El indiscreto encanto de la política
El Tercer Ecuador: crónica de los no alineados

Catedrático universitario, comunicador y analista político. Máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca.
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Tras la Guerra Fría, el mundo se dividió en dos bloques: el capitalista y el comunista, el Primer y el Segundo Mundo.
A quienes no se alineaban con ninguno, se los agrupó bajo una etiqueta ambigua pero reveladora: el Tercer Mundo.
Hoy, en nuestra república bananera, las viejas tensiones entre Washington y Moscú encuentran su parodia doméstica en los sainetes diarios entre Carondelet y Bruselas.
Noboístas y correístas, oficialismo y oposición: dos bloques que se aborrecen en público pero se entienden en privado; que se acusan de todos los pecados políticos mientras reparten el Estado como dos viejos socios que ensayan la enemistad con disciplina teatral.
Un Primer y un Segundo País.
De ese conflicto binario emerge también un Tercer Ecuador: el de los no alineados.
¿Quiénes lo habitan? Ciudadanos que no veneran ni la corona de Noboa ni el retrato colgado del caudillo en Bruselas.
Gente que no comulga con la pulsión autoritaria, ni con el desprecio sistemático a la Constitución, ni con la voracidad de quienes entienden la política como una maquinaria para concentrar todo el poder.
Son los indignados sin micrófono. Los críticos sin partido. Los que ven cómo la historia se repite, pero con menos épica y más cinismo. Y que, pese a todo, no se resignan.
No. Este Tercer Ecuador no puede seguir encerrado en el lamento solitario del tuit ni en la catarsis reciclada del comentario indignado.
Hace falta organización política y encuentros reales entre actores diversos que se atrevan a imaginar y construir un proyecto republicano, plural y democrático.
Un proyecto que defienda la Constitución y los contrapesos, que respete las reglas del juego incluso cuando pierde, y que no haga del poder un culto ni del adversario un enemigo irreconciliable.
El Tercer Ecuador existe. Está harto, pero no vencido. Disperso, pero no inmóvil.
Solo falta que se reconozca, se organice y, sobre todo, se atreva.