El Chef de la Política
¿Quiénes asesoran al presidente?

Politólogo, profesor de la Universidad San Francisco de Quito, analista político y Director de "Pescadito Editoriales"
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Un gobierno no se hace solamente a partir de la decisión política de quien lo encabeza. Aquellos que rodean al poder cumplen un rol fundamental, decisivo. Ellos son los que, en últimas, hacen que la agenda de políticas públicas avance o se detenga. Ahí, en el cuerpo de asesores, dígase ministros, subsecretarios o lo que fuera, está la clave para descifrar el éxito o fracaso de los gobiernos. No se eligen en urnas, pero son más importantes, en muchas ocasiones, que quienes ganan el favor popular. Por eso es que resulta útil el análisis de quienes, como se suele decir, susurran al oído del presidente.
En el país hemos tenido de todo. La historia registra gente honesta y con conocimiento de los temas que les fueron encargados. Difícilmente se puede objetar que en esta categoría estén figuras de la talla de Pablo Better en el ministerio de finanzas o de Raúl Baca Carbo, en la cartera de bienestar social. Tampoco habrá reparos sobre el aporte de Ernesto Albán Gómez en el ministerio de educación o el de Marcel Laniado en agricultura. Marcelo Santos, Alfredo Corral, Jeannette Sánchez, Berenice Cordero, Susana Cabeza de Vaca, Carina Vance y muchos otros pueden engrosar la lista. Elsa de Mena, desde luego, la gran gestora del cambio en la recaudación tributaria del país no puede estar fuera de este grupo.
Desafortunadamente, esos nombres, en ministerios y áreas clave, como las asesorías jurídicas y las secretarías técnicas, están en extinción. Ahora, cada vez con mayor frecuencia, el país atestigua como las mentes con menos luces y mayores ínfulas son las que acaparan la discusión sobre los temas de trascendencia nacional. No se trata de edades ni de orientaciones políticas. No hay discrimen de ese tipo. Simplemente es cuestión de observar cómo estos personajes que merodean la palestra pública, en su afán de ganarse una palmoteada del poder político, son capaces de sostener argumentos por demás baladíes y sin sentido. No solo eso, lo hacen con tal nivel de ego que asumen que lo que proponen o defienden tiene coherencia y aporta efectivamente a los intereses del país.
La discusión reciente sobre las demandas de inconstitucionalidad planteadas contra varias leyes aprobadas en formato de económico urgente es un espacio fértil para valorar lo mencionado. Pero no solo allí se encuentran casos de estudio para evaluar los quilates de quienes rodean al presidente sino también en otros, en muchos otros sectores. Ministros que luchan por hilvanar algunas ideas que no sean excluyentes entre sí o subsecretarios que desconocen cuestiones elementales de las áreas en las que ejercen influencia, están a la orden del día. En definitiva, estamos permanentemente ante funcionarios que se esfuerzan por poner de relieve que quienes están cerca del poder político requieren, como carta de presentación, el desconocimiento de la administración del Estado. Así, con ese tipo de asesores, debe ser extremadamente difícil gobernar.
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Lo más preocupante del lamentable escenario esbozado es que no se ve en el presidente ningún interés de propiciar un cambio en el repertorio de asesores que le acompañan. Ojalá no sea demasiado tarde cuando el Jefe de Estado dimensione que las deficiencias de asesoría y asistencia técnica, que ahora mismo son inocultables, le pueden llevar a daños irreversibles en su gobierno. Una buena gestión pública depende, en gran medida, del grupo de apoyo. Esa es la máxima de la gobernabilidad eficaz y usted, señor presidente, tiene en ese aspecto una debilidad notoria. Rectifique, tome nota de lo que le dicen incluso sus más incondicionales defensores sobre este tema. Mañana, cuando las diferentes crisis sean más visibles, nadie imputará las responsabilidades a quienes le rodean sino directamente a usted. No deje pasar más tiempo.