El presidente Daniel Noboa cumple dos años de gestión con un creciente malestar expuesto en las urnas
Las crisis de inseguridad y de salud pública; un gabinete voluble; planes y promesas que palidecen se apilan en dos años de Gobierno, este domingo 23 de noviembre.

El presidente Daniel Noboa habla en un acto realizado en Cuenca, el 1 de noviembre de 2025.
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El presidente Daniel Noboa cumple dos años de gestión en silencio, este domingo 23 de noviembre de 2025. Después de la derrota en la consulta popular y referendo, el Primer Mandatario desapareció de la escena pública toda la semana. Una publicación digital, un hermético viaje oficial a Estados Unidos y ocho designaciones de nuevos ministros fueron los únicos rastros que dejó.
El rechazo ciudadano a las cuatro propuestas —instalar bases militares extranjeras, eliminar el financiamiento estatal a las organizaciones políticas, reducir asambleístas y redactar una nueva Constitución— tomó por sorpresa al oficialismo, que tuvo que cancelar las celebraciones el pasado domingo 16 de noviembre.
Ese resultado electoral desvaneció el triunfalismo en el oficialismo tras haber logrado frenar la convocatoria a un paro nacional que no despegó.
La eliminación del subsidio al diésel, con las subsiguientes manifestaciones, fueron solamente parte de la lista de medidas y acciones del segundo periodo del Gobierno del "nuevo Ecuador" que podrían haber contribuido al descontento de la población.
Esto debido a que, aunque el presidente Noboa asumió el cargo el 24 de mayo de 2025, después de derrotar al correísmo por segunda ocasión consecutiva, su gestión realmente empezó el 23 de noviembre de 2023, cuando llegó a Carondelet la primera vez.
En ese entonces, después de la crisis de gobernabilidad que obligó a Guillermo Lasso a terminar su periodo de manera anticipada, la expectativa de un cambio hizo que la ciudadanía respalde las primeras decisiones del Mandatario.
Esto incluyó estrategias secretas sin resultados visibles, como el Plan Fénix, y polémicas medidas, entre ellas, la declaratoria de un conflicto armado interno, el incremento del IVA y su primera consulta y referendo.
De igual forma, y con la venia del correísmo, llegó la aprobación de leyes con llamativos nombres como la de Eficiencia Económica y Creación de Empleo, la "no más apagones" y la de Ahorro y Monetización.
Pese a las críticas y las crisis sin resolver, la popularidad de Noboa siguió en auge, principalmente por la promesa de un "nuevo Ecuador", de la mano de un presidente 'cool' que dominaba las redes sociales. Y, como lo describió a PRIMICIAS el analista Gustavo Isch, "la ciudadanía tuvo mucha paciencia con la curva de aprendizaje del joven Mandatario".
El único freno que le pusieron los ecuatorianos fue la negativa a sus propuestas económicas en su referendo 2024, sobre el trabajo por horas y el arbitraje internacional. En los temas de 'mano dura' le dieron el voto, esperando el ofrecimiento de disminuir la violencia y frenar al crimen organizado.
Y pese a que eso no se concretó, los votantes dieron otra oportunidad a Acción Democrática Nacional (ADN), mantuvieron en la Presidencia a Noboa, por encima de la heredera de Rafael Correa, y además le dieron una numerosa bancada legislativa.
Sin embargo, en este segundo periodo y con cuatro años por delante, desde Carondelet salieron a la luz los nuevos planes del Gobierno y empezó la radicalización de sus medidas. Llegó, por ejemplo, otro plan con los mismos defectos del de seguridad: el de Eficiencia Pública.
El Ejecutivo y su mayoría en la Asamblea no solo cerraron puertas de diálogo, aislaron a la oposición y quemaron puentes con sectores sociales, sino que empezaron a moldear una cuestionada legislación y administración pública, con beneficios para ciertos sectores (como una nueva condonación de deudas tributarias) y vigilancia, perjuicios y sanciones para otros.
Además, en estos dos años, el Ejecutivo no ha aceptado sus errores o excesos, ni siquiera en casos extremos como el de la muerte de cuatro niños y adolescentes en Guayaquil, en el denominado caso los Cuatro de las Malvinas", menos aún ante la reciente derrota electoral. En cada problema y crisis, el Gobierno ha buscado culpables externos o, incluso, ha lanzado acusaciones contra funcionarios elegidos por el mismo Mandatario.
Pasó con el divorcio político con la exvicepresidenta Verónica Abad, el Ejecutivo la acusó de un intento de golpe de Estado, que no han podido probar. En la crisis eléctrica derivaron la culpa hacia la entonces ministra de Energía, Andrea Arrobo, a la que achacaron un supuesto sabotaje.
Después de que el mismo Noboa criticó abiertamente a otros mandatarios de la región, el oficialismo alegó que la oposición legislativa quería declararlo incapaz mental, para quitarle el poder.
La teoría del sabotaje resurgió con el histórico desastre ambiental en Esmeraldas, tras la rotura del SOTE, que contaminó con petróleo tres playas y dejó sin agua a Quinindé. Mientras Petroecuador hablaba de un deslizamiento de por las lluvias, el Ejecutivo afirmó que fue provocado.
Las denuncias también apuntaron a tapar errores legislativos. El Gobierno acusó al anterior secretario de la Asamblea Nacional de arrogarse funciones, cuando le devolvió un decreto por incumplir con la normativa vigente. Lo mismo hizo el oficialismo con la Corte Constitucional, cuando frenó sus propuestas que retrocedían derechos o contradecían la Constitución.
En el último paro, el Mandatario afirmó que el Tren de Aragua financiaba las protestas y la Fiscalía no pudo sostener la acusación. También pasó con la denuncia por un intento de asesinato, tras el ataque a la caravana presidencial.
A esto se sumaron las decepciones por las promesas fallidas, que minaron la credibilidad de Noboa: reducir las muertes violentas, controlar y mejorar las cárceles, no subir impuestos, mantener el subsidio al diésel, reducir el costo de la electricidad, disminuir el desempleo juvenil, equiparar la jubilación mínima a un salario básico...
Sin contar que el Ejecutivo tampoco ha respondido por la creciente crisis de seguridad, que perfila a 2025 como el año más violento de la historia; ni la crítica situación de los hospitales públicos, sin insumos, medicinas, especialistas y hasta comida. Menos aún por las acusaciones contra funcionarios de su gabinete.
Así, después de un ascenso vertiginoso al poder, lleno de popularidad, los más ambiciosos planes del presidente Daniel Noboa quedaron truncados en las urnas, y fueron sepultados durante una semana de absoluto secretismo sobre su agenda de trabajo. Por lo que queda la incógnita de cómo será su gestión con el arranque de este tercer año en Carondelet.
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