Viernes, 03 de mayo de 2024

Imprentas luchan por sobrevivir ante la llegada de la facturación electrónica

Autor:

Emerson Rubio

Actualizada:

29 Oct 2022 - 5:25

La facturación electrónica, obligatoria desde el 29 de noviembre, preocupa a los casi 70.000 artesanos gráficos que se dedican a imprimir facturas. En el barrio América, en Quito, relatan cómo el negocio ha ido cayendo.

Eduardo Gallardo muestra su imprenta, en un local situado en el barrio América.

Autor: Emerson Rubio

Actualizada:

29 Oct 2022 - 5:25

Eduardo Gallardo muestra su imprenta, en un local situado en el barrio América. - Foto: Emerson Rubio / PRIMICIAS

La facturación electrónica, obligatoria desde el 29 de noviembre, preocupa a los casi 70.000 artesanos gráficos que se dedican a imprimir facturas. En el barrio América, en Quito, relatan cómo el negocio ha ido cayendo.

Lo llaman el barrio de las imprentas. Pero en realidad fue bautizado hace más de 50 años como el barrio América. Situado en el corazón de Quito, es el lazo entre la ciudad antigua y la moderna. Y en sus entrañas mantiene la esencia pura de un arte que se resiste a morir.

"Nuestra competencia es la tecnología", dice Eduardo Gallardo, azuayo de 65 años, sentado detrás de un viejo escritorio en el que tiene una perforadora, pilas de carpetas y un tarro de pegamento. Su local está ubicado en las calles Río de Janeiro y Uruguay.

Hace 40 años, su esposa Elvia Quinatoa lo impulsó a zambullirse el mundo de las artes gráficas, los linotipos y el olor a papel: la imprenta. Si el salario básico de entonces era 200 sucres, Eduardo conseguía hasta 300 en una semana. Era un negocio fructífero.

Pero el tiempo y el desarrollo de la tecnología han reemplazado a la imprenta. Y Eduardo siente que una estocada para su negocio es la facturación electrónica.

Desde el 29 de octubre falta solo un mes para que quienes tengan un Registro Único de Contribuyentes (RUC) se incorporen al nuevo esquema de facturación. Y en Ecuador esto representa a 2,27 millones de personas, incluso los transportistas deberán sumarse al nuevo sistema.

La medida no se aplica a negocios populares del sistema Régimen Simplificado para Emprendedores y Negocios Populares (RIMPE), es decir, personas naturales con ingresos brutos anuales de hasta USD 20.000. Ellas podrán emitir notas de venta físicas.

Angustiados

"¿Qué vamos a hacer?", se pregunta Gallardo, dueño de la imprenta en Quito. Dice que vender libretas de facturación representa entre el 50 y 60% de ingresos mensuales para su negocio (USD 700 u 800). En el lugar tiene una imprenta antigua y pesada que ha sido su mejor compañera.

Está preocupado y no es el único. En el país, según Mario Ron, presidente de la Federación Ecuatoriana de Artesanos Gráficos, 70.000 personas se dedican a esta labor. "Si se cierran las imprentas pequeñas y las autorizadas habrá una afectación a 70.000 familias", asegura.

Solo en Quito, 20.000 personas serían impactadas con la medida.

El lunes 17 de octubre, varios artesanos gráficos -entre ellos Mario Ron- se apostaron en los exteriores del Palacio de Carondelet en la capital. Querían ser escuchados. Una funcionaria de la Presidencia salió a la Plaza Grande y les dijo que pronto se abriría una mesa de diálogo.

"Pero el Gobierno Nacional no quiere dar su brazo a torcer", lamenta Ron.

Artesanos gráficos realizaron un plantón afuera de Carondelet el lunes 17 de octubre.

Artesanos gráficos realizaron un plantón afuera de Carondelet el lunes 17 de octubre.  Emerson Rubio / PRIMICIAS

El presidente de Artesanos Gráficos explica a PRIMICIAS que se han expuesto dos opciones y pide que se escoja alguna:

  1. Que los contribuyentes del sistema RIMPE -los emprendedores-, cuyos ingresos sean hasta de USD 300.000, puedan emitir facturas físicas o electrónicas.
  2. Que los negocios populares puedan emitir notas de venta físicas con ingresos de hasta USD 150.000 anuales y no de hasta USD 20.000.

La invasión de las imprentas

Luis Arévalo, lojano de 50 años, tiene desde hace 18 años su imprenta en el barrio América. Esta se convirtió en la "zona de las letras" porque en los alrededores había locales complementarios: procesadoras de matrices y de diseño.

Y ambos negocios fueron un punto a favor para que esta labor despuntara.

Entonces, el mercado para las imprentas era lucrativo, sobre todo, cuando el país se dolarizó, en 2000. Las cotizaciones se mantenían estables y no variaban de acuerdo a la caída del sucre.

Luego se produjo la invasión de las imprentas en el barrio América.

En la actualidad, cualquier persona que necesite una imprenta, sabe que alrededor del parque Benito Juárez y en las calles aledañas la puede encontrar. Eduardo Gallardo detalla que con el censo supo que había 2.000, incluidos talleres afines.

Luis Arévalo explica cómo se utiliza una imprenta.

Luis Arévalo explica cómo se utiliza una imprenta.  Emerson Rubio / PRIMICIAS

Algunas ya habrán cerrado, porque el negocio ha decaído. La debacle -señala Arévalo- empezó entre 2010 y 2014. Una ordenanza municipal prohibió entregar volantes en las calles, lo que se tradujo en menos trabajo para ellos.

Luego, llegó la pandemia y este artesano tuvo que despedir a dos de sus tres empleados. Y ahora, la facturación electrónica: "El trabajo bajaría en un 50 %", lamenta.

Aunque no es rentable, confiesa el artesano, "la mayoría empezará a vender sus máquinas". Por un máquina que Arévalo compró en USD 30.000, recibió una oferta de apenas USD 5.000.

"Es complicado para nosotros incluso usar el celular, pero es la era digital".

Luis Arévalo, artesano gráfico.

Más contribuyentes de negocios populares

Ricardo Flores, subdirector general del Servicio de Rentas Internas (SRI), sabe que hay mucha preocupación por parte de los artesanos gráficos.

Hace "un llamamiento para que vean el mercado que se abre, para poder trasladar y prestar servicio de facturación electrónica desde sus locales". 

Además, detalla que los contribuyentes de negocios populares, es decir, los que pueden emitir notas de venta físicas son 1,3 millones. Mientras que los obligados a incorporarse al nuevo esquema son 1,2 millones aproximadamente.

A Rosita Molina, de 64 años y dueña de una imprenta en el barrio América, eso no la tranquiliza. Al día hacemos cuatro o cinco libretines de facturación. "Luego no vendrá nadie", asiente la mujer detrás de una ventanilla y en medio del ruido de las máquinas.

En este negocio, en su mayoría de hombres, ella se abrió espacio y es una de las más conocidas en la calle México. Trabaja con sus hijos, quienes algún día heredarán el local.

Rosita Molina señala que su máquina tiene unos 100 años y que aún funciona.

Rosita Molina señala que su máquina tiene unos 100 años y que aún funciona.  Emerson Rubio / PRIMICIAS

Siente que nadie escucha al gremio de artesanos gráficos. Dice que muchas imprentas han quebrado. Cuenta además que compró una máquina en USD 100.000 y hoy apenas le dan USD 15.000 por ella.

"Le quitan la comida a mis nietos", lamenta. Llora. Respira. Y dice: "Vamos a seguir trabajando".

De vuelta al cuarto de máquinas, enciende una imprenta que ha cumplido 100 años. Es alemana, imponente y su aliada para enfrentarse a lo que viene.