¿Marcela Aguiñaga tiene razón? Estos son los cuatro puntos más candentes que pueden condenar al correísmo a la autodestrucción
La relación con Venezuela y la desconexión de los jerarcas del Revolución Ciudadana con sus alcaldes y prefectos ahondan la crisis del principal movimiento de oposición en Ecuador.

Retratos de Luisa González, Rafael Correa y Marcela Aguiñaga, figuras de Revolución Ciudadana.
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El cisma casi religioso que sufre Revolución Ciudadana puede llevar al principal movimiento de oposición de Ecuador a su autodestrucción o, por lo menos, a su disminución. Por supuesto, el Gobierno de Daniel Noboa le ha endosado fuertes golpes políticos (y judiciales) que han contribuido a su crisis, pero los embates gubernamentales no serían mayor problema sino fuera por la crisis interna del correísmo.
La prefecta del Guayas, Marcela Aguiñaga, una figura presidenciable y de trayectoria en Revolución Ciudadana, ha sido la voz más clara y firme al ventilar en público sus diferencias con los jerarcas del movimiento. No obstante, el peso de sus palabras no proviene solamente de su mera autoridad, sino en que representa a un sector descontento del manejo de la organización. Por eso, Aguiñaga no ha sido expulsada: sería darle la razón y convertirla en mártir y, peor aun, en rival.
La polémica con Aguigaña y otras figuras de Revolución Ciudadana ha servido para detectar los cuatro puntos más candentes del debate dentro de esa organización, que anunció una convención nacional para noviembre con el objetivo de resolver esta agria disputa, de cara a las próximas elecciones de alcaldes y prefectos de 2027.
La cercanía a Venezuela
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En estos momentos, nada huele peor en América Latina que el presidente venezolano Nicolás Maduro. Estados Unidos enfila denuncias, sanciones e incluso cañones hacia Caracas y podría desatarse un conflicto como el que vivió Panamá por culpa de Manuel Noriega en 1990. El Gobierno de Daniel Noboa ha plegado a la narrativa de Donald Trump y saldrá del pacto migratorio con Venezuela. Pero Rafael Correa, el líder máximo de Revolución Ciudadana, sigue empeñado en defender a Maduro, además de que confesó que dos de sus antiguos ministros de Finanzas asesoran al régimen venezolano, tildado de dictatorial o, al menos, ilégitimo, por gran parte de la comunidad internacional.
Al movimiento le urge alejarse de Maduro y reorientar su prédica política hacia las posturas de líderes más moderados de la tendencia, como Lula. Es inaceptable, de cara a la democracia, que ningún partido tenga empleados trabajando para Maduro. Esa cercanía al régimen de Venezuela explica en parte la derrota electoral de Luisa González en las dos elecciones presidenciales. Pero González se mantiene cerca del español Fernando Casado, turista de revoluciones ajenas y defensor a ultranza de Maduro que la acompaña en su actual gira por Europa. ¿No hay ideólogos propios en Revolución Ciudadana?
Desconexión del partido con alcaldes y prefectos
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Marcela Aguiñaga explicó que la carta colectiva enviada a Rafael Correa (pero filtrada posteriormente, nade sabe por quién) intentaba hacerle notar al líder la enorme desconexión que existe entre las autoridades del partido con los alcaldes y prefectos del correísmo. En otras palabras, el movimiento no logró articularse adecuadamente con sus prefectos y alcaldes, y se percibe un verticalismo en Revolución Ciudadana inadecuado para una organización que se consideraba más bien horizontal, al estilo de la Conaie, donde las bases son vitales.
La prefecta ha señalado que los jerarcas del partido no han calibrado adecuadamente las diferencias entre ser legisladores y ser autoridades locales, quienes son las que realmente trabajan (o deberían hacerlo) con las bases. El movimiento solamente trata a esas autoridades como fichas de una empresa política. O, de plano, como describieron en la famosa carta, los ignoran. Aguiñaga ya no charla con González.
El ejemplo más notable de esta distancia: en la noche de los resultados presidenciales de segunda vuelta, Luisa González denunció el supuesto fraude electoral, una medida que ni se anunció ni se consultó a los militantes que ejercen como alcaldes y prefectos, los cuales incluso ya habían felicitado a Daniel Noboa por su triunfo.
La teoría del fraude
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Insistir en que el Gobierno de Daniel Noboa es ilegítimo por un fraude basado en una tinta que baila hubiera sido la base para una ácida novela política de Alejo Carpentier o Miguel Ángel Asturias. Pero esto ha generado un enorme problema a los alcaldes y prefectos de Revolución Ciudadana, que de todos modos deben lidiar con el Gobierno central para el éxito de sus funciones. Por eso, el régimen mira con absoluto recelo a esas autoridades y parece empeñado en descarrillar las candidaturas para la reelección de Pabel Muñoz en Quito y Aquiles Alvarez en Guayaquil.
Además, Luisa González actúa más como candidata presidencial y vocera de Correa que como lideresa del movimiento. Incluso usa camisetas con frases electorales del expresidente en sus giras por el país, pero persiste en mantener distancia con sus detractores. ¿Esas frases, casi todas copiadas, son la base de la doctrina de Revolución Ciudadana?
¿Quién decide qué es el "correísmo"?
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La figura de Rafael Correa es importante para Revolución Ciudadana, pero se ha convertido al mismo tiempo en un problema, pues el movimiento nació como un proyecto articulado socialmente y, tras los 10 años de presidencia de Correa y luego de estos casi ocho años en la oposición, ha derivado en un partido tradicional, con un líder que luce como incuestionable. Si las personas son transitorias y las instituciones son permanentes, ¿qué hace Rafael Correa digitando todo desde Bélgica? Esto específicamente no lo ha cuestionado Marcela Aguiñaga, pero resuena entre los militantes que desean apegarse al ideario oficial del año 2021.
La duda existencial es si Revolución Ciudadana es un movimiento de izquierda progresista o si se convirtió en el reflejo del pensamiento de una sola persona, como en su momento lo fue el velasquismo. La misma Luisa González ha hablado de que los militantes deben ser "correístas" o irse del movimiento, y los medios de comunicación hablan de "correísmo" en lugar de "progresismo" o "socialismo" o cualquier categoría política. La razón: la figura se comió al partido.
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