Leyenda Urbana
Noboa usa el presupuesto del Estado; Vargas dirige el paro a ciegas

Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC
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Dieciséis días después del paro nacional convocado por el movimiento indígena tras la eliminación del subsidio al diésel y con el país en máxima tensión, el presidente, Daniel Noboa, y el dirigente de la Conaie, Marlon Vargas, tienen algo en común: ninguno parece disponer de una carta definitiva para solventar el grave conflicto del que su mayor víctima es el pueblo ecuatoriano.
Resulta inconcebible que los hechos de 2019 y 2022, que causaron tanto dolor y pérdidas al país, no hayan dejado lecciones aprendidas para quien ejerce el poder político ni para el movimiento indígena protagonista de la medida, y se hayan dinamitado los puentes en lugar de construir uno que los aproxime, como ocurre hasta en las guerras entre enemigos.
La amenaza de Marlon Vargas de “tomarse Quito” evidencia que ha perdido el control de la organización y que dirige el paro a ciegas; por lo que debe haberse convencido de que, al generar la expectativa de marchar sobre la capital podría recuperar apoyos dentro del movimiento, y se arriesga a tamaña provocación; aunque también debe intuir que nadie que habite en la ruta para llegar a Quito le permitirá el paso, para concretar su insolente pretensión.
Sin conducción ni liderazgo, el paro indefinido es un serio peligro porque hay bandas armadas con palos y fierros que se meten en las fincas para buscar apoyos a la fuerza, mientras otros obligan a poblaciones enteras a confinarse en sus casas.
El país está en riesgo inminente.
Desde el Ejecutivo las decisiones tampoco reflejan una rigurosa planificación ni una sostenida coherencia más allá de lo electoral.
El anuncio del presidente Noboa de anticipar para el 14 de noviembre -dos días antes de ir a la Consulta y referéndum-, el pago del décimo tercer sueldo, que suele entregarse en Navidad; y bajar el IVA del 15% al 8% en los feriados por el 9 de octubre y por el 3 de noviembre, confirma que usar el presupuesto del Estado es una carta para encarar estos momentos complicados.
La cantidad de dinero que el Gobierno ha destinado a compensaciones, bonos, tractores y más ayudas para aliviar la carga por la eliminación de ese subsidio, habría bastado para concretar acuerdos previos con los futuros beneficiarios; elaborar proyectos, propiciar iniciativas sociales de desarrollo con los más afectados con lo cual se habría evitado las protestas que afronta estos momentos. Solo se necesitaba una mínima planificación.
A tan solo días de adoptada la medida, es probable que el ahorro por la eliminación del subsidio al diésel estimado en USD 1.100 millones anuales ya habría sido consumido en las entregas a los más afectados, y eso está bien. Pero se lo hizo como medida reactiva ante hechos sobrevenidos, y no como fruto de un programado acordado que le habría representado mayor acercamiento a la gente, y, quizá, evitado el conflicto que, hoy, atormenta a todos.
Las provincias de la Sierra central que lo apoyaron para su triunfo en las urnas y personajes como Fernando Guamán, que se volvió un aliado, le habrían ratificado su respaldo; ese que le hará falta el 16 de noviembre, en lugar de crear resentimientos.
Cómo superar esta encrucijada es la apuesta mayor del país este momento, y todos deben enfocarse en ello, ante el enorme riesgo que implica una medida de hecho prolongada, que sirve para que quienes saquearon Ecuador le apuesten a la amnesia colectiva, olvidando que recién en abril fueron derrotados con un montón de votos en contra, y buscar levantar la cabeza o sembrar el caos.
Hasta hoy, nada hace vislumbrar una pronta salida.
Es en momentos graves como estos que se impone revisar la historia y, a la hora de tomar decisiones cruciales, escuchar la experiencia de quienes han pasado por estos traumas, evitando oír solo a las “bocas lisonjeras”, que hacen resbalar, tal como dice la Biblia, en Proverbios 26.8.
Esto aplica para todos quienes ejercen algún poder y suelen rodearse de adláteres quienes, para seguir disfrutando sus privilegios, solo dicen lo que el jefe quiere escuchar, que casi siempre resulta un masaje a su ego, al refrendar sus decisiones, en lugar de propiciar la reflexión, evitar se cometan crasos errores, y acaso lograr enmiendas.
Alguien tendría que decirle al presidente de la Conaie que comete un grave error cuando, con alevosía, pide recordar lo que pasó con Abdalá Bucaram, Jamil Mahuad y Lucio Gutiérrez, tres presidentes que fueron defenestrados, en episodios que los ecuatorianos jamás querrán repetir; olvidando que los tres mandatarios habían perdido el respaldo de la gente, desde antes del paro, mientras que Noboa mantiene el apoyo de alrededor del 50%, según las encuestas.
Pero qué va.
Aleccionado por Leonidas Iza, agente del caos y la violencia, que abjura de la democracia -esa que lo puso en su sitio en las pasadas elecciones-, no extrañaría que, moviéndose en las sombras, esté interviniendo para detener cualquier intento de acercamiento para alcanzar una solución, porque él solo se siente a gusto en las maniobras conspirativas.
Al presidente Daniel Noboa -que podía evitar varios errores cometidos en las últimas semanas-, hay que recordarle que el destino del país está en sus manos y que cualquier decisión suya incide en la vida de 18 millones de ecuatorianos, por lo que debe meditar antes de dar cualquier paso.
Como lector confeso de Marco Aurelio, debe tener presente que, en sus Memorias, advirtió que “el orgullo es un terrible embaucador de la razón”.
Por lo que usar el presupuesto del Estado no siempre resulta suficiente para solventa una delicada crisis como la actual.