Felipe Rodríguez, sobre su novela sobre crimen organizado: "Es un baño de realidad para refrescar horrores vividos"
El abogado Felipe Rodríguez Moreno presentó su primera novela 'Férreos ejércitos construirán el abismo'. En entrevista con PRIMICIAS, el escritor revela sus motivaciones y entrega detalles de lo que se puede esperar en sus páginas.
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Con 37 años, Felipe Rodríguez Moreno ha decidido empezar su carrera literaria. El abogado y columnista de PRIMICIAS presentó su primera novela: 'Férreos ejércitos construirán el abismo'. Una historia que combina casos reales de su carrera como penalista y una trama de ficción inspirada en la gestión de Nayib Bukele, en El Salvador.
"Brutal". Ese es el término con el que también escritor ecuatoriano Óscar Vela presentó la novela de Rodríguez. Se trata de un cúmulo de historias de procesos penales ecuatorianos llenos de sangre, injusticia y, en el algunos casos, impunidad.
En su oficina, en el norte de Quito, Rodríguez recibió a un equipo de PRIMICIAS. Con la crudeza que caracterizan sus columnas de opinión, el escritor develó algunas de las motivaciones detrás de su obra y explicó cómo la política de Bukele y los horrores criminales ecuatorianos lograron conjugarse.
La entrevista
¿De dónde nace 'Férreos ejércitos construirán el abismo'? ¿Fue una historia que llevaba tiempo rondando en su mente, o surgió a partir de sus experiencias en medio de la crisis de seguridad que vive Ecuador?
Creo que nace del miedo, es decir, de ese profundo miedo al que ya nos hemos acostumbrado. No sé si te acuerdas de que pospandemia, habían pasado seis meses, y empezaron las imágenes de sicariatos, empezaron a matar gente, veías acribillados en los vehículos, me refiero, incluso, antes del tema de Harrison Salcedo.
Uno de los primeros sicariatos que vimos fue el de 'Rasquiña' (Jorge Luis Zambrano, exjefe de Los Choneros) en un centro comercial y, claro, las imágenes te impactaban, pero hacíamos la del morbo ecuatoriano: queríamos ver más fotos, queríamos ver el cadáver.
Hoy sigue pasando lo mismo, pero como ya estamos acostumbrados hacemos 'scroll', pasamos el dedo. Ya es absolutamente normal ver cadáveres y ver sicarios. Ya a nadie le importa. Entonces llegó un punto en el cual yo tenía miedo y decía: quiero dejar escrito lo que significa vivir en un país de terror.
Y era esta necesidad de transmitir lo que es el miedo para que la gente se acuerde lo que vivimos y si es que no salimos de esta y tenemos que salir huyendo, que nos acordemos por qué no actuamos a tiempo. Y, al mismo tiempo, es un libro en el cual me desahogo. Es decir, hay historias que he cargado en mi cabeza demasiado tiempo y necesitaba sacármelas.
También es una respuesta social. Yo me río cuando en redes sociales me dicen es que a ti te falta calle, abogado de multinacionales. Es una forma de decirles: no tienen idea de lo que están hablando, no tienen idea de lo que he visto. Otra cosa es que es esa calle en la que yo ya no quiero estar.
El título 'Férreos ejércitos construirán el abismo' remite directamente a un verso de Jorge Luis Borges en 'La noche cíclica'. ¿Por qué eligió esta referencia borgiana para titular su obra?
De Borges porque me gusta su poesía. No soy un tipo poesía, tengo muy pocos poemas que me gustan y lo que hice es una emulación. Es mi copia a Óscar Vela, quien en la mayoría de sus libros, los títulos son versos o partes de los poemas de Borges.
Así que me puse a leer a Borges, a Federico García Lorca, me puse a leer a algunos y dije: ¿Qué título me puede quedar bien? Así encontré 'Férreos ejércitos construirán el abismo' porque significa muchas cosas.
Y significa lo que tú quieras que signifique, es decir, ¿cuál es el ejército? ¿Cuáles son los abismos? ¿Abismos entre buenos y malos? ¿Qué es ser buenos y malos? ¿Entre ricos y pobres? ¿Entre países? ¿Entre un país que salió de la inseguridad o no? Así que creo que es un título que evoca lo que el lector quiera sentir.
Antonio, el protagonista de su novela, es abogado penalista y su trayectoria recuerda en ciertos pasajes a su propia carrera. ¿Cuánto hay de Felipe Rodríguez en Antonio?
Antonio es todo lo que yo no soy porque no pude ser. Es todo lo que yo quise ser porque no alcancé a ser y es todo lo que yo no he sido porque no me ha tocado vivir la vida de Antonio.
Es decir, Antonio no soy yo per se, pero también soy yo al mismo tiempo. Es un Antonio que en el primer capítulo pierde a toda su familia. Yo no la he perdido. Pero, ¿qué hubiese pasado si yo la perdía? ¿Estaría dispuesto a actuar como Antonio? Entonces decidí emularlo.
¿Qué pasaría si un día me harto de este país y decido ser el ayuda jurídico de un dictador? ¿Me comportaría como él? Entonces lo que hice fue plantearme a mí en diversos escenarios que yo no he vivido y ver cómo me comportaría.
Pero también Antonio es en muchas cosas, yo. El tema de que se le zafaron los tornillos, a mí se me zafaron hace tiempo y he tratado de encontrarlos en el suelo o en algún lugar para apretármelos y no los tengo.
En la novela, Antonio deja su país por la violencia criminal y la corrupción. ¿Es esta una proyección de una sensación que usted mismo ha experimentado en Ecuador?
Si el país se vuelve inviable, yo tengo en algún punto las ganas de irme, es decir, al final tengo esta vida para vivirla. ¿Me quiero morir? ¿Quiero que un sicario me mate por error o porque me hice un enemigo que no debía?
Pese a que yo vivo con esa paz. Yo por ejemplo nunca he tenido un narcotraficante de cliente y nunca lo tendré. Nunca he defendido un gatillero y nunca lo haré, nunca he tenido un GDO (Grupo de Delincuencia Organizada) en esta oficina y nunca lo voy a hacer.
Pero, ¿qué pasa cuando me tenga que empezar a meter con ellos? ¿Qué pasa cuando el día de mañana, voy a ponerte un ejemplo, a un cliente mío le estafan? Estafa, un delito económico básico, en USD 100.000 y al que le tengo que meter preso es el hermano de un narcotraficante.
Es decir, no me estoy metiendo contra el narco. Pero al mismo tiempo, puedes llegar al punto, en el cual, cualquier acción que tú tomes como abogado ya sea meterte contra el narco. Eso pasa cuando el narco se apodera del país.
O puede pasar que el día de mañana empiecen a pasar cosas, que eso también es importante y es que vengan narcos a mi oficina y me digan: queremos que tú seas nuestro abogado, y yo les diga: no, y me digan: no te estamos preguntando.
El día que pase eso yo me voy, yo no voy a ser abogado de ellos. Y te digo como dato curioso, ya han venido narcos a mi oficina. Ya me han ofrecido todo el dinero que podría ni imaginarme en esta vida. Yo ya podría vivir en otro país siendo millonario con lo que me han ofrecido. Y mi respuesta siempre ha sido que no y no me han obligado a hacerlo.
Y hoy, por miedo, para que alguien sea mi cliente, a esta oficina tiene que venir referido de otro cliente. Si tú llamas a mi oficina y dices soy Juan Pérez, mi pregunta es de parte de quién. Y si no me dices de parte de quién vienes, yo no puedo hablar con esa persona. Y prefiero no tener que decir que no, es más conveniente simplemente no dar la cita.

¿Qué lo motivó a llevar esta historia hacia el terreno de la política y la violencia de las pandillas, tomando como referencia un personaje tan reconocible como 'Lebuke' (Nayib Bukele)?
Es que Bukele o Lebuke es un personaje fascinante. Estarán los detractores de Bukele que le digan: monstruo, dictador, violador de derechos humanos. Pero es un personaje fascinante. Y yo creo que lo que le pasa a la humanidad es que es superfácil gritarle a alguien que aprieta el botón y luego gritarle ¿por qué apretaste el botón?
Pero, muy pocos seres humanos se atreven a apretar el botón. El botón de la lucha contra la delincuencia, el botón de tomar una decisión. Todo el mundo está muy cómodo desde abajo diciéndote cómo debes luchar contra un régimen de terror, es decir, contra un país de terror, pero nadie se atreve a subirse al podio y pelear.
Yo creo que Bukele es un personaje hermoso para estudiar y la historia lo pondrá en su lugar. Creo que lo que ha hecho es maravilloso en muchos sentidos, también ha violado derechos y, por eso, hay muchas cosas que yo retrato —porque me he ido al fondo en el estudio de Bukele— que tú ves que son ciertas.
Por ejemplo, hay muchas masacres carcelarias en El Salvador que la prensa no ha podido datarlas y en verdad les hicieron matarse entre ellos. Entonces, claro, desde una perspectiva 'supernacista' dices qué bien, limpieza social. Pero, desde una parte humana, dices no deberían de hacerlo así.
¿Y ahí entra la reflexión que se hace en el libro sobre si la igualdad es viable?
Yo hace muchos años decía: el sicario pudo haber decidido ser otra cosa, pudo haber decidido estudiar y ser abogado y trabajar aquí. La prostituta pudo haber decidido ser ingeniera. Pero cuando pasan los años te das cuenta de que no pudieron haber decidido.
Es decir, ese es mi ejemplo de los dos dos niños que están en el libro. A uno de ellos yo lo conocí, es una historia de la vida real. Me contaron cómo cortaron la cabeza y violaron a su madre. Conversé largo con ellos y hoy están muertos en una de las crisis carcelarias de la época de Guillermo Lasso. Son ecuatorianos, no son de El Salvador.
Y cuando tú escuchas esta historia dices, ¿pudieron haber estudiado en la universidad? ¿Estaba en su camino de vida? Y la respuesta es no, ellos iban a ser captados por el narcotráfico. No había opción. Esos niños no saben lo que es salir a trabajar porque lo único que han visto es miseria y violación. Por lo tanto, iban a ser gatilleros.
Para mí la igualdad no es viable. Mientras seamos seres humanos no podemos ser iguales, porque no somos iguales. Alguien me decía; es que somos iguales. No, tenemos que tener los mismos derechos de acceder a oportunidades, pero siempre se va a destacar uno más que el otro.
La estructura narrativa alterna entre una trama político-criminal y una historia íntima de trauma y venganza. ¿Cómo equilibró estos dos mundos para que no se sintieran forzados?
Creo que me metí a filosofar mucho en el libro. Mi libro está más que nada compuesto por diálogos. O, en la parte de Antonio, escrito en primera persona. Y quise hacerlo más interesante.
Por ejemplo, está John Grisham, que es uno de los autores de casos judiciales más vendidos en el mundo. Yo me he leído algunas sus novelas y dejé de leerlo el día que me di cuenta de que me aburría mucho porque mis casos son mucho más interesantes.
Entonces, yo que vivo el derecho todos los días y que he vivido esos casos, pude haberlos contado como un abogado, como un investigador y hacerlo como una novela de suspenso. Y dije: no estoy para eso, amo la literatura. No me gustan las novelas policíacas.
Para mí el reto fue que no sea una novela policíaca. Esa fue mi batalla y creo que logré definitivamente que no sea una novela policíaca.
Usted ha dicho que su meta es generar estabilidad económica con el derecho para retirarse a escribir. Antonio comparte esa misma visión. ¿Es la novela una especie de carta de intenciones sobre su propio futuro?
Ojalá que sí. Pero, voy a ponerte un ejemplo con este libro, que ya se vendió casi toda la primera edición y estamos trabajando en la segunda edición. Digamos que de la primera edición me toquen de USD 480 a USD 500.
¿Puedo vivir con eso? La respuesta es no. Porque digamos que vendo dos ediciones, USD 1.000 al año. Estamos hablando de menos de USD 100 al mes. Y no puedes vivir con menos de USD 100 al mes.
Ser escritor es muy difícil. Vivir como escritor es muy difícil. Yo quise toda mi vida ser escritor, desde que era niño. Porque pasaba leyendo en el bus, en los recreos. Pero también dije: es una vida súper de bohemio, de no lograr salir y, luego, que le paren bola a un ecuatoriano en el mundo es dificilísimo.
Entonces, dije: voy a hacer mi vida en lo que yo soy muy bueno. Y yo siento que soy muy bueno en el derecho. Voy a tener estabilidad económica para por fin y estable —con inversiones y con todo— poder hacer eso en libertad, sin frustrarme, sin que si un libro no se vende porque le vaya mal, entre en una depresión absoluta porque no tengo para comer mañana.
Y mientras eso pasa ¿escribir esta novela es una especie de catarsis?
Es catarsis. Y tengo una novela ya casi lista que será mi próxima novela, que se llama 'Tanto todo'. La podría sacar el próximo mes, pero no la voy a sacar porque no quiero que se meta en el camino de esta.
Le voy a dejar a esta un año, le voy a procesar un poquito más a la otra, dejarla dormir y saldrá 'Tanto todo', yo espero que en julio de 2026.

¿Considera que Ecuador vive una crisis de seguridad tan profunda que podría necesitar un liderazgo similar al de Bukele?
No creo que sea el único camino. Yo tengo una teoría en esto y es que ya tengo las leyes que me permiten meter violadores, asesinos, sicarios y narcotraficantes a las cárceles. ¿Sabes qué me falta? Que los metamos a las cárceles.
Pero tú ves, pararon tantas toneladas de droga, siguen aumentando las penas, superchévere, pero se salvan casi todos. Lo que yo no quiero es que haya culpables libres, yo quiero que haya culpables presos. Entonces, ¿qué se necesita? Un sistema judicial que funcione y el nuestro no funciona.
Yo no necesito a alguien que me diga que los delincuentes tienen que irse 70 años a la cárcel, no necesito a alguien que me diga cadena perpetua, no necesito alguien que me diga pena de muerte. Necesito alguien que me diga que, con lo que ya existe, es suficiente. Porque te digo, con las leyes que existían antes de Daniel Noboa y sus reformas ya era es suficiente.
Lo que pasa es que no hay quien las aplique.
¿Hace falta una figura como Bukele entonces?
No necesariamente como Bukele, no me quiero arriesgar a decir que es como Bukele. Pero, ¿sabes dónde necesitamos a alguien como Bukele? No en el poder Ejecutivo, sino en el Poder Judicial. Sin metida de mano en la justicia, pero necesitamos un poder judicial tan sólido y tan limpio, que permita procesar a los criminales.
A mí me da miedo un Bukele porque el problema de Bukele es que funciona maravillosamente para luchar contra el crimen, pero también pone en riesgo muchísimas otras libertades y el momento que eso se eterniza, terminas teniendo un país seguro, pero un país donde no eres libre.
En la novela, Antonio crea un sistema legal para combatir el crimen, aun a costa de violar derechos fundamentales. ¿Cree que, en ciertos contextos, el fin puede justificar los medios?
No y te voy a decir por qué no. Yo sé que el delincuente es delincuente, ya lo sé, ya tiene tatuajes, ya se comporta como delincuente. ¿Para qué probar que es delincuente? Y la respuesta es sencilla, porque si yo no utilizo pruebas reales, que sigan el debido proceso, para condenar a un delincuente, voy a permitir que se utilicen pruebas que no son reales y sin debido proceso para condenar a un inocente.
Cuando la gente a mi pregunta, ¿por qué garantizar los derechos a los monstruos? La respuesta es porque esa es la única forma de garantizar los derechos a los inocentes. El día que yo me decido a saltar ese paso, sacrifico a los inocentes y pierdo esa línea.
¿Yo voy a dejar que un gobierno decida quién es terrorista y quién no? ¿Quién es el malo y quién es el bueno? No, que sean los actos los que lo determinen. Pues cuando yo rebaso esa línea, empiezo a combatir con más fuerza la delincuencia y empiezo a poner en riesgo a todos los que no cometemos delitos.
Uno de los puntos más fuertes de la historia es cómo la violencia afecta a la vida personal de Antonio, hasta el punto de llevarlo a una venganza brutal. ¿Qué buscaba transmitir con este desenlace en el que el protagonista deja la vida pegada al derecho y llega a delinquir?
Esto es algo que yo he pensado mucho y es superfácil tener la comodidad de decir yo respeto la ley. Es muy fácil decir yo soy incorruptible, yo nunca haría nada, hasta que lo pierdes todo, hasta que te tocan las fibras más duras.
Es muy fácil, desde la comodidad de que yo no he perdido a mi familia, de que a los míos no han matado, decir yo no me muevo de aquí y yo soy superrecto. A Antonio le pasa lo contrario, empieza a volverse loco.
Si tú analizas la segunda parte (de la novela) es un Antonio delirante, cada vez va delirando más en su pensamiento, en lo que dice, le dan ataques de narcisismo, de odio, se sulfura y es un tipo al quien la realidad ha aplastado.
También he tratado de retratar a Antonio como un tipo que decía todo es derecho, este es el orden, pero ya no funciona, así que decido hacer justicia por mano propia. Es decir, Antonio se quita el traje de abogado y se pone el de ser humano.
¿Es la novela, en parte, una crítica a los sistemas judiciales que no logran dar respuestas eficaces al crimen?
Absolutamente. El sistema judicial latino no está preparado para luchar contra el crimen. Contra este tipo de crimen. Antes el criminal era Odebrecht, delitos económicos. Hoy el crimen te mata. Y el sistema no está estructurado para jugar limpio contra quienes juegan sucio.
¿Se puede ganar jugando limpio a quienes juegan sucio? La respuesta es sí. Pero esas reglas también tienen que modificarse un poco. Es decir, no podemos ser tan puritanos de decir esto se puede hacer y esto no se puede hacer.
¿Qué tan importante fue para usted mostrar que, más allá del combate a las pandillas, la verdadera paz se construye con educación y oportunidades sociales?
Sí, es decir, ya logramos sacar la delincuencia de las calles, pero dales un ratito y ya vuelve a aparecer porque al final lo que tienes que atacar es el caldo de cultivo de la delincuencia.
¿Cómo haces que ese niño que tiene dos opciones, ser formal o ser delincuente, decida ser formal? Y los incentivos y los estímulos de ser un criminal son mucho más grandes que el ser formal. El gran proyecto del Estado es lograr que esos niños decidan huir del crimen y es la parte más difícil.
¿Qué espera que el lector ecuatoriano saque de 'Férreos ejércitos construirán el abismo'? ¿Una reflexión, una advertencia o una provocación?
A quienes han vivido o han tenido vidas trágicas y han visto horrores, les voy a abrir las heridas que creyeron que estaban cerradas. Y a quienes han tenido vidas hermosas, a quienes no han vivido horrores, ya llegó el momento de que dejen de mirar hacia otro lado cuando los horrores están pasando a la vuelta de la esquina.
Les estoy trayendo esa esquina para que vean lo que viven otros y que lo que está también a la vuelta de la esquina les puede pasar a ellos. Así que es un baño de realidad para refrescar horrores vividos y para hacer ver a la gente que hay horrores que están por vivirse.
A continuación puede ver la entrevista completa:
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