El Chef de la Política
Los costos políticos del divorcio
Politólogo, profesor de la Universidad San Francisco de Quito, analista político y Director de "Pescadito Editoriales"
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Cuando la relación se vuelve insostenible, el divorcio es una opción. En política no es muy diferente. Los que se quedan asumen costos y los que se van, también. Los beneficios se suman de lado y lado, desde luego. El ejercicio de valorar quién ganó más, es cuestión de tiempo. Una vez que el furor pierda intensidad, y eso en política se llaman procesos postelectorales, se podrá tener una valoración más real de los coletazos del entuerto. Eso sí, hay hechos que pueden servir para proponer algunos escenarios. Nada de futurología, simplemente conjeturas razonadas. Conjeturas basadas en lo que la realidad expone.
Primera: nadie que se haya divorciado de RC y la RC ha podido llegar a un cargo de elección popular por sí mismo. La lista es larga e irrelevantes los nombres. Los hechos, que hablan sin necesidad de personalizar la discusión, dan cuenta de que separarse del líder y su organización no trae buenas consecuencias, al menos en el plano electoral. El arrastre de votos que genera RC y la RC están ahí, presentes, sin mayores variaciones a lo largo de los últimos años. Tres presidenciales seguidas en segunda vuelta no son poca cosa y aunque se puede decir también que son tres pérdidas consecutivas, lo de fondo es que ahí hay apoyo popular. El motivo de ese apoyo, por ahora, es harina de otro costal.
Segunda: deficiencias de por medio, solamente la RC tiene estructura partidista para enfrentarse electoralmente al gobierno. El corolario de lo dicho es que, si quieres seguir con vida política, el divorcio te debe conducir a un maridaje con ADN. Ahí hay que valorar si la relación de la que sales es peor que a lo que te vas a enfrentar. Muchos arrepentidos pululan por ahí, tratando de congraciarse nuevamente. Todo tiempo pasado fue mejor, dirán unos. Es preferible malo conocido que bueno por conocer, propondrán otros. Lo cierto es que ahora mismo, y quizás por un buen tiempo más, lo que hay son dos estructuras de competencia electoral, unas poquísimas con interés de levantar cabeza y otras más, la mayoría, pensando seriamente en las honras fúnebres de sus raquíticas organizaciones.
Tercera: Aunque la RC requiere urgentemente replantear su ideario político, a la fecha es una de las poquísimas estructuras electorales que tiene un modelo de desarrollo en lo económico y social. Esto no es un detalle pues, el que se divorcia de RC y la RC, debe tener en mente una estrategia para posicionarse ideológicamente de forma tal que, ante el electorado, su oferta sea diferente, pero no tan diferente. Ese ejercicio de pensar más allá de las redes sociales no es simple pues implica estudio y dedicación, dos características en proceso de extinción entre quienes hacen vida política en el país. El carisma importa, pero el carisma con ideas de por medio, importa más.
Por lo dicho, en lugar de desgañitarse pensando si este es el momento de declive o no de la RC, la escuálida oposición política y mediática debería proponerse construir un proyecto alternativo. Un proyecto en el que exista estructura, ideas y liderazgos. Cuesta arriba el ejercicio, naturalmente que sí. Cuesta arriba, pero imprescindible pues si la alternativa es ir, como hasta ahora, cuesta abajo, limitándose a criticar a la RC sin proponer algo en concreto, las próximas elecciones volverán a reproducir lo ocurrido ya en las últimas presidenciales. En síntesis: dos estructuras capturando buena parte de la arena político electoral. No bipartidismo, porque para que eso ocurra se necesitan partidos, que acá no hay. A veces lo intuitivo no da cuenta de la realidad.
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Los hechos discutidos llevan a que muchos con deseos de divorciarse de RC y la RC lo piensen dos veces antes de dar el paso. Aunque tendrían ganas de liberarse de una buena vez de ese vínculo, las tres motivaciones expuestas los lleva a pensar que en ocasiones es preferible mantener un matrimonio díscolo que garantiza supervivencia política. Nada de relaciones abiertas, eso se paga y con creces. Testimonios de libertinos castigados, abundan. Este es un matrimonio tradicional en el que, si bien las diferencias pueden ser enormes o abiertamente insalvables, ante el público, el electorado diríamos, hay que mantener las formas.