El indiscreto encanto de la política
Todo ciclo político tiene un punto de quiebre: el de Daniel Noboa llegó este domingo
Catedrático universitario, comunicador y analista político. Máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca.
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La derrota del Gobierno en las cuatro preguntas de la consulta popular no es un tropiezo menor. Es un punto de inflexión.
Un parteaguas que obliga a releer la relación entre Daniel Noboa y el país, y que marca el cierre de una etapa sostenida en la narrativa de la “mano dura”, la comunicación política intensiva y el desgaste del clivaje agotado “correísmo–anticorreísmo”.
El mensaje de las urnas es contundente: no se gobierna solo con relatos.
Noboa, desde una postura de superioridad moral, intentó blindarse con una estrategia de polarización que dividía al electorado en “ellos o nosotros”, fusionando en ese “ellos” al correísmo, al crimen organizado, al narcotráfico e incluso a la oposición democrática.
Pero la ciudadanía no compró esa dicotomía. No lo hizo porque el voto del domingo provenía de otro lugar: de la inseguridad que no cede, del encarecimiento de la vida, de la subida del IVA y del diésel, del cansancio ante la prepotencia política y del uso sistemático de la comunicación como sustituto de gestión.
Cuando la vida cotidiana aprieta, los simbolismos pierden fuerza y los atajos emocionales dejan de funcionar.
La jornada electoral dejó otras lecciones. El clientelismo de nueva generación —bonos, becas, décimos anticipados, conciertos— es más vistoso que efectivo. La saturación de microcampañas, trends e influencers improvisados no logró revertir el humor social.
Incluso la desinformación oficial chocó de frente con una realidad obstinada: homicidios al alza, masacres recurrentes, ejecución presupuestaria estancada, gestión ministerial débil y decisiones macroeconómicas que aún no se sienten en el bolsillo de las familias.
Esa brecha entre discurso y datos terminó por erosionar la credibilidad del mensaje oficial.
¿Qué viene ahora? Tres escenarios inmediatos: posibles fracturas internas, una crisis de expectativas dentro del propio oficialismo y una presión creciente para redefinir prioridades.
Si Noboa aspira a recuperar estabilidad, deberá cambiar de libreto: menos giras al exterior y más presencia territorial; fortalecer la gobernanza; sustituir el espectáculo comunicacional por gestión pública efectiva; abandonar la confrontación como reflejo automático; y asumir una necesaria dosis de humildad política.
En síntesis: menos marketing y más Estado.
El plebiscito ya pasó. Lo que el país espera ahora es gobierno.