El Chef de la Política
Realidades paralelas

Politólogo, profesor de la Universidad San Francisco de Quito, analista político y Director de "Pescadito Editoriales"
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Realidades paralelas es la mejor descripción de lo que ahora mismo se vive en Ecuador. De un lado, el gobierno, con un discurso de éxito, prosperidad y mejora en todos los aspectos. Los únicos puntos débiles, a su juicio, una serie de barreras institucionales y fácticas que no le permiten mejorar aún más el bienestar de la ciudadanía. La Corte Constitucional, los funcionarios públicos y la opinión disidente de diversos sectores son los frenos que impiden alcanzar, de forma más ágil, los objetivos deseados. Del resto de cosas, la economía, las relaciones internacionales y el vínculo con la sociedad no hay mucho más que hacer pues todo, o casi todo, camina sobre ruedas.
Del otro lado está la versión popular de lo que ocurre. Ahí hay problemas serios en el campo de la salud, por ejemplo. Provisión de medicinas en cero, atención hospitalaria marginal e infraestructura obsoleta son algunos de los dramas con los que día a día se enfrenta la gente económicamente más desaventajada. En la seguridad, ni se diga. Las vacunas no paran y la delincuencia sigue presente en el país, cada vez en más zonas, cada vez con mayor intensidad. El empleo tampoco se ha reactivado y las ofertas para incentivar a los diferentes sectores productivos no han pasado de eso, precisamente. En lo de fondo, la población no encuentra espacios laborales estables y la desesperanza aumenta.
Las realidades paralelas del país se complejizan más porque, más allá de afectos o desafectos, la popularidad del gobierno sigue en niveles aceptables si se compara con la historia política reciente. Hay descontento en algunos sectores sociales, pero a la vez cifras importantes de apoyo ciudadano al presidente. ¿Cómo entender esa aparente paradoja? Acá una hipótesis. Quizás la explicación de lo que ocurre es que ahora mismo no existe un actor con la suficiente legitimidad para servir de canal a través del que las insatisfacciones ciudadanas puedan exteriorizarse. Como sabemos, las movilizaciones sociales, por sí mismas, nunca han generado cambios considerables en la correlación de fuerzas o incluso en la estabilidad de los gobiernos. En general, han sido actores políticos o grupos de interés los que han planificado y monitoreado la presión en las calles.
Lo dicho no implica concluir que el malestar ciudadano no pueda ir en aumento y mucho menos que terminará diluyéndose, salvo que el gobierno ponga atención real a la inversión pública en áreas sensibles. Como esto último no parece ser una opción real entonces es de prever que algún mecanismo de desfogue tendrá el conjunto de demandas sociales incumplidas. Ese es el escenario perfecto para que los recursos de origen ilegal, a través de sus operadores políticos, puedan generar lealtades ciudadanas (más de las que ya han conquistado) a cambio de satisfacer, al menos mínimamente, necesidades básicas. Aunque este tipo de intercambio no se ve desde las ciudades más pobladas, inicialmente, eso no significa que no existan y que generen perversas consecuencias para la estructura del tejido social.
Las realidades paralelas que ahora mismo se observan, por tanto, lejos de asumir que llevarán a un equilibrio político, en realidad pueden esconder un problema social que acarreará peores consecuencias que las que se derivan de la expresión en las calles del descontento ciudadano. La generación de un sistema de intercambio de bienes y servicios paralelo al estatal, en el que existan códigos de relacionamiento propios no es simplemente una posibilidad, sino que podría tener las bases para constituirse de forma más clara y abierta. Frente a lo dicho, las responsabilidades no están solamente en el gobierno sino también en las organizaciones políticas, incapaces de ofrecer alternativas que permitan amortiguar los efectos del malestar popular.
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Hay ocasiones en las que la ausencia de protesta ciudadana no tiene que ver con la satisfacción de la gente con lo que está viviendo sino simplemente con la expectativa de hallar medios alternativos para reducir sus incertidumbres y demandas insatisfechas. Las realidades paralelas que vive el Ecuador dan espacio para muchas interpretaciones.