Ecuador: más abierto al comercio exterior, pero poco diversificado
El país logró en el primer semestre de 2025 su mayor superávit comercial histórico. Las ventas al exterior crecen, llegan a más mercados y suman miles de millones, pero siguen concentradas en un puñado de productos primarios.

Un trabajador agrícola vierte mazorcas de cacao recién cosechadas en una plantación.
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Archivo Revista Gestión.
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Ecuador cerró el primer semestre de 2025 con un récord histórico: el mayor superávit comercial para este período desde que se tienen registros comparables. La balanza comercial —que mide la diferencia entre lo que el país exporta e importa— registró un saldo positivo de USD 4.166 millones, un 11,4% más que en igual lapso de 2024.
Entre enero y junio, las exportaciones sumaron USD 18.813 millones, lo que representa un incremento interanual del 11%, mientras que las importaciones alcanzaron USD 14.647 millones, con un crecimiento similar del 10,9%.
Otro punto destacable es que el camarón se posicionó como el principal producto de exportación del país, superando al crudo, que durante décadas ha encabezado la lista. Las ventas externas de camarón llegaron a USD 4.254 millones, con un crecimiento del 19,8% frente al mismo período de 2024.
En contraste, las exportaciones de crudo cayeron un 10,7% interanual totalizando USD 3.990 millones, lo cual es una muestra del difícil momento que atraviesa el sector petrolero ecuatoriano. Aun así, el repunte del camarón es una buena noticia: refleja el dinamismo y la competitividad alcanzada por sectores no petroleros en mercados internacionales.
En la última década, Ecuador ha dado pasos firmes hacia una mayor apertura comercial, con la firma y puesta en marcha de acuerdos comerciales, además de negociaciones que aún están en curso. Estas iniciativas han ampliado el acceso a nuevos destinos y han reducido barreras para varios productos.
Sin embargo —y aunque es posible que se requiera más tiempo para ver resultados— la composición de la canasta exportadora ha cambiado poco. Las ventas externas siguen concentradas en un puñado de bienes primarios, con cinco productos que representan cerca del 80% del total exportado.
Ecuador y su apertura al mundo
La apertura comercial —medida como la suma de exportaciones e importaciones en relación con el PIB— ofrece una radiografía de la integración de Ecuador a la economía global durante las últimas seis décadas. El recorrido histórico revela períodos de fuerte expansión, fases de estancamiento y caídas marcadas por crisis internas y externas, así como por cambios en las políticas económicas.
En la década de 1970 se observa el primer gran salto, coincidiendo con el boom petrolero que transformó la economía ecuatoriana. El ingreso masivo de divisas permitió expandir las exportaciones y financiar un crecimiento sostenido de las importaciones, llevando el indicador de apertura a niveles inéditos hasta entonces.
Durante los años ochenta y noventa, la apertura comercial creció de forma más gradual, en un contexto regional de liberalización económica y reformas estructurales impulsadas por organismos multilaterales. Ecuador, al igual que varios países latinoamericanos, redujo aranceles, flexibilizó controles y buscó integrarse a cadenas de comercio más amplias.
Tras la dolarización en el año 2000, Ecuador experimentó un nuevo impulso en su apertura comercial. El indicador avanzó con fuerza, alcanzando en 2008 un máximo histórico, antes de registrar una caída en 2009 a raíz de la crisis financiera internacional. Sin embargo, la recuperación fue rápida: entre 2010 y 2014, el indicador volvió a niveles elevados gracias al auge de las materias primas, especialmente del petróleo.
Pero a partir de 2015 inició un descenso pronunciado, marcado por la abrupta caída de los precios internacionales y la aplicación de salvaguardias arancelarias para proteger la balanza de pagos. El indicador tocó un mínimo en 2016 y, aunque en los años siguientes empezó a recuperarse, la pandemia de 2020 interrumpió ese avance.
La reapertura de los mercados tras la pandemia, junto con la firma y entrada en vigor de acuerdos comerciales, han permitido una recuperación del indicador. Aunque todavía no se alcanzan los picos de la década pasada, el repunte reciente coincide con una estrategia más activa de inserción internacional. No obstante, este avance plantea un reto pendiente: que la mayor apertura no solo signifique comerciar más, sino también hacerlo con una oferta más diversificada y menos expuesta a los vaivenes de los precios.
Más mercados, pocos productos
En los años 50, la canasta exportadora estaba claramente liderada por el café, el cacao y, cada vez más, por el banano. A mediados de la década, el banano se consolidó como el principal producto de exportación, con participaciones cercanas al 50%, desplazando parcialmente al café y al cacao. A finales de los 60, el banano superaba la mitad de las exportaciones, mientras que café y cacao compartían el segundo lugar.
El gran quiebre se produjo en 1972 con el inicio de la producción petrolera a gran escala. En apenas un año, el peso del petróleo pasó a representar más del 60% reconfigurando por completo la canasta. El banano perdió protagonismo, y productos como el café y el cacao quedaron relegados a porcentajes de un solo dígito. El petróleo se mantuvo como líder absoluto durante toda la década.
En los 80, aunque el petróleo siguió siendo el principal producto, su participación empezó a bajar ligeramente en algunos años, abriendo espacio para nuevos productos. En esta década irrumpió el camarón, que pasó de participaciones menores al 2% a bordear el 20% en varios años, convirtiéndose en el segundo producto más importante en ciertos periodos. También se incorporó el atún y pescado como rubro de exportación, aunque con participaciones todavía reducidas.
Para 1990, el petróleo siguió liderando, pero con oscilaciones fuertes ligadas a los precios internacionales. El banano recuperó peso, llegando a más del 25% en algunos años, mientras que el camarón mantuvo su relevancia como segundo o tercer producto. Los bienes no tradicionales empezaron a ganar participación, acercándose al 20% del total.
Tras la dolarización, el petróleo recuperó una participación elevada, superando el 50% en varios años y alcanzando un pico del 62% en 2008. El banano se mantuvo en segundo lugar, mientras que el camarón rondaba el 4% y 7% en la primera mitad del período. En este lapso, los bienes no tradicionales se estabilizaron entre el 20% y 30%.
Desde 2015, la participación del petróleo cayó de manera sostenida debido al desplome de precios internacionales y a una menor producción, pasando de más del 50% en 2014 a apenas 28% en 2024. En este contexto, el camarón se convirtió en el gran ganador, que en los últimos años representa más del 20% del total de exportaciones.
En 75 años, Ecuador ha pasado de una canasta agrícola dominada por café, cacao y banano, a una estructura basada en petróleo, camarón y banano. Si bien se han sumado nuevos destinos y algunos productos no tradicionales han ganado espacio, la concentración sigue estando en pocos productos. El único cambio relevante reciente en este frente ha sido la irrupción de los productos mineros como un nuevo componente de peso dentro del grupo no tradicional.
El reto de industrializar y diversificar
La estructura exportadora del Ecuador ha cambiado poco. Los bienes primarios han representado entre el 73% y el 88% del total exportado. Hoy concentran el 83%, dominados por petróleo, camarón, banano, cacao y, más recientemente, minerales metálicos.
Los bienes industrializados han crecido en valor y volumen, pero su peso relativo se ha mantenido moderado: nunca han superado el 27% y hoy representan apenas el 17%. Sectores como derivados de petróleo, químicos, fármacos, manufacturas de metal o textiles han ganado presencia, pero siguen siendo complementarios frente al dominio de las materias primas.
La apertura comercial ha sido positiva: amplía mercados y permite aprovechar acuerdos. Pero sin un salto cualitativo hacia una canasta más diversificada y con mayor contenido industrial, la economía seguirá expuesta a los vaivenes de los precios internacionales y a la vulnerabilidad que implica depender de pocos productos.
En otras palabras, Ecuador ha avanzado en abrirse al mundo, pero no necesariamente en venderle algo distinto. El reto de las próximas décadas no es solo conquistar más mercados, sino también cambiar lo que se lleva a ellos: más bienes con valor agregado, más innovación y más industria. De lo contrario, la apertura comercial corre el riesgo de convertirse en una autopista, fluida, sí, pero recorrida por los mismos productos de siempre.
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