Tablilla de cera
Venezuela: una realidad de espanto

Escritor, periodista y editor; académico de la Lengua y de la Historia; politico y profesor universitario. Fue vicealcalde de Quito y embajador en Colombia.
Actualizada:
Los números no mienten: desde que Hugo Chávez asumió el poder, la moneda venezolana ha caído tanto que un dólar de hoy equivale a 10,000,000,000,000,000 de bolívares de 1999.
¿Cómo se lee ese número? Diez mil millones de millones. Si se imprimiera ese dinero, habría suficientes billetes para hacer una ruma desde la Tierra hasta Marte.
El Gobierno de Venezuela ha tenido que quitar 14 ceros al bolívar a lo largo de estos años. Decir que su modelo ha fracasado es quedarse corto diez mil millones de millones de veces.
Solo entre 2014 y 2020, Venezuela vivió una de las contracciones más agudas que ha afrontado una economía en el mundo en tiempos de paz: perdió 75,5% de su Producto Interno Bruto (PIB).
La ligera recuperación que experimentó a partir de 2021 se detuvo en seco a inicios del año pasado: la recesión volvió y, con ella, las devaluaciones.
Hoy la nueva versión del bolívar rebasa los 140 por dólar en el mercado negro, mientras la tasa oficial anda por los 100, diferencia que, por supuesto, sigue creando oportunidades de corrupción: los enchufados compran dólares al precio oficial y los venden, con excelente ganancia, en el mercado negro.
Y la situación empeora, porque están de vuelta las sanciones de Estados Unidos ya que Donald Trump adoptó una política de máxima presión:
- En febrero, revocó a Chevron la licencia para operar en Venezuela;
- Anunció que impondrá aranceles de 25%, y hasta 50%, a terceros países que compren el petróleo venezolano,
- En mayo, canceló los permisos para exportar crudo y derivados desde Venezuela a los socios de la petrolera estatal venezolana PDVSA, entre ellas la estadounidense Global Oil Terminals, la italiana ENI, la española Repsol, la francesa Maurel & Prom y la india Reliance Industries, que antes podían procesar crudo venezolano en sus refinerías de todo el mundo.
En este nuevo escenario, el Gobierno de Maduro tiene un exiguo margen de ganancia en su venta de crudo. Tal vez está obteniendo diez o, incluso, cinco dólares por barril, parte de los cuales, por supuesto, van a la corrupción. Lo que apunta a nuevas devaluaciones.
Por lo demás, está visto que la política de sanciones, incluso esta de máxima presión, no funciona, salvo para traer consecuencias negativas a la población, en la cual, como siempre, sufren más los más vulnerables.
¿Y cómo van a sobrevivir los venezolanos si el salario mínimo y las pensiones siguen congelados en 130 bolívares desde hace tres años?
Este monto se traduce a 93 centavos de dólar mensuales, según la tasa de cambio del mercado paralelo (unos irrisorios tres centavos de dólar diarios). ¿Y se pregunta usted por qué hay mendigos venezolanos en las calles de nuestros países?
Para peor, en Venezuela el poder adquisitivo de esa pobre pitanza, y de los “bonos” que se añaden al salario, con lo cual no se llega ni a 20 dólares mensuales (cuando una familia venezolana necesita mínimo de unos 400 dólares mensuales para sobrevivir), se reduce día a día ante la inflación.
Este año la inflación anual en Venezuela cerrará en 221%, según proyecciones del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).
Además, de acuerdo con el mismo centro, el PIB no petrolero de Venezuela se contraerá en 1,5% este año, mientras que el PIB real caerá en más del 2%. Peor es la predicción de Ecoanalítica, una consultora privada: la caída será del 4%.
8 millones de venezolanos están fuera, y son los que, con sus remesas, algo alivian la vida de los trabajadores y jubilados que se quedaron.
Esta situación trae a la memoria la peor declaración que un político ecuatoriano haya hecho jamás sobre Venezuela: la de Luisa González en el debate presidencial, cuando dijo que sí reconocería al régimen del sátrapa Maduro, justificándolo con el argumento más inhumano: que era para expulsar a los venezolanos “igual que lo hacen en Estados Unidos”.
Venezuela pasa por la peor crisis humanitaria del hemisferio occidental en la historia moderna. Y como se ve, no es exageración.
En medio de esta crisis, al cavernario que la rige no se le ocurre otra cosa que aumentar la represión, mientras la oposición política está en desbandada luego de que no tuviera ninguna consecuencia para el régimen el clamoroso fraude electoral del año pasado.
Al contrario, las cárceles son usadas por el régimen “como instrumento de la política”, como denunció el general de los jesuitas, el venezolano P. Arturo Sosa, quien sostuvo que hubo “al menos mil detenidos políticos en Venezuela en el último año”.
Y se quedó corto. Según otras fuentes, los presos fueron más de dos mil, aunque algunos han sido liberados. El grupo venezolano Foro Penal contabilizaba que al 28 de abril de este año aún había 906 presos políticos, de los cuales 91 eran mujeres, cinco eran adolescentes y 169, militares.
El superior jesuita expresó su dolor por la situación de su país, donde hay un “crecimiento de la diferencia entre ricos y pobres, con poquísimos ricos y muchísimos pobres”.
“¿Qué se puede pensar de un Gobierno donde los niños no llegan a la escuela porque no tienen nada que comer?”, se preguntó Sosa.
Insistió en que en «la Iglesia no ha estado callada ni tranquila en Venezuela». Y reivindicó el legado y las medidas del fallecido papa Francisco a lo largo de sus doce años de pontificado.
En paralelo, el grupo internacional de derechos humanos Human Rights Watch (HRW) denunció en un informe en abril de este año la “represión brutal” en Venezuela después de la elección presidencial del 28 de julio de 2024, la del fraude electoral contra Edmundo González.
HRW dijo que “el gobierno venezolano ha asesinado, torturado, detenido y desaparecido a personas que apostaron por la democracia en Venezuela”.
El informe de 111 páginas “Castigados por buscar un cambio: Asesinatos, desapariciones forzadas y detenciones arbitrarias tras las elecciones de 2024 en Venezuela”, documenta violaciones de derechos humanos durante las protestas que siguieron al anuncio de los resultados de la elección, y en los meses posteriores.
Maduro debe rendir cuentas por su estúpida conducción de la economía del país que posee más reservas de petróleo del mundo, una gran abundancia de recursos minerales y variados suelos para todo tipo de agricultura. Pero, sobre todo, por las atrocidades que ha cometido y sigue cometiendo, a la vista y paciencia de la llamada “comunidad internacional”.