Leyenda Urbana
Moisés Caicedo, Willian Pacho y Richard Carapaz inspiran al país. El deporte nos redime

Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC
Actualizada:
La victoria deportiva de tres ecuatorianos en Europa, en una misma semana, ha tenido un efecto balsámico por la alegría colectiva generada y porque el país ha vuelto a estar en la noticia mundial, esta vez por un hecho positivo, desplazando a la que daba cuenta de que el primer cuatrimestre de 2025 ha sido el más violento desde que se tiene registro.
El deporte nos redime.
El trofeo de Moisés Caicedo como ganador de la Conference League, con el Chelsea de Inglaterra; la Copa que levantó William Pacho, campeón de la UEFA Champions League, con el París Saint Germain (PSG), y el podio al que subió Richard Carapaz en el Giro de Italia, han emocionado a todos por la ejemplaridad de estos compatriotas.
En lo más íntimo de cada ecuatoriano está la certeza de que, cuando nos propones, podemos triunfar, y que, más allá de la capacidad física y el talento innatos como pilares esenciales, está el carácter y la determinación que se forja con esfuerzo y constancia, hasta moldear un espíritu recio y vencer dudas y complejos.
Todos conocemos que estas tres fulgurantes estrellas deportivas provienen del Ecuador profundo; justamente donde hay carencias y desatención y donde los niños necesitan solo una oportunidad para dar un vuelco a su destino.
Y eso es lo relevante.
No se trata de magia —aunque parezca—, sino de una realidad incontrastable: una oportunidad y cambian sus vidas y la de los suyos para siempre.
El “Niño Moi”, la “Locomotora de Carchi”, y “la Muralla”, como llaman ahora a Willian Pacho, son la prueba fehaciente de que supieron aprovechar bien la oportunidad que les fue dada.
Por eso, sus codiciadas medallas han ilusionado a los ecuatorianos; en especial a los padres de familia, que querrán que sus hijos tengan un destino parecido, aunque hoy están sumidos en la desolación por la acción del crimen organizado irracional y perverso que les ha arrebatado la calma y también la vida de los suyos.
Para los niños y jóvenes los tres son una inspiración por sus logros, pero también por haber tenido la dicha de no quedar atrapados en las garras de los malhechores que a ellos les acosan.
A esos niños y jóvenes y al país entero los tres ganadores de Europa podrían hablarse, y narrarles sus historias, en momentos en que su voz es más audible y potente que nunca, para persuadirlos a resistir a la tentación de caer en las siniestras redes de las mafias.
Su logro deportivo y sus vivencias pueden traducirse en lecciones que motiven a los menores para que no permitan que se aprovechen de la precariedad en la que viven y de la falta de guía que les inspire y proteja.
Moisés podría contarles que, de niño, en Santo Domingo de los Tsáchilas, junto a su madre vendía velas y flores en la calle, ya que su familia de nueve hermanos era muy pobre; pero igual él soñaba que un día les compraría una casa. Y se esforzó para superarse y hacer realidad su sueño.
Les diría que el Chelsea en el que milita compró su pase a un equipo de Bélgica por USD 143 millones, siendo la transferencia más grande en la historia del fútbol inglés, y es donde él acaba de levantar la Copa de campeón.
Willian Pacho, que en su camiseta con el número 51 (la edad que tenía su madre cuando falleció) le rinde homenaje permanente, podría narrarles que jugaba descalzo en una cancha de tierra en el barrio Valle Alto a las afueras de su Quinindé natal; y que como a los 11 años ya medía casi 1,70 metros su entrenador lo quiso poner en la sub-16 pero él se negó a saltarse los procesos, porque la honestidad está primero.
Richard Carapaz les contaría que, en el frío de El Carmelo, en Carchi, su madre le enseñó de pequeño a ordeñar las vacas, y que una vez debió relevarla, cuando ella fue hospitalizada, para tratarse de un cáncer de seno, y que nunca abandonó sus sueños porque la bici fue siempre su pasión.
Encarar la realidad, por difícil que fuera, sobreponerse a la adversidad y tener un sueño y luchar por él serían lecciones de dignidad para los niños y jóvenes ecuatorianos que podrían emularlos con la ilusión de también ser triunfadores no solo en las canchas, sino en la vida.
Estrategias como estas tendría que ser diseñadas por un Gobierno urgido a usar todas las herramientas a su alcance para rescatar a los niños y jóvenes, en momentos que el país parece cada vez sumido en la desazón por la acción del crimen organizado y la violencia delincuencial que asusta y denigra; pero en lugar de ello se vislumbran señales diferentes.
La escalofriante cifra de 3.087 muertes, un promedio de 26 asesinatos por día, que representa 58% más de homicidios que en 2024, y el atroz récord de extorsiones y secuestros que han generado el desplazamiento interno forzado de 101.000 compatriotas, imponen acciones emergentes, para rescatar a los chicos y darles una oportunidad.
Tengo la certeza de que prestigiosos clubes como el Chelsea y el PSG en los que militan Moisés y Willian, respectivamente, bien podrían propiciar la instalación de escuelas de formación de fútbol en Santo Domingo y Quinindé, de donde provienen estos dos grandes, con la certeza de que Ecuador entero es una cantera para el deporte.
Los dos futbolistas, de 23 años, tallaron sus carreras en las divisiones formativas del Independiente del Valle, equipo ejemplar, lo que ratifica que las escuelas son determinantes para que las habilidades y talentos innatos se potencien.
De seguro, también este equipo podría unirse a la cruzada humanitaria.
Que maravilloso sería que el triunfo de Caicedo, Pacho y Carapaz contribuya para rescatar a los niños y jóvenes ecuatorianos de un futuro incierto.
A ellos, con certeza, se unirán los campeones de todas las disciplinas que tiene el país, comenzando por el olimpismo, porque conocen bien, por su experiencia, que el deporte nos redime.