El indiscreto encanto de la política
La tinta voladora y el verdadero #MegaFraudeEcuador

Catedrático universitario, comunicador y analista político. Máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca.
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La campaña digital del correísmo, #MegaFraudeEcuador, no reveló un fraude electoral, sino un “megafraude intelectual”: la habilidad de maquillar un disparate y venderlo como verdad política.
Con ese propósito, la Revolución Ciudadana lanzó el 31 de agosto una estrategia destinada a resucitar la vieja tesis de Rafael Correa sobre la supuesta manipulación de las últimas elecciones presidenciales.
El libreto fue predecible. Una entrevista hecha a la medida, que comenzó con un baño de elogios al líder histórico de la RC, avanzó con críticas al gobierno de Daniel Noboa y concluyó con la pieza central del relato: la célebre “tinta voladora”.
Lo inquietante de este sainete audiovisual no es la extravagancia del argumento, sino la obstinación en presentar la supuesta transferencia de tinta en la papeleta como una verdad científica.
El guion incluso recurre a clips y escenografías propagandísticas que evocan los viejos documentales de química de finales del siglo pasado.
Todo se resume en un pobre intento de dar un barniz de rigor a lo que no pasa de ser un endeble recurso narrativo.
Por lo descrito, resulta evidente que el supuesto fraude no busca alterar actas, urnas o resultados, sino manipular el sentido común de las bases: transformar la sospecha en certeza para mantener cohesionada a la militancia dura en tiempos de desgaste interno.
En la coyuntura actual, la filtración de la carta firmada por el alcalde de Quito y varios prefectos no fue una invitación al diálogo, sino un movimiento calculado para marcar distancia de Correa sin romper formalmente con él.
En ese contexto, el expresidente busca reafirmar su autoridad y recuperar el control de la organización.
En definitiva, el verdadero megafraude es intelectual: convertir un absurdo en dogma y pretender que la fe militante sustituya a la autocrítica.
Pero la militancia, aunque leal, no es ingenua.
Y aunque la tinta vuele, lo que se evapora, de forma inevitable, es la credibilidad.