Chifles, humitas congeladas o galletas: La nostalgia envasada de sabores ecuatorianos conquista Nueva York
Más que alimentos, son productos nostálgicos que conectan a los migrantes ecuatorianos desde Estados Unidos.

Uno de los productos ecuatorianos con más demanda, son los lácteos, preferidos no solo por ecuatorianos, sino también por otros hispanos.
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Selene Cevallos
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En los estantes de supermercados y tiendas de Estados Unidos, especialmente en Nueva York y Nueva Jersey, los chifles, la avena con naranjilla, las humitas congeladas o el pan de Ambato ya no son rarezas exóticas; son parte de la rutina alimentaria de miles de migrantes ecuatorianos que buscan en ellos un puente emocional hacia su tierra natal.
“Cuando alguien entra a mi tienda y ve el ají casero o la avena Polaca ya no me preguntan por el precio, me dicen: "Esto me recuerda a mi tierra”, cuenta Gloria Ramírez, dueña de Sabores del Austro, una tienda en Queens que vende exclusivamente productos ecuatorianos. Migró desde Cuenca hace quince años y empezó trayendo fundas de mote en su maleta. Hoy le compra a un distribuidor un container entero donde trae diversos productos y abastece a una clientela que busca, más que alimentos, pedazos de memoria.
La alta concentración de tiendas ecuatorianas en zonas como Union City, Nueva Jersey, y Queens, Nueva York, responde también a una necesidad cotidiana y emocional: seguir cocinando como en casa. No se trata solo de nostalgia, sino de funcionalidad culinaria. Para preparar un hornado, una fanesca o un locro de papas como se debe, se necesitan ingredientes que no se reemplazan fácilmente. Habas, melloco, mote, queso fresco, chochos… cada producto es una pieza del rompecabezas del sabor ecuatoriano. Así, los estantes de estas tiendas no solo venden insumos, sino también pertenencia, memoria y continuidad cultural.
El negocio de la nostalgia

"Más que antojo, es una necesidad", afirma Carlos González quien busca productos ecuatorianos rigurosamente una vez por semana. Esta demanda está sustentada en una comunidad de más de 500.000 ecuatorianos solo en el área de Nueva York y Nueva Jersey. Pero el camino para llegar a sus mesas no es simple. Todo producto alimenticio que entra a Estados Unidos debe cumplir estrictamente con los requisitos de la FDA, incluyendo el registro del fabricante, la presencia de un agente en Estados Unidos y una etiqueta adaptada: tabla nutricional clara, medidas en onzas y todo en inglés.
Manuel Echeverría, CEO de Trade & Business Partners, una consultora especializada en comercio exterior, lo resume así: “Cumplir con la normativa de la FDA puede parecer complejo, pero es la puerta de entrada a un mercado de más de 350 millones de consumidores”. Su firma ha acompañado a más de 300 empresas latinoamericanas en este proceso durante los últimos seis años.
Una vez superado el umbral regulatorio, viene la estrategia comercial. Algunos productos nostálgicos llegan con marcas fuertes desde Ecuador, como Tortolines o las galletas Amor, impulsadas por el recuerdo. Pero también hay espacio para productos con marca blanca distribuidos por gigantes del mercado latino como Goya, El Sembrador o Iberia Foods. “Lo que importa es el sabor y la conexión emocional. Si un encebollado sabe a Ecuador, lo van a comprar, sin importar la marca”, explica Echeverría.

La estrategia varía, según la región. Mientras en Florida dominan los productos caribeños, en el noreste estadounidense —donde vive la mayor concentración de ecuatorianos en Estados Unidos.— triunfan los sabores serranos y costeños que evocan fiestas, desayunos o meriendas escolares.
María José Aguirre, ejecutiva de ventas en una distribuidora mayorista de productos ecuatorianos, aporta una visión más profunda sobre las diferencias en las preferencias de los migrantes. “La demanda depende del consumidor. El costeño compra más sin fijarse tanto en el precio, pero el serrano es más cauteloso y se fija más en el costo”, comenta. Esta diferencia en la actitud de compra, también influye en la forma en que los distribuidores adaptan sus estrategias; para satisfacer las necesidades de las diversas comunidades ecuatorianas en los Estados Unidos.
Los productos con carga emocional tienen una ventaja: no solo venden sabor, venden historia
Manuel Echeverría, CEO Trade & Business Partners
De la patria al corazón migrante
En el 2024, Ecuador exportó más de 21.700 millones de dólares en productos no petroleros ni mineros, como la pitahaya, el cacao y la malanga . De esa cantidad, más del 21% tuvo como destino Estados Unidos. Y aunque aún no hay un Tratado de Libre Comercio entre ambos países, eventos como ferias comerciales han permitido que los sabores del país ganen protagonismo en los escaparates estadounidenses.
Echeverría agrega que la reciente tensión arancelaria entre Estados Unidos. y China no ha afectado, por ahora, a los productos ecuatorianos. De hecho, podría abrir oportunidades. La desviación del comercio asiático podría favorecer a América Latina en ciertos sectores, como frutas tropicales o alimentos procesados.
De regreso en su tienda, Gloria ve cada día cómo jóvenes nacidos en Estados Unidos, hijos de migrantes, también se sienten atraídos por estos productos. “Vienen con sus padres y terminan llevándose galletas nuestras o yogurt”. Ya no es solo nostalgia, es identidad en construcción.
Desde Guayaquil hasta el Bronx, desde el páramo hasta Flushing, los sabores del Ecuador siguen contando su historia. En cada etiqueta que dice “hecho en Ecuador” viaja una historia de resiliencia, de cultura y una identidad que, lejos de desvanecerse, se sirve caliente con ají de chochos y chifles ecuatorianos.
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