Martes, 14 de mayo de 2024

Del debate entre los presidenciables solo quedarán los memes

Autor:

Adriana Noboa

Actualizada:

14 Ago 2023 - 17:57

De los siete candidatos presidenciales que participaron en el debate, ninguno cumplió con las reglas del proceso. Tampoco hubo alguien que se dedicará a responder exactamente lo que le preguntaron.

Siete de los ocho candidatos presidenciales participaron en el debate presidencial, en Quito, el 13 de agosto de 2023.

Autor: Adriana Noboa

Actualizada:

14 Ago 2023 - 17:57

Siete de los ocho candidatos presidenciales participaron en el debate presidencial, en Quito, el 13 de agosto de 2023. - Foto: CNE

De los siete candidatos presidenciales que participaron en el debate, ninguno cumplió con las reglas del proceso. Tampoco hubo alguien que se dedicará a responder exactamente lo que le preguntaron.

Después del debate presidencial 2023, los votantes ecuatorianos se quedaron con una increíble colección de memes y stickers de los candidatos. Una vez más, las ideas, las acciones y estrategias de gobierno tuvieron poca cabida en la pantalla.

Esta es la segunda ocasión en la que la autoridad electoral organiza el debate presidencial, que es de carácter obligatorio. Pero, con la intención de impulsar la interacción entre candidatos, ausente en 2021, el intrincado proceso de preguntas y réplicas también causó problemas.

En un punto, no sólo se perdió uno de los candidatos, sino también los moderadores. Y la producción del programa tampoco pudo zanjar la notoria incertidumbre de las partes, en los momentos de confusión.

Y, al final, lo que quedó en la mente de los electores fue básicamente eso, los errores, las frases jocosas y los mantras memorizados. Porque, en algunos casos, los ofrecimientos de los candidatos ni siquiera constaban los planes de gobierno con los que se inscribieron.

Demasiadas candidaturas

Desde 1978, este es el séptimo debate en el que participan los candidatos presidenciales. Es decir, no es una costumbre de la democracia ecuatoriana que los aspirantes al sillón de Carondelet enfrenten sus ideas.

Además, desde que se volvió legalmente obligatorio, el mayor problema es la cantidad de postulantes que se presentan para las elecciones presidenciales. En 2021 fueron 16 candidatos, una cifra exagerada para un país con apenas 13 millones de votantes.

Esta vez fueron ocho los candidatos calificados, aunque el debate tuvo un atril vacío, donde debía estar Fernando Villavicencio, quien fue asesinado cuatro días antes y cuya ausencia se sintió en el transcurso de la noche, ya que su bandera de campaña eran las críticas frontales.

Pese a que hubo la mitad de participantes, resulta imposible crear un verdadero debate televisado entre tantos candidatos y garantizar igualdad de tiempo al aire. Por eso, el comité organizador intentó crear un mecanismo que se acerque al objetivo.

Fueron tres horas divididas en cinco bloques, donde todos tuvieron un minuto para responder la pregunta del comité y dos rondas de 45 segundos para responder las réplicas de sus contrincantes.

Por lo tanto, apenas tuvieron dos minutos y medio para exponer su plan de gobierno en cada una de las áreas. Además, mientras uno respondía, los candidatos que esperaban su turno de responder o replicar desaparecían por completo de la escena, incluso durante intervalos de más de 20 minutos.

Preguntas sin respuestas, réplicas sin sentido

Fueron pocos los momentos en que algún candidato decidía responder la pregunta planteada como tal.

Por ejemplo, al abrir el debate, la primera pregunta fue: ¿cómo desmantelará las mafias en las cárceles, cómo rehabilitará y reintegrará a los reclusos y cómo financiará estas medidas? Pero Jan Topic se limitó a decir que retomará "el control en las 36 cárceles", los otros 57 segundos fueron dedicados a pedir el voto y hablar de su experiencia y determinación.

Lamentablemente, esta fue la constante en la mayoría de respuestas, generalidades y aspiraciones o recuerdos de un pasado supuestamente mejor. Incluso cuando la pregunta pedía "tres medidas específicas" sobre un tema, casi ningún candidato enumeró acciones específicas.

También saltó a la vista que la mayoría de candidatos no se prepararon para hacer réplicas a sus contrincantes. Por ejemplo, la primera le tocó a Bolívar Armijos, quien fue interrumpido por el moderador y no supo qué preguntar después de eso.

Las réplicas más concretas vinieron, en su mayoría, del mismo Topic, de Otto Sonnenholzner y de Daniel Noboa.

Pero todos aprovecharon esta modalidad principalmente para lanzar acusaciones, no solo al candidato que debía responder, sino a los otros presentes. También, intentaron sacar partido para anunciar sus promesas de campaña y preguntar a sus contrincantes si están de acuerdo.

El gran ausente del debate fue el "cómo". Los ecuatorianos no recibieron respuestas concretas de los aspirantes presidenciales sobre cómo cumplirán con todas promesas que hicieron desde sus atriles.

Cifras y acusaciones sin contrarrestar

La principal ventaja de estar 'al aire' en este tipo de evento y espacio es que los candidatos pudieron afirmar todo lo que quisieron sin hacerse responsables de sus cifras y acusaciones, aunque pudiesen ser incorrectas.

Primero, ese no es el trabajo de los moderadores. Segundo, cuándo había acusaciones, y alguien quería responder, era interrumpido por "no contestar la pregunta", aunque solo haya sido una afirmación en su contra.

Y, tercero, muy pocos electores podrían saberse de memoria el costo de generación por kilovatio de electricidad, o la cifra de ecuatorianos muertos en conflictos bélicos, o si un gobierno "perdió" efectivamente USD 3.000 millones en seguridad, o si un candidato debe USD 32 millones al SRI.

Y, al final del debate, lo dicho en televisión nacional dicho está. Por más que se hagan réplicas posteriores o se desenmascare las cifras equivocadas, las ideas arrojadas por los candidatos ya quedaron en el aire.

El más atacado

La figura más atacada del debate ni siquiera es un candidato en la contienda presidencial. Todos los candidatos apuntaron el dedo y buscaron culpables, en vez de plantear soluciones concretas, más allá de las promesas generales y, por ende, vacías de sustancia.

Esta vez no fue la administración de Rafael Correa la que más críticas se llevó, ni la de Lenín Moreno, sino la del presidente saliente Guillermo Lasso.

Aunque casi no lo mencionaron con nombre y apellido, todos los candidatos coincidieron en que su gestión desde el Ejecutivo no fue lo que prometió en campaña y que deja muchos problemas graves del país sin resolver.

Incluso, las mismas preguntas, preparadas por el comité de debates y leídas por los moderadores, se dedicaron a señalar varias de las responsabilidades y deficiencias del gobierno que está por terminar.

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