El indiscreto encanto de la política
Asamblea Constituyente: ¿una ruleta rusa?
Catedrático universitario, comunicador y analista político. Máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca.
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Convocar una Asamblea Constituyente en medio de la polarización, la crisis económica y la inseguridad es, cuando menos, una apuesta temeraria.
Podríamos estar apostando la estabilidad del Ecuador por una peligrosa ilusión de cambio.
La historia enseña que los procesos constituyentes rara vez concluyen donde comienzan: prometen renovación, pero suelen desembocar en disputas de poder, parálisis institucional e incertidumbre económica.
En vísperas de una consulta popular que probablemente apruebe la iniciativa, se delinean dos escenarios —ambos inquietantes— sobre su eventual composición.
Si Daniel Noboa alcanza una mayoría absoluta en la Constituyente, podría verse tentado a diseñar un texto a la medida de su conveniencia, reduciendo los contrapesos, subordinando —o incluso eliminando— a la Corte Constitucional y acumulando todavía más atribuciones en el Ejecutivo.
Peor aún, entre los nombres que suenan en el oficialismo, no se advierte una generación de constituyentes a la altura del desafío histórico.
Una Asamblea así podría terminar redactando un texto deficiente, regresivo en derechos, que, con un rostro “nuevo”, consagre el hiperpresidencialismo.
El segundo riesgo es que la Revolución Ciudadana capitalice el desgaste del Gobierno y, gracias a su voto duro y al método D’Hondt, se tome la Constituyente.
Sería su revancha: bloquearía la gestión de Noboa, reconfiguraría las autoridades de control según sus intereses y —lo más grave— crearía las condiciones para el retorno de Rafael Correa sin riesgos legales.
Una Constituyente que mirara más al pasado que al futuro podría hundir la gobernabilidad y fracturar aún más el sistema político.
Si el país decide jugar a la ruleta, al menos debería hacerlo con un seguro de cordura: elegir constituyentes preparados e independientes que integren un tercer bloque ideológicamente plural y con vocación republicana.
Su papel sería esencial: equilibrar los extremos, fiscalizar los excesos y construir consensos sobre valores democráticos, la independencia de poderes y un modelo económico moderno.
Si ese bloque logra existir, la ruleta rusa podría transformarse en una mesa de deliberación democrática.
De lo contrario, el disparo será inevitable… y las consecuencias, irreversibles.