Viernes, 03 de mayo de 2024
Efecto Mariposa

Para predecir el futuro electoral: ¿encuestas o tarot?

Yasmín Salazar Méndez

Yasmín Salazar Méndez

Profesora e Investigadora del Departamento de Economía Cuantitativa de la Escuela Politécnica Nacional EPN. Doctora en Economía. Investiga sobre temas relacionados con pobreza y desigualdad.

Actualizada:

25 Ago 2023 - 5:56

Durante la campaña electoral circularon encuestas que, adoptando un estilo similar al de la lectura de las cartas de tarot, intentaban adivinar al ganador de las elecciones presidenciales o a los candidatos que pasarían a la segunda vuelta.

A pesar de que los vaticinios de los sondeos fueron variados, la mayoría de los candidatos apareció en primer lugar, en al menos uno de estos. Es decir, cada aspirante a la presidencia se declaró ganador en su mundo particular.

Los fanáticos de los presidenciables, no sé si por ingenuidad o como una prueba de puro amor, replicaron las encuestas con convicción e insistencia, dando la idea de que, para que estas sean confiables, hay que difundirlas mucho. 

Asimismo, se multiplicaron los autoproclamados especialistas en estadística y analistas de datos, quienes también ofrecieron sus predicciones, imaginando que saber estadística es cuestión de poner fotos y porcentajes ficticios en un informe y de ser creativos para forjar discursos que justifiquen cualquier incoherencia. 

Esa proactividad para producir pronósticos electorales dio como resultado un número de predicciones que bien se puede acercar al número de cartas del tarot de Marsella (78).

Y, al fin, no se sabía cuál de los candidatos tenía mayor probabilidad de ganar. ¿Era realmente posible que todos estuvieran en primer o lugar? La respuesta es un no rotundo, eso solo ocurre con datos inventados o con encuestas sesgadas.

Con tal desorden y uso irresponsable de las encuestas, no era inesperado tener una sorpresa en las elecciones. Sin embargo, para justificar las actuaciones poco éticas, la salida más fácil fue decir que la estadística también se equivoca.

Así de apresurada y fácil fue la conclusión, que no hubo espacio para hacer un examen de conciencia y asumir que, en toda esta confusión, todos los que se inventaron o manipularon los datos de las encuestas son los responsables.

No son menos culpables quienes compartieron información sin verificar ni entender qué mismo hacían.

Obviamente, las encuestadoras formalmente conformadas también tienen su responsabilidad, pues al ser los entes técnicos por excelencia debían tener un papel más activo para posicionar sus resultados.

Sin embargo, hay que reconocer que también tuvieron un tiempo difícil, pues algunas empresas fueron víctimas del caos: usaron sus logos para difundir informes falsos, y se pasaron más tiempo desmintiendo resultados que alguien se inventó, que comunicando sus estudios reales. 

Y, de paso, debo decir que encontrarse con análisis de encuestadoras serias se volvió asunto de suerte.

Como ya lo vimos y vivimos, se puede usar la estadística para manipular a los electores y forzarlos para que se decidan por una opción. No obstante, ese no es el objetivo de esta ciencia; la estadística no se hizo para manipular a nadie.

Así, no se puede decir que la estadística es la responsable del caos y de que no pudo predecir el desenlace de las últimas elecciones. Culpables son quienes, en un acto de mala fe, crearon, manipularon e inventaron cifras para influir en la decisión de un electorado confundido e indeciso. 

En la segunda vuelta electoral, la competencia se pondrá más dura y nos inundarán con pronósticos para decir que uno de los dos candidatos ya es el próximo gobernante.

Una de las formas de no colaborar en la generación del caos y la incertidumbre, así como de no ser útiles a los inescrupulosos que tratan de sacar ventaja del desconocimiento, es informándonos con nociones básicas, pero necesarias, para juzgar si los resultados de una encuesta son confiables y evitar que nos sigan engañando.

A continuación, coloco en lenguaje sencillo algunos aspectos que se deben analizar antes de confiar en una encuesta y de difundirla como si se tratara de una verdad absoluta.

Población objetivo

Es el grupo completo de individuos a quienes se busca representar en una encuesta. En el caso de un sondeo electoral, la población objetivo es el conjunto de votantes que se encuentran habilitados para participar en la elección.

Muestra

Es un subgrupo representativo de la población, mismo que es seleccionado para participar en la encuesta. 

Para obtener resultados precisos en una encuesta electoral es esencial que la muestra sea representativa y, para esto, esta debe ser seleccionada de manera que refleje con precisión la diversidad de la población en términos de género, edad, nivel educativo, ubicación geográfica, etc. 

Una muestra representativa se obtiene usando técnicas estadísticas. Así, si se aplican encuestas únicamente en el barrio de una ciudad o en una sola localidad, las muestras estarán sesgadas, puesto que no representan adecuadamente a todos los electores del país.

Las encuestas de WhatsApp, de X (ex Twitter) o de Instagram no son válidas, porque no son representativas y, con la cantidad de troles que existen, solo sirven para saber quién tiene más plata para contratar troll centers.

Los resultados de las encuestas a los miembros de su familia, por más numerosa que esta sea, o a su grupo de amigos, tampoco sirven; y no se puede afirmar que hay fraude porque en su círculo cercano nadie votó por el candidato que ganó. Tampoco se pueden generar “tendencias” a partir de estas encuestas.

Margen de error

Es el valor máximo en el que el resultado de la encuesta podría variar de los resultados reales de la población. Es importante tener en cuenta que todas las encuestas tienen un margen de error; es decir, los resultados de una encuesta pueden diferir ligeramente de los resultados reales en la población total. 

Tamaño de la muestra

Es el número de personas encuestadas, y este influye en la confiabilidad de los resultados. Un tamaño de muestra pequeño puede llevar a estimaciones inexactas, mientras que un tamaño grande tiende a ser más y confiable, pero obtener una muestra grande es muy costoso, requiere de más tiempo y no garantiza representatividad por sí solo.

Con respecto a las personas que reclaman que las encuestas tienen un tamaño de muestra de 2.000 personas para representar a 13,5 millones de electores, es necesario mencionar que el tamaño de muestra se calcula considerando esa población objetivo, y que ese número puede ser correcto, siempre y cuando la muestra sea representativa.

Para calcular el tamaño de una muestra existe todo un procedimiento técnico. 

Diseño de la encuesta

Este aspecto es importante, dado que cómo las preguntas son formuladas y el orden en el que se presentan pueden influir en los resultados. Las preguntas incluidas en una encuesta deben ser imparciales y no sugerir una respuesta particular.

Cuestiones temporales

Los resultados de una encuesta pueden variar con el tiempo, debido a cambios en la opinión pública y otros factores. Es esencial reconocer la posibilidad de fluctuaciones y no considerar los resultados como definitivos.

Fuente confiable

Los lectores deben verificar la fuente de la encuesta y la reputación de la entidad que la realizó. Este punto es especialmente complejo, pues no es trivial identificar a las organizaciones reconocidas y respetadas y separarlas de fuentes desconocidas o sesgadas. 

Con todo, si usted se encuentra con una encuesta de una persona que, de la noche a la mañana, se convirtió en estadística, o es ferviente seguidora de algún partido político, dude de la veracidad de los datos que le ofrece.

Contexto y tendencias

Para obtener una imagen más completa, es útil comparar los resultados de una encuesta con tendencias pasadas y otras encuestas recientes. Los cambios bruscos pueden ser motivo de escepticismo, aunque con eventos extremos, como el asesinato del candidato Fernando Villavicencio, estos sí pueden suceder.

Hasta ahí la lista de los aspectos que se deberían considerar a la hora de juzgar los resultados de una encuesta. Si usted no sabe de dónde viene, sea escéptico, ignórela y no sea cómplice de que se vuelva viral información que debería estar en la basura. 

Interpretar los resultados de una encuesta requiere un enfoque crítico y una comprensión de conceptos estadísticos, debido a que algunos resultados pueden ser más ambiguos de lo que parecen a primera vista, pero, si usted no tiene información sobre la muestra, cómo, por quién y cuándo fue obtenida una encuesta, dude.

Asimismo, desconfíe cuando lea que la encuesta es 100 % confiable; eso no existe.

La estadística sí sirve para predecir resultados de manera confiable, siempre y cuando sea usada con seriedad, rigurosidad y ética. La estadística no es un arte profético, no es su objetivo adivinar resultados y no es rival de la cartomancia; aclaro que mi intención no es menospreciar a quienes ejercen y creen en esta práctica. 

Además, debo confesar que considero que las personas que se dedican a la adivinación fueron organizadas y respetuosas en el último proceso electoral: solo dijeron que ganaría un hombre, sin dar mayores detalles, y así sugirieron que podía ser uno de los siete candidatos.

En cambio, las falsas encuestas, así como los analistas y estadísticos de dudosa procedencia, pusieron como ganadores simultáneos a los seis candidatos. Solo dejaron fuera al presidenciable que tuvo problemas de memoria en el debate y, hacer eso, no fue serio ni responsable.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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