Domingo, 28 de abril de 2024
Contrapunto

Clara Wieck, la niña prodigio y su historia con Schumann

Fernando Larenas

Fernando Larenas

Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.

Actualizada:

6 May 2023 - 5:27

Presionada por su padre, un vendedor de pianos, Clara Wieck (1819-1896) se convirtió en una niña virtuosa del piano; fue la protagonista de la mayor historia de amor musical del siglo XIX tras conocer a Robert Schumann (1810-1856).

Es el personaje más destacado entre ocho mujeres dedicadas a la música, en una época en la que ese arte estaba reservado solo para los hombres, sostiene Anna Beer en 'Armonías y suaves cantos, las mujeres olvidadas de la música clásica'.

Editado por Acantilado, Barcelona 2019, la autora afirma que Clara es una de las mujeres que se atrevieron a componer y fue tratada con condescendencia; porque hasta la vida sexual de ellas era objeto de escrutinio.

Su padre, Friedrich Wieck fue vendedor de pianos y profesor de música en Leipzig; se empeñó en conseguir que su hija se convirtiera en un fenómeno de la interpretación musical.

Y todo esto pese a que hasta los cuatro años Clara parecía que sufría de sordera y casi no pronunciaba palabras.

A los cinco años tocaba el piano de oídos (sin leer partituras) pequeñas obras, improvisaba temas propios o ajenos y a los 10 comenzó con intensidad clases de armonía, contrapunto y composición.

Anna Beer afirma que Clara Wieck fue una niña prodigio como intérprete de piano y fue también "una niña virtuosa como compositora para ese instrumento".

Una de sus primeras obras serias fue el 'Concierto para piano opus 7' que comenzó a escribir a los 13 años y que en la actualidad sigue presente en los repertorios de las grandes orquestas.

La obra es, según la autora, espectacular e innovadora, "un testimonio del virtuosismo y de la independencia musical de la compositora cuando aún era una adolescente".

Y causó confusión, resultaba poco creíble que la hubiera escrito una mujer, además desconocida aún en el ambiente musical alemán y europeo, afirma la escritora.

Robert Schumann había visitado por primera vez la casa de los Wieck cuando tenía 18 años, Clara había cumplido recién ocho.

Entre los 14 años y los 15 años las visitas de Robert a Clara se volvieron más frecuentes y así comenzó la historia sentimental de los dos músicos.

El padre de Clara se oponía a la relación, el lugar de Friedrich fue ocupado por Robert Schumann, de allí sale, según Cambridge Companion to Schumann la frase "la más célebre historia de amor romántico de la música occidental".

En ese libro, un equipo internacional de académicos explora el contexto cultural y poético, las fuentes de inspiración del repertorio de Schumann.

La oposición del padre de Clara, según Anna Beer, "avivó la llama del deseo y estimuló una correspondencia secreta entre Robert y Clara".

El matrimonio no sería nada fácil para Clara por su doble función de artista y ama de casa; embarazos continuos, angustia económica recurrente y la sífilis de Robert, que acabaría destruyéndolo física y mentalmente.

La crisis definitiva llegaría el 27 de febrero de 1854, cuando Robert se arrojó al Rin, lograron rescatarlo y de allí pasó directo a un asilo para tratar enfermedades mentales.

Robert Schumann murió en julio de 1856 y Clara, en lugar de sentarse a sufrir, seguiría dando conciertos hasta 1891, incluidas diecinueve giras por las islas británicas, pero su vida como compositora llegó a su fin.

Beer cita a la novelista británica George Eliot: "su marido se volvió loco y ahora tiene que buscar el sustento para sus ocho hijos", aunque sobrevivían siete, porque Emil había muerto.

Un dato no menos importante que destaca la autora es que el padre de Clara eligió para su hija el piano, porque se consideraba uno de los escasos instrumentos apropiados para las mujeres.

"La intérprete permanecía sentada y, por lo tanto, conservaba el decoro", era la burda explicación de la época.

La humilde hija de Friedrich triunfó no solo en las burguesas escenas musicales de Leipzig y Londres, sino en las aristocráticas de Dresde, Viena y San Petersburgo.

El rostro de Clara siempre había reflejado tristeza, jamás tuvo infancia: "su padre estaba determinado a convertirla en una virtuosa del piano y ella nunca conoció las delicias de la juventud", se concluye en esta investigación.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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