La reacción de la vicepresidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, frente a un fallo que la condenó por corrupción ha sido declararse víctima y perseguida.
Obvio, no podía reconocer que ella y los miembros de su círculo íntimo, como el empresario Lázaro Báez, se robaron decenas de millones de dólares. Es la misma estrategia a la que han acudido otros políticos latinoamericanos.
Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.