Controles, persecuciones y violencia: Así operan los militares en Nueva Prosperina, el distrito más violento de Ecuador
PRIMICIAS acompañó un recorrido militar en el distrito más violento de Ecuador. En Nueva Prosperina, donde se han registrado al menos 361 asesinatos en lo que va del año, las Fuerzas Armadas patrullan a diario las zonas tomadas por bandas criminales

Casas abandonadas rodean el sector de Nueva Prosperina, el más peligroso de Ecuador, el 13 de junio de 2025.
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Nueva Prosperina, el distrito más violento de Ecuador, ha sido escenario de algunos de los hechos criminales más impactantes del año: asesinatos en masa, desapariciones, ejecuciones y hallazgos macabros como los cuatro cuerpos encontrados en una cisterna el 6 de junio de 2025.
Esta zona, que representa el 30 % de los homicidios en Guayaquil y que, según el teniente coronel Cristhian Espinoza, jefe de patrulla, ha incrementado las muertes violentas en un 200 % respecto al año anterior, es patrullada desde enero de 2024 por grupos militares tras la declaración de conflicto armado interno en Ecuador.
Uno de esos recorridos tuvo lugar este 13 de junio. La escena en las calles es densa y silenciosa: locales cerrados, caminos de tierra, esquinas repletas de basura, casas sin pintar y otras tantas completamente abandonadas. En medio del polvo y la quietud, circulan dos camionetas de las Fuerzas Armadas.
Controles en zonas de riesgo
La patrulla se detiene en una de las llamadas “áreas cazadores”, puntos estratégicos donde se realizan controles vehiculares y corporales. Aquí, el sistema CAMEX (Control de Armas, Municiones y Explosivos) permite a las Fuerzas Armadas detener y revisar motocicletas y tricimotos, los medios más usados por los sicarios y extorsionadores.

La Policía, en cambio, opera con el sistema SIIPNE móvil, una herramienta automatizada que permite cruzar datos en tiempo real con la cédula del conductor y la placa del vehículo para verificar antecedentes penales, mientras los militares resguardan el procedimiento.
En Ciudad Victoria, por ejemplo, los Tiguerones Fénix imponen un cobro mensual de USD 30 por casa. De las 1.500 viviendas del complejo, solo 800 están habitadas. Las demás están vacías, desalojadas o en ruinas.
El teniente coronel Espinoza calcula que ese grupo recauda al menos USD 24.000 mensuales solo en ese punto. Y no son los únicos. Los Igualitos y los Fatales, facciones internas de los Tiguerones, también disputan territorio. A eso se suman los Lobos, en una guerra sin tregua.
Alarma ciudadana y persecuciones sin resultado
Durante el patrullaje, la alerta no tarda en llegar. Un grupo de vecinos sale al paso de las camionetas militares y avisa con tono urgente: unos hombres en moto acaban de disparar contra una vivienda que, aparentemente, no pagó la vacuna. Los militares reaccionan de inmediato.
Las camionetas giran, toman velocidad y se adentran por calles irregulares y sin asfaltar. Pero a los pocos minutos, se pierde el rastro. “Tienen la ventaja de la moto”, dice uno de los militares con frustración. “Salen soplados y se pierden”, añade otro.
Desde el inicio del conflicto armado interno decretado por el presidente Daniel Noboa, se han producido al menos 30 enfrentamientos armados en el distrito, con cinco delincuentes abatidos y sin bajas en las filas militares.

Un territorio bajo asedio
En la zona también se han documentado otros episodios de horror. El 6 de junio, por ejemplo, fueron hallados cuatro cuerpos dentro de una cisterna en una vivienda del distrito. Ese mismo año, el 6 de marzo, otra tragedia sacudió Nueva Prosperina: 22 muertes violentas se reportaron en puntos como Socio Vivienda, La Casuarina y La Entrada de la 8. El conocido “Canal de la Muerte”, antes temido por sus ahogamientos, ahora es lugar frecuente de hallazgos de cadáveres, víctimas de la criminalidad.
El trabajo de las Fuerzas Armadas, aunque limitado por la geografía y la falta de recursos, ha empezado a generar pequeños cambios. “Antes, los criminales ponían candado a las canchas para que nadie juegue si no pagaba vacuna”, relata el jefe de patrullaje. “Ahora, los fines de semana, poco a poco se ve a las familias salir a reunirse”. Lo llama un trabajo paciente, de hormiga, que poco a poco comienza a notarse.
El crimen como sistema
Pero no todo se resuelve con armas largas. El teniente coronel Espinoza advierte que la pobreza extrema, la deserción escolar, la drogadicción, el alcoholismo y la violencia intrafamiliar son el mejor caldo de cultivo para las bandas.
Aquí, el crimen organizado no solo trafica drogas, armas o secuestra: también hace de chulquero, prestando dinero con intereses abusivos a quienes no pueden acceder al sistema financiero.
En Nueva Prosperina, el miedo se respira. La violencia no solo se cuenta en muertos, sino en casas vacías, calles sin niños y miradas que bajan cuando una patrulla se acerca. En medio de este paisaje, los militares siguen patrullando, a veces con éxito, a veces con las manos vacías.

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