Lo invisible de las ciudades
Empezó la Cacería de Cerebros del siglo XXI

Arquitecto, urbanista y escritor. Profesor e Investigador del Colegio de Arquitectura y Diseño Interior de la USFQ. Escribe en varios medios de comunicación sobre asuntos urbanos. Ha publicado también como novelista.
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Los humanos repetimos un patrón común interesante: el colapso de uno es el surgimiento de otro. La caída de Constantinopla fue la que impulsó la migración de artistas e intelectuales bizantinos a la península itálica; originando así el Renacimiento. El más reciente de estos eventos se dio a los últimos días del Tercer Reich, cuando estadounidenses y soviéticos avanzaban acelerados sobre el territorio alemán; no para acabar con la tiranía de Hitler, sino para encontrar a los genios que trabajaban para él y llevárselos a sus respectivas naciones y aprovechar su conocimiento.
Durante el breve tiempo que fui profesor universitario en los Estados Unidos, comprendí la causa del desbalance interno que existe en ese país. Más de la mitad de mis estudiantes dejaron Alabama, para convertirse en jóvenes arquitectos contratados por firmas reconocidas en Nueva York. La otra mitad se distribuyó entre otros estados colindantes, pero poseedores de una economía más dinámica; como Florida, Georgia o Texas. Si dos de mis estudiantes se quedaron en Alabama, es mucho.
Dentro de la unión norteamericana, los estados más desarrollados suelen atraer a los buenos estudiantes de los estados del sur y del centro. En contraparte, estos estudiantes ven su preparación como una oportunidad de cambiar sus lugares de origen por otros sitios donde pueden construirse una mejor vida. Y esto es uno de los factores que explica cómo el desarrollo de los estados más pequeños se estanca. No importa cuánto inviertan en educación; no pueden ofrecer mejores condiciones de vida. Y eso los mantiene con economías similares a la de cualquier país del tercer mundo, con la diferencia de que tienen un Walmart y hablan inglés.
Los patrones de desarrollo y colapso no solo se miden desde lo económico. También tienen su paralelismo con la formación de conocimiento. Preparar a alguien para que genere conocimiento —por muy minúsculo que este sea— implica una gran inversión. Y muy contrario a lo que puede pensarse, no es plata perdida. Con frecuencia, dichas inversiones se ven recompensadas, que se convierten en nuevo conocimiento que produce patentes que generan nuevos mercados o dinamizan los mercados vigentes.
Actualmente, miles de personas enfrentan un futuro incierto dentro de los Estados Unidos. Personas que han dedicado sus vidas enteras a la cooperación internacional, a la enseñanza y a la investigación científica, se quedaron sin empleo, de la noche a la mañana. Todo gracias a la supuesta búsqueda de la eficiencia en el gasto público que ha emprendido Elon Musk y su oficina de eficiencia gubernamental.
Si no ha comenzado ahora, debe estar por comenzar una etapa en la que tanto Europa como China comenzarán a buscar a estos cerebritos talentosos para llevárselos a sus respectivos territorios. Ambos tienen los recursos necesarios como para poder persuadir a estas personas, ofreciendo lo que más le duele perder a los estodounidenses: una vida cómoda.
El colapso de las naciones suele darse cuando la población mayoritaria de cuello azul mira con desprecio a los científicos e intelectuales. Para ellos, quien se gana la vida usando su cerebro es una élite más; y merece ser despreciada. Esto es lo que está pasando en los Estados Unidos ahora; y era predecible que sucediera. Después de todo, es una sociedad piramidal, donde educando muy bien a 3 millones de personas, gobernabas a 300 millones de habitantes.
¿Cuál fue la mecha que inició semejante colapso? El medio que horizontalizó la comunicación y la disperción de ideas, sin importar cuán fundamentadas éstas sean: las redes sociales.
Irónico. Una superpotencia inicia su declive económico y cultural; no porque haya comenzado una guerra nuclear, como ellos tanto temían; sino por el poder que adquirió el juguete favorito de sus ciudadanos.