Más canas, menos cunas: Ecuador envejece a un ritmo vertiginoso y preocupante
Ecuador vive una revolución silenciosa: la dramática caída de la natalidad y el acelerado envejecimiento poblacional están redefiniendo el futuro del país. Las cifras revelan un cambio estructural que desafía las políticas públicas y plantea interrogantes sobre la sostenibilidad económica y social de la nación.

Una mujer adulta mayor lava platos en una cocina.
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Flicker UNICEF - Santiago Arcos
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El paisaje demográfico ecuatoriano experimenta una metamorfosis profunda que marca el fin de una era. Los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) revelan una realidad contundente: Ecuador ha cruzado definitivamente el umbral hacia una nueva fase demográfica caracterizada por menos nacimientos, mayor longevidad y un progresivo envejecimiento de su población.
Esta transformación no es meramente estadística, representa un cambio fundamental en la estructura social, económica y cultural del país. Mientras las cunas se vacían progresivamente, las canas se multiplican, configurando un escenario que demanda respuestas urgentes e innovadoras por parte de los tomadores de decisiones.
Según Eva María Mera, directora ejecutiva del INEC, en entrevista para GESTIÓN Ecuador alcanzará los 18,1 millones de habitantes en 2025, con una composición mayoritariamente femenina que representa el 52,2% de la población.
El crecimiento poblacional: un gigante que desacelera
Ecuador ha experimentado un crecimiento poblacional sostenido pero desacelerado a lo largo de las últimas siete décadas. Las estimaciones y proyecciones muestran que la población pasó de 3,5 millones de habitantes en 1950 a 17,7 millones en 2022, representando un crecimiento de más del 400% (Gráfico 1).
Sin embargo, la velocidad de este crecimiento muestra signos de desaceleración. Mientras que entre 1950 y 1980 la población se duplicó de 3,5 a 8 millones en 30 años, el siguiente periodo de crecimiento similar tardó 42 años (1980-2022) para pasar de ocho a 17,7 millones. Las proyecciones indican que para 2050, Ecuador tendrá 21,1 millones de habitantes, un incremento más moderado en las próximas tres décadas
Esta desaceleración del crecimiento poblacional refleja los cambios en los patrones reproductivos y la transición demográfica que vive el país, configurando un escenario donde el crecimiento poblacional ya no será el motor de expansión que fue en décadas anteriores.
Como señala el BID en su estudio “Envejecer en América Latina y el Caribe”, esta transformación demográfica genera presiones fiscales creadas por una transición demográfica acelerada, donde los países tendrán que aumentar la cobertura y mejorar la calidad de servicios mientras el número creciente de personas mayores impulsa una mayor demanda de gasto en pensiones, salud y atención a la dependencia.
El colapso de la natalidad
La tasa bruta de natalidad en Ecuador ha experimentado una caída dramática en la última década y media. Los datos revelan que de 21,6 nacimientos por cada mil habitantes en 2010, la cifra se desplomó progresivamente hasta alcanzar 12,01 en 2024, representando una reducción del 44% en apenas 14 años.
Esta tendencia descendente muestra una aceleración preocupante. Mientras que entre 2010 y 2015 la reducción fue gradual, pasando de 21,6 a 17,89, a partir de 2016 el descenso se intensificó. Particularmente notable es la caída entre 2019 y 2021, cuando la tasa pasó de 16,55 a 14,34, coincidiendo con el periodo de pandemia (Gráfico 2).
La realidad ha superado las proyecciones más pesimistas. Mientras las estimaciones oficiales proyectaban una tasa de 14,4 nacimientos por cada mil habitantes para 2025, Ecuador ya registró 12,01 en 2024, situándose muy por debajo de lo previsto. Las proyecciones indican que la tasa continuará descendiendo hasta alcanzar 10,9 nacimientos por cada mil habitantes en 2050, aunque la experiencia reciente sugiere que estas cifras podrían alcanzarse antes de lo estimado (Gráfico 3).
La directora del INEC identifica cuatro factores clave detrás de esta tendencia: el aumento en los niveles educativos, la mayor incorporación femenina al mercado laboral, el uso más extendido de métodos anticonceptivos y la postergación de la maternidad.
La geografía de la fecundidad: un país fragmentado
La Tasa Global de Fecundidad, que indica el número promedio de hijos que tendría una mujer durante su vida reproductiva, revela profundas diferencias territoriales en Ecuador. En 2024, solo cuatro provincias superaban el nivel de reemplazo poblacional de 2,1 hijos por mujer: Morona Santiago (2,5), Orellana (2,4), Esmeraldas (2,2) y Napo (2,2).
En el extremo opuesto, Pichincha registra la menor fecundidad con apenas 1,3 hijos por mujer, seguida de Galápagos (1,5), Tungurahua (1,6) y Cotopaxi (1,6). Esta disparidad evidencia que mientras las provincias amazónicas mantienen patrones reproductivos tradicionales, las áreas urbanas y andinas han adoptado modelos de fecundidad similares a los países desarrollados (Gráfico 4).
Las proyecciones para 2035 muestran que la fecundidad continuará descendiendo en prácticamente todas las provincias. Solo Morona Santiago, Orellana y Sucumbíos mantendrán niveles en o cerca del reemplazo poblacional, mientras que Pichincha permanecerá en 1,3 y Galápagos descenderá a 1,3; configurando un escenario donde la mayoría del país no podrá sostener su crecimiento poblacional natural.
Esta disparidad territorial refleja patrones económicos y culturales diferenciados que requieren análisis específicos. Como explica Mera, “si se observa a la Amazonía, estas mujeres tienen una tasa global de fecundidad que se mantiene en valores de nivel de reemplazo y no están tan reducidos como se muestra en forma general para el país”.
En ese sentido, subraya la importancia de analizar estas diferencias regionales, señalando que para Ecuador es fundamental estudiar el comportamiento demográfico por sectores y provincias, ya que no todas presentan las mismas dinámicas poblacionales.
El envejecimiento acelerado: la nueva realidad territorial
Por otra parte, el índice de envejecimiento, que mide la relación entre adultos mayores de 65 años y menores de 15 años, muestra la velocidad diferenciada del cambio demográfico en el territorio ecuatoriano. En 2024, Chimborazo lideraba con 60,3 adultos mayores por cada 100 niños, seguida de Bolívar (54,7), Carchi (54,6) y Pichincha (53,2).
En contraste, las provincias amazónicas mantienen perfiles demográficos más jóvenes. Morona Santiago presenta el menor envejecimiento con 17,7 adultos mayores por cada 100 niños, seguida de Orellana (20,3), Napo (21,2) y Pastaza (25,1).
Las proyecciones para 2035 revelan una aceleración dramática del envejecimiento. Pichincha alcanzará 111,1 adultos mayores por cada 100 niños, superando incluso a Chimborazo (101,7). Bolívar llegará a 78,7 y Carchi a 83,8; confirmando que las provincias serranas enfrentarán los mayores desafíos de envejecimiento (Gráfico 5).
Mera advierte que “para el 2035 Pichincha y Chimborazo duplicarán su tasa de envejecimiento de 50 a 100, lo que significa que ya veremos en el 2035 un incremento notable de la población adulta mayor en estas provincias”.
La revolución de la longevidad: más años, nuevos desafíos
Ecuador ha logrado una expansión extraordinaria de la esperanza de vida que representa uno de los mayores triunfos del desarrollo humano nacional. En 1950, los ecuatorianos vivían en promedio apenas 46 años los hombres y 48 años las mujeres. Para 2022, estas cifras se habían extendido dramáticamente a 74 años para hombres y 81 años para mujeres.
Las proyecciones para 2050 indican que esta tendencia continuará, alcanzando 79 años para hombres y 85 años para mujeres. Esto significa que en un siglo, los ecuatorianos habrán ganado más de 30 años de vida, consolidando una brecha de género persistente de aproximadamente seis años (Gráfico 6).
Mera destaca que “las mujeres llegaremos a una esperanza de vida de 85 años, mientras que los hombres llegarán a 80 años, tenemos una diferencia de casi 6 años”.
Esta longevidad extendida, combinada con la caída de la natalidad, está transformando la estructura poblacional ecuatoriana de una pirámide de base ancha hacia una forma más rectangular, generando presiones inéditas sobre los sistemas de protección social y salud.
Ecuador se encuentra en el epicentro de una revolución demográfica silenciosa pero implacable. Los números no mienten, se estaría dando paso a una nación madura que envejece a ritmo vertiginoso. Sin embargo, el futuro demográfico del país no se decide solo en las estadísticas, sino en las decisiones que se tomen para afrontar estos retos.
(*) Economista, analista económica Revista Gestión.
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