Correa usó fotos y videos falsos, de otros lugares, para aumentar la conmoción. 

Ojalá que en estos aciagos momentos para Ecuador y el mundo y cuando la justicia actúe, entienda lo que dijo Mahatma Gandhi: “si el dinero y el poder te hacen arrogante, la enfermedad y la muerte te mostrarán que no eres nada en esta tierra”.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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