Daniel Noboa afronta dos frentes complejos, uno en las calles y otro en los despachos, ¿podrá imponerse?
El presidente de la República, Daniel Noboa, apuesta para ganar el doble desafío que implica sostener el fin del subsidio al diésel y avanzar en sus reformas políticas.

El presidente de la República, Daniel Noboa, en una reunión con empresarios en Buenos Aires, el 20 de agosto de 2025.
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Dos frentes de batalla están abiertos por parte del Gobierno de Daniel Noboa. Uno, en las calles y carreteras, donde se mide el pulso por el fin del subsidio al diésel. Otro, en los despachos y pasillos de las instituciones, donde las reformas políticas que busca el oficialismo a ratos avanzan, a ratos se estancan. ¿Hay espacio de maniobra en el oficialismo para imponerse en este doble desafío?
El presidente Daniel Noboa aparece decidido a intentarlo, pese a lo abrumador de lidiar con estos problemas al mismo tiempo. Quizás el duelo con los dirigentes de la Conaie y los otros sectores sociales sea el más favorable a pesar del impacto social y económico, pero sobre todo espiritual, de despojar de subsidio al combustible más usado en el transporte y en el campo.
De hecho, el escenario luce muy diferente a los vivido por los expresidentes Lenín Moreno y Guillermo Lasso, los antecesores de Noboa que lo intentaron y casi terminan como víctimas de un golpe de Estado. Lasso en particular salió de esas crisis sumamente debilitado en lo político y pagaría más adelante el precio por meterse con los combustibles.
Y esa es la primera diferencia: ahora no parece haber músculo financiero (¿ya no circula el 'generoso' dinero de ciertos organismos y gobiernos internacionales?) para sostener una protesta duradera que realmente obligue al Gobierno a devolver el subsidio al diésel. Nunca faltan los revoltosos profesionales y sería un error subestimarlos, pero en esta ocasión está ausente el otro subsidio, ese que alimentó los paros de 2019 y 2022. Si existe, se mueve con cautela.
Tampoco se vislumbra en el horizonte un correísmo articulado para propiciar caos en el campo y las ciudades. Ahora, en su momento interno más débil, los alcaldesy prefectos de Revolución Ciudadana no han colaborado (que se sepa) en este paro nacional 2025. Y la cúpula digitada desde Bélgica está más pendiente de Venezuela que del diésel.
Otra diferencia radica en que las Fuerzas Armadas están mucho más involucradas en la seguridad interna y han recorrido el Ecuador en todo este tiempo del llamado conflicto interno armado. Además, la Policía Nacional, en especial sus unidades de élite, ha afrontado una impactante guerra interna y luce má curtida. Sería un golpe devastador para estas instituciones que los manifestantes repitan los excesos de 2019 y 2022, cuando hubo verdadero pánico en urbanizaciones y calles.
También ayuda que el Gobierno de Daniel Noboa realizó un retiro escalonado de los subsidios. El país ya llevaba un tiempo asimilando el alza de los otros combustibles y había conciencia de que el diésel sería el siguiente. Y esta medida tiene un amplio respaldo de los sectores productivos.
Finalmente, Daniel Noboa se ha encarnado en la Sierra para demostrar que tiene el control de la situación. En una táctica parecida a las elecciones presidenciales de 2025, ha encabezado actividades, ha movilizado a su gabinete a lo largo del territorio y, por lo pronto, su imagen luce mucho más sólida que la de Moreno y Lasso en su momento.
Por todo eso, lo más probable es que la batalla por el diésel se cerrará en favor del Gobierno Nacional, a menos que la Conaie empeñada en radicalizar su postura, cambie de estrategia.
El duelo con la Corte Constitucional
Otro cantar ha sido la ardua y desgastante batalla contra la Corte Constitucional, cuyos jueces han impedido que el Gobierno de presidente Daniel Noboa avance en reconfigurar el marco jurídico de Ecuador según su visión. No obstante, el oficialismo insiste arduamente en lograr que se instale una Asamblea Constituyente por dos razones.
La primera: los largos procesos que implican un cambio de Constitución tendrán a Daniel Noboa en el centro del debate. El primer mandatario sería el inevitable protagonista de esta maratónica serie electoral y eso ayudaría a consolidar su imagen y pasar de estadista de transición a estadista de largo aliento.
La segunda: desmontar de una vez por todas el legado político de Rafael Correa, una figura que alguna vez se vio a sí mismo como un refundador de la Patria, como el creador de un nuevo país, pero que al final teme pasar a la historia solamente como un eficiente endeudador que dejó a la República una estructura legal que nunca funcionó del todo.
El problema es, justamente, que aquí el rival a vencer de Daniel Noboa es difuso. Pelear contra la Corte ha sido como enfretarse a la niebla con una espada. Los jueces constitucionales están respaldados por el Estado de derecho y la idea sublime de que las leyes malas u obsoletas se cambian con nuevas leyes, no con actos de fuerza o de presión.
Esta idea es tan poderosa y establecida, que desde el exterior ya se mira con recelo e incluso preocupación el duelo del Gobierno con la Corte. Lo que se ha ganado en política exterior podría mancharse si la polémica con los jueces constitucionales no se resuelve con apego a la democracia.
De todos modos, si algo ha demostrado el Gobierno de Daniel Noboa es que jamás pierde de vista su objetivo y, cuando muerde a su presa, no la suelta. Que lo cuente Verónica Abad, por ejemplo, quien se esforzó por todos los medios para convertirse en presidenta encargada y el Gobierno fue implacable en impedirlo. Se verá cómo acaba esta controversia.
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