Jueves, 02 de mayo de 2024

Autor:

Redacción Primicias

Actualizada:

21 Ene 2023 - 5:29

La familia es la principal motivación para subir a una cumbre

Destinos de alta montaña como el Cotopaxi, Chimborazo y Cayambe son los favoritos del andinismo ecuatoriano. Sus practicantes siguen meses de entrenamiento para conseguir la ansiada cumbre. Durante el ascenso se encuentran con retos físicos, emocionales o climáticos, los cuales los sobrepasan al enfocarse en su principal motor: su familia.

Juan Carlos Velasco, en la cumbre del volcán Cotopaxi.

Autor: Redacción Primicias

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21 Ene 2023 - 5:29

Juan Carlos Velasco, en la cumbre del volcán Cotopaxi. - Foto: Cortesía

Destinos de alta montaña como el Cotopaxi, Chimborazo y Cayambe son los favoritos del andinismo ecuatoriano. Sus practicantes siguen meses de entrenamiento para conseguir la ansiada cumbre. Durante el ascenso se encuentran con retos físicos, emocionales o climáticos, los cuales los sobrepasan al enfocarse en su principal motor: su familia.

En el país existen 160 guías certificados de la Asociación Ecuatoriana de Guías de Montaña (Aseguim), quienes conducen, entrenan, lideran y aconsejan a los grupos de andinistas.

Muchos de ellos comparten su amor por las montañas con sus familias o llevan amuletos y objetos para tenerlos siempre presentes.

Dina Oleas, de 36 años, conoció su pasión por el trail en 2020, justo antes de la pandemia. En este tiempo, ya ha hecho cumbre en el Cotopaxi, Cayambe, Tungurahua, Carihuairazo, Chimborazo, El Altar, Pasochoa e Ilinizas.

A pesar de estos logros, su paso por el andinismo no ha sido fácil. Toda su vida se enfrentó a la acrofobia (miedo a las alturas), lo que incluso le imposibilitaba cruzar puentes peatonales.

Oleas es técnica en seguridad industrial y este deporte nunca estuvo dentro de sus planes. “Cuando era niña mi papá me llevaba al Chimborazo, pero solo por dónde entraba el carro y de ahí hacíamos una caminata ligera. Nunca pensé en hacer esto”.

Dina Oleas junto a su familia en la cruz del cerro Ilaló.

Dina Oleas junto a su familia en la cruz del cerro Ilaló. Cortesía

Su pareja, Mauro Hidalgo, fue quien le ayudó a superar su fobia. “Mi esposo me decía: eres fuerte, tienes que superar tu miedo”.

Junto a él emprendió su primera cumbre: El Altar, un camino difícil, pero lleno de satisfacciones. “Fue la primera vez que vi tantas estrellas y verle al Altar de fondo, fue impresionante. Uno se vuelve como un niño chiquito”.

Para Oleas, la parte más demandante es el descenso debido al desgaste físico y emocional de todo el trayecto.

“Hay momentos en los que no importa nada, pero después te viene a la mente tu familia, tu esposo, tu hijo y ese es el impulso para bajar”.

Oleas siempre tiene presente a sus seres queridos, como también a sus raíces. Nació y creció en la parroquia San Luis, en Chimborazo. A su pueblo natal le dedicó la cumbre del volcán Cotopaxi en mayo de 2022.

'Maurito', su hijo de seis años, la anima a seguir con su nueva pasión. Juntos realizan entrenamientos en familia y viajan para hacer recorridos más sencillos. Ahora, Oleas motiva a sus amigos y compañeros de trabajo a hacer deporte y así fortalecer los lazos de amistad y respeto.

Amuletos

A Juan Carlos Velasco, de 52 años, desde niño le llamó la atención y se propuso subir las elevaciones más altas de su país.

Hasta el momento ha hecho cumbre en el Cotopaxi, Tungurahua, Rucu Pichincha e Iliniza Norte. Subir el Cayambe es su próximo objetivo, en el que le acompañarán sus amuletos de la suerte.

Velasco tiene dos objetos indispensables para ir a una montaña: un collar y una pulsera. Estos tienen un valor sentimental y simbólico: representan el amor a su familia.

El collar está compuesto por un dije tallado en una semilla de coco y representa el trisquel, un símbolo celta que simboliza la perfección, el movimiento y el equilibrio.

“Siempre he llevado a las cumbres este collar que le compré a mi hija, así la tengo presente en los momentos más retadores”. Una vez que regresa a casa, le devuelve el collar “recargado de buenas energías”.

Otro de sus objetos indispensables es la pulsera de ojo de tigre o piedra de la libertad, a la cual se le otorgan cualidades protectoras y de energías positivas.

“A estos objetos les atribuyo un poder familiar y personal. En la montaña todos hacen lo mismo, unos llevan peluches, otros fotos de los papás”.

El equipo de montaña y los amuletos de Juan Carlos Velasco.

El equipo de montaña y los amuletos de Juan Carlos Velasco. Cortesía

Al igual que Oleas, Velasco le ha dedicado la cumbre a otra parte importante de su vida, su trabajo.

En 2008 fundó su empresa de productos de ortopedia y rehabilitación y ha sido uno de sus mayores orgullos.

En mayo de 2022 alzó la bandera de su empresa familiar en la cumbre del Cotopaxi. La compañía lleva el nombre de su hija.

“En mis mejores momentos me acuerdo de lo que he logrado en mi vida y eso me motiva a continuar”, dice con orgullo.

Según Velasco, el andinismo es mucho más que estar en forma, “No todo es físico, la capacidad mental y los buenos pensamientos son esenciales. Mis familiares admiran el esfuerzo y la dedicación que tengo”.

La motivación

Edgar Chuquilla, de 50 años y auxiliar de fisioterapia, siempre se dedicó al atletismo, pero durante la pandemia, por falta de actividad física, se enfermó y decidió incursionar en el andinismo.

Lleva tres años en el deporte y recientemente alcanzó las 100 cumbres al culminar el recorrido del Integral Pichincha. Este comprende el Rucu Pichincha, el Padre Encantado y el Guagua Pichincha.

“Un día solo lo pensamos y luego lo conseguimos. Siempre las montañas están ahí para conquistarlas”.

Para Chuquilla, el andinismo es un reto físico y mental que se consigue gracias al amor incondicional de la familia. “Ellos son los primeros que nos dan el apoyo moral”.

Su principal inspiración es 'Patito', su hijo de 18 años, quien tiene síndrome de Down y que al igual que su padre disfruta de la naturaleza y el andinismo.

Juntos han subido la cumbre del Rucu Pichincha y han competido en carreras y caminatas. Lo considera su “compañero de aventuras”.

En el entorno desgastante de la montaña también ha encontrado sostén en sus compañeros. En los trayectos de alta montaña los andinistas se agrupan por cordadas de tres que incluyen al guía y dos acompañantes.

Edgar Chuquilla y su hijo Patricio en la cumbre del Rucu Pichincha.

Edgar Chuquilla y su hijo Patricio en la cumbre del Rucu Pichincha. Cortesía

Después de su ascenso al Cotopaxi, uno de sus compañeros le regaló un buff, el cual ha llevado a sus 10 últimas cumbres como símbolo de amistad. “Conocemos a gente especial, hacemos grandes amigos”.

En 2023 tiene el objetivo de coronar el Huascarán en Perú con el apoyo de su familia y amigos.

*Escrito por Victoria Velasco, estudiante de periodismo de la Universidad San Francisco de Quito.

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