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El Chef de la Política

Más gobierno, menos consultas populares, menos TikTok

Santiago Basabe

Politólogo, profesor de la Universidad San Francisco de Quito, analista político y Director de "Pescadito Editoriales"

Actualizada:

25 jul 2021 - 19:05

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El Presidente Lasso ha iniciado su gestión con buenos augurios. Hay avances importantes en el proceso de vacunación, las designaciones ministeriales reciben pocas críticas y los indicios de mesura en cuanto al gasto público son algunos de los rasgos distintivos de estas primeras semanas de gobierno.

A lo dicho hay que sumar la mejoría en el precio internacional del barril de petróleo y la tregua otorgada por los diferentes frentes de oposición. Como consecuencia del escenario descrito, el Jefe de Estado ha mejorado sus niveles de aceptación popular y el triunfalismo cunde en Carondelet.

Tanto triunfalismo hay entre algunos funcionarios del Gobierno y sus comunicadores ad-hoc, los que sin ser parte del Ejecutivo se atribuyen la vocería en determinados temas mediáticos, que se empieza a posicionar la idea de que es un buen momento para la convocatoria a una consulta popular.

Sin embargo, desde otros sectores se cree que es el peor momento para una aventura de ese tipo.

Varias razones sostienen el argumento. Por un lado, si el principal desafío del país es la reactivación económica, la convocatoria a una consulta popular lo único que generaría es incertidumbre y contracción de las expectativas de inversión que podrían existir al momento.

En términos temporales, una decisión de este tipo no podría tomarse antes de que culmine la etapa inicial de la vacunación por lo que, aproximadamente entre septiembre y diciembre de 2021, la atención del país estaría más en la política que en la economía. Si el estribillo dice que los agentes económicos necesitan estabilidad, una consulta popular en este momento es la peor señal que se puede enviar a los distintos mercados.

Por otro lado, en el plano puramente instrumental, la pregunta que surge es: ¿sobre qué temas se pretende consultar a la población? Allí el Gobierno no tiene una respuesta. Lo único que se conoce al momento son las propuestas, demagógicas por demás, de reducir el número de asambleístas o de crear un Senado.

En el primer caso, si se compara el número de legisladores por cada cien mil habitantes entre los países de América Latina, Ecuador está entre los que tienen legislaturas más pequeñas por lo que por ahí no hay argumento.

Además, reducir casi a la mitad el número de asambleístas ocasionaría que cada uno de ellos represente a más electores, con lo que los vínculos entre mandante y mandatario se diluirían, generando problemas de representatividad.

En el segundo caso, un Senado podría ser una alternativa, si y solo si, previamente se reforma el Código de la Democracia en el sentido de controlar la existencia desproporcionada de organizaciones políticas. Como esa reforma, esa sí de fondo, no interesa a nadie, volver a la bicameralidad no cambiará en nada la relación entre Poderes del Estado sino que agregará un problema adicional de gobernabilidad entre cámara baja y cámara alta.

Para completar la liviandad de la propuesta, se dice que es por un tema de ahorro de recursos; sin embargo, lo que el país dejaría de gastar en asambleístas lo invertiría en senadores.

No se puede dejar de mencionar que, con tibieza, se menciona que uno de los puntos de la consulta popular estaría en el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social. Si bien esa institución debe desaparecer del ordenamiento constitucional porque atenta contra los principios elementales de la democracia moderna, no es el momento político y mucho menos económico para que el país se embarque en esa reforma.

Además, en el medio hay decisiones de la Corte Constitucional que, de cualquier forma, generarían ruido durante el proceso electoral y que solo llevarían a que se desnaturalice la idea fundamental: ese Consejo es una forma de cooptar la espontánea capacidad de asociación de la ciudadanía. Ya habrá momento para otra Constitución.

Finalmente, ¿quién le garantiza al Gobierno que una consulta popular le resultará favorable? La aceptación popular del Presidente Lasso puede cambiar en cuestión de días y valdría la pena no obnubilarse con lo puramente coyuntural.

De acá a la fecha de la eventual consulta popular hay al menos cinco o seis meses en los que mucha agua puede correr bajo el puente y muchas movilizaciones calentar las calles. Además, si entre las preguntas llegan a colocarse temas como la seguridad social o el régimen laboral, pues con mayor razón la consulta daría espacio para que las posiciones políticas salgan a relucir y, en ese punto, al Gobierno hay que recordarle que no tiene ni estructura partidista ni movilización social para enfrentar los embates de los opositores.

Es tales condiciones, ¿vale la pena arriesgarse a perder una consulta popular? En todo caso, si el Presidente Lasso se decide a jugarse esa carta debe tener presente que, desde todos los sectores de la oposición, posicionarán a ese proceso electoral como el gran espacio para que el NO sea el reflejo del rechazo al Gobierno y allí las posibilidades de perder se incrementan.

Pensar en una consulta popular cuando el país no ha dado aún los pasos mínimos para la recuperación del aparato productivo y cuando a la par el sistema carcelario se cae a pedazos, no solo puede ser tildado como un despropósito político sino, además, como una irresponsabilidad frente al duro momento que vive el país.

Quizás conviene que el Gobierno se concentre en lo que debe, que es administrar este difícil trance histórico, y que deje para otro contexto la idea de la consulta popular. Hay que dedicar más tiempo a gobernar y menos a aventuras como esta o como los espacios en TikTok, en los que los funcionarios públicos bailan y ríen frente al Pabellón Nacional.

Las formas, Presidente, las formas. Seguramente a la Casa Militar y a muchos ecuatorianos nos molesta la estrategia a través de la que sus asesores pretenden trivializar la política y los símbolos patrios.

El genial Alberto Einstein decía que locura es hacer lo mismo y esperar resultados diferentes. Si las consultas populares, en general, no han dado resultados positivos a los gobiernos y al país, ¿para qué insistir en lo mismo?

Presidente, deje de lado la novelería de la consulta popular y deje de lado también la novelería del TikTok. La campaña terminó.

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