¿Ecuador crecerá en 2025? Sí, pero el reto es sostener el crecimiento
El país enfrenta el 2025 con expectativas divididas. Mientras el Banco Central del Ecuador (BCE) proyecta una recuperación de 2,8%, organismos internacionales y expertos locales son más cautos.

Dólares y gráficos financieros ilustran la fragilidad del crecimiento económico en Ecuador.
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El 2024 cerró con una contracción del PIB de 2%, el peor desempeño en la historia reciente sin que mediara un choque exógeno como el terremoto de 2016 o la pandemia de 2020. Para encontrar una recesión de magnitud comparable en ausencia de un evento externo, habría que retroceder al colapso macroeconómico de 1999.
La caída de 2024 respondió principalmente a factores internos, como la crisis energética, la incertidumbre política derivada de elecciones anticipadas y el deterioro de la demanda interna. El consumo de los hogares cayó 1,3%, el gasto del gobierno se redujo 1,2% y la inversión retrocedió 3,8%. Aunque las exportaciones de bienes y servicios crecieron 1,8%, su aporte fue insuficiente para revertir la debilidad de los componentes internos.
Además, el país enfrentó un episodio de estanflación, una situación en la que la economía se contrae mientras los precios siguen subiendo. En 2024, la inflación anual promedio fue de 1,5%, un nivel moderado, pero relevante en un contexto recesivo. Esta combinación es poco frecuente en la historia reciente del país: solo en 1999 (PIB: –4,4%, inflación: 51,9%) y en 2016 (PIB: –0,7%, inflación: 1,7%) se registraron dinámicas similares.
Ahora, sobre esta base deteriorada se construyen las expectativas para 2025, con restricciones fiscales, baja inversión y desafíos internos y externos que pueden limitar la recuperación económica.
¿Qué dicen las proyecciones para 2025?
El Banco Central del Ecuador (BCE) proyecta un crecimiento del 2,8% para 2025. Se trataría de un repunte significativo, aunque explicado en buena parte por un efecto estadístico derivado de la baja base de comparación. El escenario oficial se sostiene sobre tres pilares: una recuperación del consumo de los hogares (2,7%), un repunte de la inversión (2,5%) y un aumento moderado del gasto público (1,7%).
Además, se espera una evolución externa relativamente estable, con exportaciones creciendo 2% y un leve incremento de las importaciones (1,3%). Sin embargo, estas proyecciones parten de supuestos exigentes: una ejecución fiscal más dinámica, mayor confianza empresarial y mejores condiciones macroeconómicas.
Esta visión optimista del BCE contrasta con los pronósticos más cautelosos de los organismos multilaterales. El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima un crecimiento de apenas 1,7%, mientras que el Banco Mundial proyecta un 1,9% y la CEPAL, un 2,0%. Todos coinciden en que Ecuador se beneficiará parcialmente de la reactivación mundial, pero advierten que la economía sigue limitada por restricciones fiscales, baja productividad y un entorno de incertidumbre.
A nivel local, la Encuesta de Expertos en Economía del Ecuador —una iniciativa liderada por los economistas José Luis Massón-Guerra y Manuel González-Astudillo— también muestra una lectura moderada del panorama. En mayo de 2025, el consenso entre los analistas fue que la economía crecería alrededor del 1%, con estimaciones que oscilaron entre 0,65% y 1,3%. Se trata de un rango bajo, que apunta a un escepticismo generalizado sobre la posibilidad de una recuperación sólida.
Señales mixtas: ¿cómo avanza la economía en 2025?
Uno de los datos más destacados del inicio de año proviene del sector externo. Las exportaciones no petroleras alcanzaron los USD 7.048 millones entre enero y marzo, con un crecimiento interanual del 26,8%. Esta expansión estuvo impulsada por los productos tradicionales, especialmente cacao (+161%), camarón (+24%) y banano (+9,4%).
Las exportaciones no tradicionales también aumentaron (+9,4%), con una mejora en los productos mineros, enlatados y flores. Como resultado, la balanza comercial no petrolera registró un superávit de USD 1.676 millones, el más alto en los últimos años.
El dinamismo externo coincidió con una expansión de las ventas internas. Según datos del Servicio de Rentas Internas (SRI), las ventas totales en el primer trimestre ascendieron a USD 57.019 millones, un 8% más que en el mismo período de 2024. Enero y febrero mostraron aumentos de dos dígitos, aunque en marzo el crecimiento fue más moderado (0,5%).
La percepción empresarial también mostró un giro favorable. En marzo, el Índice de Expectativas Empresariales (IEE) del BCE se ubicó en 60 puntos. Este índice, que va de 0 a 100 y tiene como umbral de neutralidad el valor 50, refleja un entorno optimista cuando se ubica por encima de ese nivel. Comercio (62), servicios (63) y manufactura (57) lideraron la mejora en la confianza, solo la construcción se mantuvo rezagada (44).
También hay señales de recuperación en el crédito. Aunque en el primer trimestre se mantuvo un endurecimiento en los estándares de aprobación, los bancos proyectan una relajación de condiciones para el segundo trimestre. En paralelo, la expectativa es que la demanda de crédito aumente con fuerza.
Pese a estos signos de reactivación, hay factores que limitan el alcance del rebote. Uno de ellos es la confianza de los hogares. En marzo, el Índice de Confianza del Consumidor (ICC) registró una caída del 0,7%, al pasar de 37,15 puntos en marzo de 2024 a 36,89 en el mismo mes de 2025. Además, solo el 5% de los encuestados espera una mejora en la situación del país en los próximos tres meses.
Y el mercado laboral sigue mostrando signos de estancamiento. En abril de 2025, el empleo adecuado llegó al 35,8% de la población económicamente activa, apenas 2 puntos por encima del nivel de un año atrás (33,6%). Al mismo tiempo, el subempleo se mantuvo en 21% y el desempleo por debajo del 4%. Esto quiere decir casi 6 de cada 10 ecuatorianos siguen fuera de un empleo pleno, un reflejo de las dificultades del sistema para generar trabajos formales y de calidad.
Entonces, ¿cuánto puede crecer Ecuador realmente?
Más allá del rebote económico que proyecta el Banco Central para 2025, la pregunta clave es otra: ¿cuál es la verdadera capacidad de crecimiento de la economía ecuatoriana a mediano y largo plazo? El propio BCE reconoce que esa capacidad, medida a través del crecimiento potencial, ha venido debilitándose en la última década.
Este crecimiento potencial está determinado por tres pilares: el capital físico (es decir, la inversión en infraestructura, tecnología y maquinaria); el capital humano (empleo, salud, educación y formación laboral); y la productividad total de los factores (PTF), que mide cuánto valor se genera a partir de la combinación de estos insumos.
Las proyecciones más recientes del Banco Central ubican el crecimiento potencial de la economía ecuatoriana en niveles modestos, cercanos al 2% anual. Esto marca un límite estructural: mientras no se implementen reformas de fondo, será difícil mantener un ritmo de expansión sostenido por encima de ese umbral. Por eso, el repunte previsto para 2025 —con un crecimiento de 2,8%— debe entenderse como un rebote, no como un cambio permanente en la capacidad productiva del país.
Según el Ministerio de Finanzas, entre 2026 y 2028, el avance del PIB se mantendría en torno al 2%, siempre y cuando se cumplan varias condiciones: un entorno más favorable para la inversión, mejoras fiscales sostenidas, acceso estable al financiamiento externo, solución a la crisis energética y una economía global sin grandes sobresaltos.
Por eso, crecer de manera sostenida exige mucho más que buenos precios de exportación o una coyuntura política estable. Requiere una estrategia integral que priorice la productividad, promueva mayor inversión, acelere la formalización del empleo y mejore la eficiencia y capacidad del Estado. Sin avances en esos frentes, Ecuador seguirá atrapado en un crecimiento bajo, volátil y vulnerable a los shocks.
Ecuador tiene margen para crecer más, pero convertir ese potencial en una realidad exige decisiones complejas y una estrategia coherente de mediano y largo plazo. Porque sí, la economía crecerá en 2025. Pero el desafío real no es crecer un año, sino sostener ese crecimiento en el tiempo.
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