En sus Marcas Listos Fuego
¿La Corte Constitucional a juicio?

PhD en Derecho Penal; máster en Creación Literaria; máster en Argumentación Jurídica. Abogado litigante, escritor y catedrático universitario.
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¿Cómo no les voy a confesar que llevo años muriendo de la ira con muchas decisiones de la Corte Constitucional? ¿Cómo no decirles que Daniel recién está sintiendo lo que yo llevo años sintiendo?
Es que entiendo el sentimiento.
Pero también les confesaré que, pese a que muchas decisiones de la Corte Constitucional me han desencajado, defenderé a muerte su existencia.
Porque mis bajos instintos, mi autoritarismo, mi explosividad, mi ego, mi necesidad de hacer lo que me da la gana, necesitan un freno. Yo, igual que Daniel e igual que todos ustedes que me leen, necesitamos que alguien nos obligue a arrodillarnos ante la Ley.
Y hoy se los quiero explicar despacio, porque si dejamos que la emoción le gane a la razón, entonces, edificaremos un infierno del que nunca podremos escapar.
Miren, desde los primeros reinos, pasando por los faraones, los césares, los reyes, los dictadores, etc., quien gobernó estuvo sobre la Ley. Esa es la historia de la civilización moderna. De 3500 años de civilización, 3300 años el humano ha vivido en regímenes donde el Rey ha estado sobre la Ley.
Recién hace 236 años (es decir, el 6.74% de esa historia), tras la Revolución Francesa, empezó a instaurarse un nuevo régimen: el de la Ley sobre el Rey.
Y han sido 236 años dificilísimos, que nos han demostrado que la institucionalidad no depende de las instituciones formalmente normativizadas, sino de las personas que las conforman.
Así, la historia de la Corte Constitucional ecuatoriana nos demuestra que de nada sirve su existencia si está regida por escorias como Pamela Martínez y su caterva de descerebrados. De nada sirve una Corte Constitucional si es cervecera.
Y cuando vemos esa clase de Cortes, es legítimo preguntarnos: ¿vale la pena que siga existiendo?
Pero cuando llega una Corte como la que fue presidida por Hernán Salgado, por Alí Lozada o por el actual presidente Jhoel Escudero, abrimos los ojos y descubrimos que incluso en este rancherío llamado Ecuador, sí es posible tener una Corte Constitucional de primer mundo.
Sólo faltaban los ecuatorianos correctos. Unos que no pierdan el control de los esfínteres frente al poder.
Porque esta Corte podrá muchas veces dejarme absorto, pero tengo claridad, incluso poniendo mis manos al fuego, que desde el 2019 hasta hoy ninguno de los jueces de la Corte Constitucional ha cometido un sólo acto de corrupción al resolver las causas.
Es que esta Corte, desde el 2019 hasta hoy, es la primera de nuestra historia que no tiene partido, que no se arrodilla ante el poder, que no se deja sobornar por el dinero. Esta Corte tiene un solo Norte y está compuesto por su amor al Derecho. ¿Sus guías? La ciencia jurídica, la inmensa literatura técnica que llena sus mentes, las décadas de estudio para ser los mejores.
Y sí, desde el 2019 hasta hoy hemos tenido en la Corte a profesionales de lujo, a catedráticos sin par, a locos brillantes como Ávila, que pese a pensar completamente distinto a mí, siempre defenderé que es un hombre probo, un jurista de lujo.
Esa es la importancia de una Corte Constitucional correctamente conformada: lograr que la Ley esté siempre y por siempre sobre el Rey. No es un Corte perfecta, pero es la Corte correcta.
Olvídense por un momento de Daniel. Piensen en Correa, Chávez, Castro, Bucaram, Maduro Ortega o Putin. ¿Se imaginan todo lo que desquiciados como esos pueden hacer cuando no tienen frente a ellos una Corte Constitucional como la nuestra?
Es que cuando pensemos en la Corte que queremos, debemos pensar en que no importa quién esté en el poder, porque cualquier loco puede llegar a gobernarnos. Lo que importa es tener una Corte tan independiente que ningún poderoso, ni Daniel, ni yo, ni usted, ni los que vengan, podamos hacer lo que nos da la gana.
Por eso, incluso cuando apoyo a Daniel (porque lo apoyo en gran parte de lo que está haciendo), me quedo estupefacto con la pregunta que quiere plantear a este pueblo (tremendamente ignorante) sobre establecer la facultad de la Asamblea Nacional de enjuiciar políticamente a los jueces de la Corte Constitucional.
¿Es que cómo les explico? Estoy buscando las palabras correctas…denme unos segundos…
¿Se imaginan al bachiller Dominique Serrano o a la mayoría de ignorantes que conforman la Asamblea Nacional, juzgando las actuaciones de juristas de la talla de Hernán Salgado, de Teresa Nuques, de Daniela Salazar, de Alí Lozada, de Karla Andrade, de Claudia Salgado, de Jorge Benavidez, etc. etc.?
Lo voy a decir más claro: el 95% de los asambleístas de este país, intelectualmente hablando, están máximo, pero máximo, capacitados para tomar, manualmente, sin guantes y de rodillas, exámenes coproparasitarios a los jueces de la Corte Constitucional. Para más no dan.
Si gana el sí en esa pregunta, cualquier poder político que tenga mayoría en la Asamblea (que para integrarla no se necesita tener título universitario), sea de ADN, de RC5, del PSC o de cualquier partido, instaurará al Rey sobre la Ley y, como nos encanta regresar a los orígenes, volveremos a la Mesopotamia de los sumerios.
Un estadista debe procurar siempre pensar en el futuro. Un estadista debe imaginar los monstruos que pueden llegar a gobernar. Y ese estadista tiene que tener la capacidad de ver el futuro y de asegurar al país que los contrapesos serán tan sólidos que jamás un poder omnívoro pueda otra vez regir sobre nuestras demacradas almas.