Proteccionismo: cuando el remedio de las salvaguardias es peor que la enfermedad
Entre 2015 y 2017, el Gobierno de Ecuador aplicó salvaguardias temporales sobre un tercio de las importaciones. La medida generó aumentos de costos, caída en ventas y cierre de empresas, afectando incluso a firmas que no importaban directamente.

Ecuatorianos trabajando en una industria de procongelados.
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Flickr Ministerio de Producción.
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El proteccionismo ha vuelto a ocupar un lugar central en la política económica internacional. En abril de 2025, la administración del presidente Donald Trump anunció un nuevo paquete de aranceles dirigidos a países con los que Estados Unidos mantiene déficits comerciales. Esto abrió la puerta a que más gobiernos se interesen en imponer barreras al comercio con el objetivo de proteger industrias locales, corregir desequilibrios externos o estimular la producción nacional.
Ecuador no ha sido la excepción. En febrero de 2025, en el contexto del deterioro de las relaciones diplomáticas con México, el gobierno de Daniel Noboa anunció un arancel del 27% sobre las importaciones provenientes de ese país. Además, a partir de este lunes, 16 de junio, entra en vigor un recargo fijo de USD 20 para los paquetes 4x4 enviados por mensajería acelerada o courier.
Según el Ejecutivo, la medida busca proteger el empleo formal y la producción nacional, fomentar un comercio justo y equitativo, evitar el uso comercial no regulado del régimen 4x4 y corregir distorsiones de mercado que afectan a importadores formales.
Pero la experiencia ecuatoriana entre 2015 y 2017, marcada por la aplicación de medidas proteccionistas —en particular, salvaguardias sobre cerca de un tercio de las importaciones—, deja una advertencia clara: aunque se logró reducir las compras externas, los insumos se encarecieron, las ventas disminuyeron y el empleo se contrajo.
Las salvaguardias en retrospectiva: cómo y por qué se aplicaron
A partir de 2014 Ecuador enfrentó una combinación de shocks externos que pusieron en aprietos su balanza de pagos: el desplome del precio del petróleo —fuente clave de divisas para el país— y la apreciación del dólar en los mercados internacionales. Al estar dolarizado desde el año 2000, Ecuador no podía recurrir a herramientas tradicionales como la devaluación o la expansión monetaria. Frente a esta rigidez, el Gobierno optó por una medida poco común: aplicar salvaguardias.
La decisión, adoptada en marzo de 2015 con respaldo de la Organización Mundial del Comercio (OMC), contemplaba recargos temporales que iban del 5% al 45%, con mayor peso sobre bienes de consumo. La medida se justificó como un instrumento para frenar la salida de divisas y estabilizar las cuentas externas, en un contexto de caída de ingresos fiscales. Aunque inicialmente se preveía su eliminación en 2016, el terremoto de abril de ese año llevó a extenderla hasta mediados de 2017.
La aplicación de estas salvaguardias fue amplia pero no uniforme. Mientras que sectores como el agrícola estuvieron menos expuestos, otros —como el comercio y la industria— enfrentaron mayores presiones, tanto por la naturaleza de los bienes que importaban como por su participación en cadenas de valor dependientes de insumos del exterior.
Esta medida marcó el retorno de los aranceles como instrumento de política económica en un país dolarizado. Un retorno que, si bien buscaba corregir desequilibrios externos sin provocar tensiones diplomáticas, también reconfiguró los incentivos y condiciones bajo los que operaban miles de empresas en el país.
¿Cuál fue el impacto de las salvaguardias?
Las salvaguardias aplicadas entre 2015 y 2017 no fueron neutras para el tejido productivo del país. Aunque redujeron el volumen de importaciones, sus efectos sobre las empresas fueron, en muchos casos, adversos y persistentes. La medida afectó tanto a firmas directamente expuestas —aquellas que importaban bienes gravados— como a otras que dependían de insumos importados a través de cadenas de valor.
El estudio ‘The contractionary effects of protectionist trade policy’, realizado por los economistas Carlos Uribe, Diego Grijalva e Iván Gachet, documenta cómo las empresas más expuestas a los recargos arancelarios enfrentaron aumentos de costos que redujeron su capacidad operativa.
En el corto plazo, las firmas importadoras experimentaron caídas significativas en sus ventas, empleo e importaciones. Aunque estos efectos fueron temporales, reflejaron una contracción clara en sectores estrechamente vinculados al comercio exterior.
En el caso de las empresas no importadoras, los impactos fueron más graduales, pero también más duraderos. A través del encarecimiento de insumos y una menor disponibilidad de bienes intermedios, estas firmas vieron afectada su productividad. La pérdida de competitividad redujo su escala de producción y limitó sus posibilidades de recuperación incluso después del fin de las salvaguardias.
Los efectos fueron particularmente notorios en la industria manufacturera y el comercio mayorista y minorista. En el sector industrial, la necesidad de sustituir insumos importados por alternativas locales incrementó los costos y redujo la eficiencia. En el comercio, el encarecimiento de productos y las restricciones al acceso de bienes afectaron ventas y márgenes, especialmente entre las empresas más grandes, integradas en cadenas globales de suministro.
Menos variedad, más concentración: otros efectos del proteccionismo
El impacto de las salvaguardias no se limitó al aumento de costos, la caída en ventas o el cierre de empresas. Un segundo estudio de los mismos autores titulado ‘How Do Trade Restrictions Affect Market Diversity’ examina cómo estas medidas afectaron la diversidad del mercado y la estructura competitiva.
Usando datos detallados a nivel de producto y empresa, se encuentra que las salvaguardias redujeron la variedad de bienes importados, limitando la oferta disponible tanto para consumidores como para otras empresas. Esta pérdida de diversidad no fue compensada por un repunte en la producción local: en la mayoría de los casos, no surgieron nuevos proveedores nacionales que sustituyeran lo que dejó de llegar del exterior.
El estudio también documenta un patrón preocupante: la concentración de mercado aumentó. Tras la imposición de las salvaguardias, un número menor de firmas pasó a controlar una mayor proporción de las importaciones.
Este efecto no se restringió a los productos directamente gravados. También alcanzó a sectores conectados a ellos a través de insumos, cadenas de valor o estrategias empresariales compartidas. En la práctica, incluso las empresas que no importaban directamente enfrentaron un entorno con menos competencia y mayores barreras de entrada.
Menor diversidad se asocia con menos opciones, tanto para consumidores como para productores. Y mayor concentración puede traducirse en precios más altos, menor competencia y una desaceleración de la innovación. Todo ello afecta el dinamismo económico, incluso después de que las medidas sean retiradas.
El riesgo de tropezar con la misma piedra
Más allá del impacto sobre importaciones, ventas o empleo, los estudios mencionados aportan lecciones relevantes para el diseño de políticas económicas. Uno de los hallazgos más importantes es que las medidas proteccionistas generan efectos contractivos que no se distribuyen de forma homogénea: son las empresas pequeñas las que más sufren, al enfrentar mayores costos sin capacidad para absorberlos ni trasladarlos a precios.
En contraste, las firmas grandes lograron mantener o incluso aumentar su participación de mercado, lo que elevó los niveles de concentración. Esto plantea dudas sobre la efectividad del proteccionismo como estrategia de fortalecimiento productivo, ya que termina beneficiando a quienes ya ocupaban posiciones dominantes, debilitando la competencia y reduciendo la diversidad empresarial.
Otro hallazgo clave es que los efectos negativos no se restringieron a las firmas que importaban directamente los productos gravados. También se extendieron a lo largo de las cadenas de valor, afectando a empresas que dependían de insumos importados o compartían mercados con sectores impactados. Muchas de estas firmas experimentaron aumentos de costos y caídas sostenidas en ventas, incluso después del fin de las salvaguardias.
Desde una perspectiva de política pública, el enfoque no debería centrarse en cerrar la economía para protegerla, sino en cómo abrirla para fortalecerla. Esto cobra especial relevancia en el contexto actual, en el que el gobierno de Daniel Noboa ha retomado medidas proteccionistas bajo el argumento de proteger a la industria local. La experiencia reciente demuestra que estas políticas pueden tener las mejores intenciones, sin embargo, el remedio termina siendo peor que la enfermedad.
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