El indiscreto encanto de la política
El regreso del “pacto de la regalada gana”

Catedrático universitario, comunicador y analista político. Máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca.
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En los noventa, Abdalá Bucaram y Jaime Nebot, entonces enemigos acérrimos, sellaron un escandaloso acuerdo para repartirse, entre roldosistas y socialcristianos, las principales instituciones del Estado y sus cuotas de poder.
Ante la inevitable pregunta sobre los motivos de aquella sorpresiva negociación, los involucrados, sin eufemismos, lo llamaron “el pacto de la regalada gana”.
Tres décadas después, el espíritu de “la regalada gana” regresa con fuerza.
Para aprobar el nuevo Código de la Democracia, el oficialismo de Daniel Noboa y el correísmo —dos fuerzas que hasta hace poco se acusaban mutuamente de los peores pecados políticos— votaron juntos, en un inédito acto de reconciliación legislativa.
¿La razón? Uno de los artículos del nuevo Código modifica el método de asignación de escaños: reemplaza el sistema Webster (más proporcional) por el método D’Hondt, que favorece a los partidos grandes (es decir, a ellos) y excluye a los pequeños.
Todo esto —según los artífices de la reforma— en nombre de la “gobernabilidad, la representación democrática y el fortalecimiento de la democracia”, y otros lugares comunes reciclados que ya nadie escucha con atención.
Con este cambio, la correístas y noboístas nos arrastran hacia una democracia bipartidista forzada, donde los extremos se reparten el tablero y excluyen a las voces emergentes, ciudadanas o locales.
D’Hondt premia la concentración del voto, castiga a las minorías y constituye una forma elegante —pero efectiva— de cerrarle la puerta a la renovación política. No por nada, años atrás, fue declarado inconstitucional en Ecuador.
En las elecciones legislativas de 2023, por ejemplo, los 15 escaños se repartieron entre seis organizaciones políticas. Si se hubiese aplicado D’Hondt, solo cuatro habrían alcanzado representación.
En 2025, bajo el nuevo método, ADN y RC5 se habrían repartido 8 y 7 escaños, respectivamente, dejando fuera a los socialcristianos.
El pacto no ha muerto: solo ha cambiado de traje. Ahora se disfraza de técnica electoral y eficiencia institucional.
Pero la esencia es la misma: repartirse la democracia y asegurarse de que nadie más entre al juego.
Porque la democracia, también se defiende en los detalles.