¿Es viable la energía nuclear en Ecuador? Es hora de desmitificarla
La crisis energética que vivió Ecuador en 2024, con apagones de hasta 14 horas diarias, ha impulsado al gobierno de Daniel Noboa a considerar una solución radical: la energía nuclear. Esta propuesta busca romper la dependencia generación hidroeléctrica que, según las últimas cifras de la Agencia de Regulación y Control de Electricidad, para el 2024 fue del 65,80%.

Planta nuclear emitiendo vapor bajo un cielo nublado.
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La crisis energética que atravesó Ecuador en 2024 puso en evidencia la vulnerabilidad de un sistema eléctrico altamente dependiente de una sola fuente: la energía hidroeléctrica. Los racionamientos de hasta 14 horas diarias no solo afectaron la vida cotidiana de los ciudadanos, sino que también impactaron negativamente en la productividad económica del país. En este contexto, surge la propuesta gubernamental de diversificar la matriz energética nacional mediante la incorporación de tecnología nuclear.
La energía nuclear, que durante décadas fue vista con cautela en América Latina debido a sus asociaciones históricas con accidentes como Chernóbil y Fukushima, experimenta actualmente un “renacimiento” a nivel mundial. Países de la región como Argentina, que cuenta con reactores operativos desde la década de 1970, y recientemente El Salvador, que ha dado pasos concretos hacia la implementación de esta tecnología, demuestran que la energía nuclear puede ser una opción viable para complementar las matrices energéticas nacionales.
La propuesta ecuatoriana contempla una inversión multimillonaria en reactores nucleares modulares pequeños (SMR, por sus siglas en inglés), una tecnología de nueva generación que promete mayor seguridad y flexibilidad que los reactores tradicionales. Sin embargo, la implementación de esta tecnología en Ecuador enfrenta múltiples desafíos que van desde la necesidad de desarrollar un marco regulatorio específico hasta la superación de mitos y temores arraigados en la población sobre la energía nuclear.
La crisis energética ecuatoriana: dependencia hidroeléctrica y vulnerabilidad climática
Ecuador experimentó en 2024 una de las crisis energéticas más severas de su historia reciente, con racionamientos que llegaron a las 14 horas diarias y que evidenciaron la extrema vulnerabilidad de un sistema eléctrico dependiente en su mayoría de la energía hidroeléctrica. Según Carlos Montúfar, presidente del Consejo de Regentes de la Universidad San Francisco de Quito, en entrevista para GESTIÓN, “es grave que sólo una sola fuente de electricidad sea la principal. Lo sentimos y lo podemos sentir otra vez” (Gráfico 1).
Esta dependencia excesiva de la hidroelectricidad convierte al país en rehén de las variaciones climáticas. Durante los períodos de sequía, como el experimentado en 2024, la generación eléctrica se ve severamente comprometida, obligando al país a recurrir a soluciones de emergencia costosas e ineficientes. “De repente viene un verano, que ya nos pasó, y no hay el respaldo, entonces hay que salir corriendo a comprar generadores de combustible que emiten carbono”, explica Montúfar.
El país cuenta actualmente con una capacidad instalada de aproximadamente 8.000 MW, de los cuales, cerca del 60%-70% proviene de centrales hidroeléctricas. Esta concentración en una sola fuente energética no solo genera vulnerabilidad ante fenómenos climáticos, sino que también limita las opciones de respaldo ante emergencias técnicas o mantenimientos programados de las principales centrales hidroeléctricas como Coca Codo Sinclair.
La necesidad de diversificar la matriz energética se ha vuelto imperiosa. Mientras países vecinos como Colombia mantienen un equilibrio con 69% hidráulica y 30% térmica, y Perú diversifica aceleradamente hacia energías renovables, Ecuador se encuentra en una posición particularmente vulnerable que requiere soluciones estructurales de largo plazo.
Tecnología nuclear moderna: reactores modulares pequeños como alternativa viable
La propuesta nuclear ecuatoriana se basa en tecnologías de nueva generación, específicamente en reactores modulares pequeños (SMR), que representan un cambio paradigmático respecto a las centrales nucleares tradicionales, Según el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), los reactores nucleares avanzados cuentan con una capacidad de potencia de hasta 300 MW(e) con bajas emisiones de carbono.
Según Montúfar, “las grandes nucleares son como las represas, hay que construir una obra tremenda. Estos nuevos reactores son pequeños para ciertas localidades, hay unos tan pequeños que pueden servir para una industria minera de 15 MW, pueden haber unos que sean de 300 MW para una ciudad pequeña”.
Los SMR ofrecen múltiples ventajas sobre los reactores convencionales. En primer lugar, su tamaño reducido permite una mayor flexibilidad en la ubicación, ya que pueden instalarse en zonas donde sería impráctico construir una central nuclear tradicional. Además, al ser producidos en fábrica y transportados como módulos prefabricados, reducen significativamente los tiempos de construcción y los costos asociados con la obra civil.
La seguridad es otro aspecto revolucionario de esta tecnología. Los nuevos reactores incorporan sistemas de seguridad pasivos que se activan automáticamente sin necesidad de intervención humana o energía externa. “Estos nuevos reactores tienen unos sistemas pasivos que se apagan solos todo el rato que empiezan a sobrecalentarse”, explica Montúfar, diferenciando claramente esta tecnología de los reactores que protagonizaron accidentes históricos.
En términos de combustible, los SMR utilizan uranio enriquecido al 3%, una concentración que hace físicamente imposible una explosión tipo bomba atómica. Para ilustrar este concepto, Montúfar utiliza una analogía: “Si hay un vaso de gasolina y le pongo un fósforo, explota. No obstante, si a ese vaso de gasolina le pongo 1 litro de agua y le mezclo bien, pongo un fósforo, no va a pasar nada. Eso es el reactor nuclear”.
Varios países ya están implementando esta tecnología. Estados Unidos instalará su primer reactor SMR comercial, mientras que Canadá y Arabia Saudíta también han iniciado proyectos similares. En América Latina, Argentina está construyendo su primer reactor CAREM, y países como El Salvador han encontrado sitios apropiados y están en proceso de selección de proveedores.
Desafíos técnicos y regulatorios: marco legal y certificación internacional
La implementación de energía nuclear en Ecuador enfrenta desafíos técnicos y regulatorios significativos que deben abordarse antes de cualquier desarrollo concreto. El primero y más fundamental es la ausencia de un marco regulatorio específico para la energía nuclear. Como señala Montúfar, “lo primero que hay que hacer es un sistema de regulación basado en la regulación internacional, porque un proveedor de reactores nucleares tiene que ser certificado en el país donde lo producen y tiene que certificarse en el país donde va a ser utilizado”.
El desarrollo del marco regulatorio debe seguir los estándares internacionales establecidos por el OIEA, que incluyen criterios específicos para el emplazamiento, construcción, operación y desmantelamiento de instalaciones nucleares. Este proceso puede tomar varios años y requiere la formación de personal especializado en regulación nuclear.
En cuanto a la ubicación geográfica, estudios previos como el realizado por Darío Echeverría, Luis Godoy, Kerby Harnisth y Pedro Luna en su artículo titulado “Ubicación tentativa de una planta nuclear en el Ecuador continental”, han identificado áreas potenciales para el emplazamiento de centrales nucleares.
Según este análisis multicriterio, la zona más adecuada se encuentra en la provincia de Manabí, específicamente en los cantones El Carmen, Flavio Alfaro, Chone y Pichincha, cumpliendo con criterios de distancia a poblaciones, accesibilidad vial, proximidad a fuentes de agua para refrigeración y estabilidad sísmica.
La certificación de proveedores representa otro desafío técnico importante. Las empresas que fabrican reactores SMR, como General Electric, empresas coreanas o argentinas con el reactor CAREM, deben obtener certificaciones específicas para operar en Ecuador. Este proceso incluye la adaptación de sus diseños a las condiciones sísmicas y climáticas específicas del país.
El aspecto sísmico es particularmente relevante para Ecuador. Sin embargo, como explica Montúfar, “el país es sísmico, pero no es un problema para la energía nuclear”. El Salvador, que es “extremadamente sísmico”, ha logrado identificar sitios apropiados para reactores nucleares, demostrando que la actividad sísmica no es un impedimento insuperable con la ingeniería moderna.
Superando mitos y temores: educación pública y aceptación social
Uno de los desafíos más significativos para la implementación de energía nuclear en Ecuador es la superación de mitos y temores arraigados en la población. Como reconoce Montúfar, “el más difícil de todos” los desafíos sociales, lo que se debería hacer es “comunicar que la energía nuclear es noble”. Esta percepción negativa tiene raíces históricas profundas relacionadas con eventos como Hiroshima, Nagasaki, Chernóbil y Fukushima.
La desmitificación debe comenzar por educación científica sobre la diferencia fundamental entre armas nucleares y reactores de energía. “La energía nuclear se presentó en el mundo por la bomba atómica”, explica Montúfar, pero es imposible que un reactor comercial explote como una bomba atómica debido a las diferencias en la concentración del material fisionable.
Los accidentes nucleares históricos, aunque trágicos, deben contextualizarse apropiadamente. De los aproximadamente 450 reactores que han operado en el mundo, solo han ocurrido tres accidentes significativos: Three Mile Island, Chernóbil y Fukushima. Montúfar señala que las “muertes directas” de estos accidentes son menores que las causadas por accidentes en otras fuentes de energía, incluyendo hidroeléctricas y plantas térmicas (Tabla 1).
Es importante destacar que los reactores modernos incorporan lecciones aprendidas de estos accidentes. Chernóbil utilizaba una tecnología obsoleta con “pésimos sistemas”, mientras que Fukushima perdió sus sistemas de enfriamiento debido a un tsunami excepcional. Los nuevos reactores SMR tienen sistemas de seguridad pasivos que previenen estos tipos de fallas.
La radiación es otro tema que genera temores infundados. Montúfar explica que “la radiactividad alrededor de la planta nuclear es mucho menor que la radiación que se recibe del sol por vivir en la altura en Quito”. Esta comparación ayuda a contextualizar los riesgos reales versus los percibidos.
La gestión de desechos nucleares, aunque técnicamente compleja, es un problema resuelto internacionalmente. Los desechos de los reactores pequeños ocupan volúmenes mínimos, “el combustible utilizado estoy estimando no será más de 1 m³”. Además, muchos proveedores ofrecen servicios integrales donde “vienen, se coloca el combustible que puede durar según el reactor dos años, tres años, cinco años, después de ese tiempo regresan, se llevan el combustible usado y le ponen combustible nuevo”.
La estrategia de comunicación debe incluir programas educativos “a todo nivel en las escuelas, a todo el mundo en la política, de los empresarios” para desmitificar la tecnología nuclear. Es fundamental mostrar ejemplos exitosos de países similares a Ecuador que han implementado esta tecnología de manera segura.
La nueva generación muestra mayor apertura hacia la energía nuclear. “Los que vivieron la segunda guerra, los que vivieron tal vez Chernóbil, tienen un miedo. Pero ya la nueva generación, tienen otra visión, ya pueden aceptarle mucho mejor”, observa Montúfar.
La viabilidad de la energía nuclear en Ecuador como solución a la crisis energética estructural del país presenta aspectos tanto prometedores como desafiantes. La tecnología de reactores modulares pequeños ofrece una oportunidad única para diversificar la matriz energética nacional de manera segura y eficiente, reduciendo la peligrosa dependencia de la energía hidroeléctrica que dejó al país vulnerable durante la crisis de 2024.
El éxito del proyecto depende crucialmente de abordar tres desafíos fundamentales: el desarrollo de un marco regulatorio robusto basado en estándares internacionales, la estructuración de esquemas de financiamiento que permitan la participación privada en el sector eléctrico, y una estrategia integral de educación pública para superar mitos y temores sobre la tecnología nuclear.
La energía nuclear no representa una panacea que reemplazará completamente otras fuentes energéticas, sino una pieza fundamental en una matriz energética diversificada que incluya hidroelectricidad, energías renovables no convencionales y, cuando sea necesario, fuentes térmicas utilizadas de manera responsable. La meta no es convertir a Ecuador en un país 100% nuclear, sino lograr un equilibrio energético que garantice seguridad de suministro independiente de las variaciones climáticas.
En última instancia, la decisión sobre la energía nuclear trasciende los aspectos técnicos y económicos para convertirse en una decisión estratégica sobre el futuro energético del país. Como concluye Montúfar, “de aquí a 30 años, el éxito de la juventud va a depender de cuántos kilovatios dispone cada ciudadano más que dinero, más que propiedades, tener la energía suficiente para desarrollarse”.
La energía nuclear ofrece una opción viable para construir ese futuro energético, pero requiere voluntad política, planificación cuidadosa y un compromiso nacional con la educación y la transparencia en su implementación.
(*) Economista, analista económica Revista Gestión.
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