Lunes, 29 de abril de 2024

Atención dispersa y memoria frágil, efectos del Covid-19 en los niños

Autor:

Jonathan Machado

Actualizada:

27 Ago 2021 - 0:02

Uno de los grupos más golpeados por el confinamiento que dejó la pandemia del Covid-19 es el de los niños y adolescentes.

Autor: Jonathan Machado

Actualizada:

27 Ago 2021 - 0:02

Estudiantes de la escuela 13 de Abril, ubicada en el cantón Pedro Moncayo, durante el regreso a clases, el 2 de marzo de 2021. - Foto: API

Uno de los grupos más golpeados por el confinamiento que dejó la pandemia del Covid-19 es el de los niños y adolescentes.

La atención se centra nuevamente en los niños y adolescentes, ante el inicio de un nuevo año escolar en el régimen Sierra y Amazonía.

"Muchos de ellos han desarrollado estrés, miedos y ansiedad durante más de un año y medio", dice en entrevista con PRIMICIAS el especialista en Psicología Infantil, Napoleón Vásquez.

Agrega que las escuelas públicas y privadas deben estar atentas al comportamiento que manifiestan los niños durante los primeros días de clases.

Y sostiene que el regreso a clases presenciales traerá retos a profesores y padres de familia porque "los procesos que se originan en las clases presenciales nunca serán iguales a los de las virtuales".

Napoleón Vásquez, especialista en Psicología Infantil, en su oficina, el 26 de agosto de 2021.

Napoleón Vásquez, especialista en Psicología Infantil, en su oficina, el 26 de agosto de 2021. Primicias

¿Cuáles son los patrones que han desarrollado los niños durante la pandemia?

Hemos visto tres condiciones que han desarrollado los niños y adolescentes en medio de la pandemia. Las dos primeras tienen que ver con la ansiedad y el miedo por el confinamiento.

Algunos niños, cuando regresen a las aulas, querrán recuperar todo el tiempo de socialización que perdieron en el confinamiento, mientras que otros tendrán miedo de volver porque se han acostumbrado a estar en casa en una situación de confort o porque piensan que pueden contagiar a sus padres.

El tercer punto está relacionado con la madurez emocional que perdieron durante la pandemia. Muchos niños de 12 o 13 años que hemos atendido tienen una edad emocional menor a su edad cronológica, pues, al estar encerrados tanto tiempo, sus emociones no se desarrollaron lo suficiente.

Estos tres aspectos impedirán que algunos puedan desenvolverse con normalidad en los ámbitos educativo y psicológico.

¿Qué pueden hacer los padres con los niños que no quieren ir a clases?

Bajo ningún concepto se los debe obligar porque si van a la escuela forzados, no rendirán al máximo de su capacidad.

Hay que preguntarles las razones por las que no quieren asistir para solucionar esos problemas y poco a poco motivarlos a que vayan.

Si en la escuela deciden que deben ir tres días a la semana, pues primero puede ir un día, luego dos y cuando se sienta seguro serán tres días.

Es preferible perder uno o dos días de clases a que el niño tenga problemas durante todo el año.

¿Se prevé problemas que puedan desarrollar los niños ya en las clases presenciales?

¿Existe aumento en el número de niños que llegan buscando ayuda?

Hemos registrado un aumento en el número de personas que nos preguntan cómo saber si mi hijo presenta problemas psicológicos. El problema es que no todas las familias tienen dinero para pagar la consulta o la primera evaluación psicopedagógica.

A esto también hay que sumar los posibles tratamientos que se desprenden de los resultados de la evaluación.

Los padres de familia se preguntan: ¿Qué debo hacer antes del inicio de este nuevo año que es diferente a los anteriores?

Considero que existen dos aspectos fundamentales. El primero es que los padres deben ayudar a sus hijos a retomar los hábitos de estudio que perdieron durante la pandemia para que nuevamente se acostumbren al ritmo académico.

Ese trabajo también deben hacer los profesores de las escuelas públicas y privadas. Si no, será difícil que los niños rompan con los efectos negativos que ha dejado la pandemia.

El segundo, sin dudas, es la motivación y la concienciación de los padres a sus hijos. Los adultos deben entender que los niños necesitan mensajes positivos que les recuerden que son capaces de hacer cualquier cosa, que son inteligentes, que pueden lograr sus objetivos. Pero, este trabajo no es de una, dos o tres veces. Debe ser continuo.

¿Este proceso se puede utilizar con los adolescentes?

Ellos están atravesando una edad en la que pueden captar más información. Es por eso que los padres tienen la posibilidad de ganar su confianza. ¿Como hacerlo?

No se trata de decirle: hijo, puedes contarme todo lo que pasa en tu vida. Lo mejor es, por ejemplo, contarle algún problema que hay en el trabajo y preguntarle qué es lo que haría para solucionarlo.

Si eso se vuelve una práctica cotidiana, en algún momento, ese adolescente le preguntará al papá qué hacer si en el colegio ve algo malo o si le quieren inducir al consumo de drogas. Esa es una forma de ganarse la confianza.

Otro tema que siempre está latente es el bulliyng

¿Qué hacer en estos casos?

En esos casos no hay otra salida que acudir a una terapia profesional. Si mi hijo sufre un corte y lo puedo tratar en casa, pues lo hago. Pero si las heridas son profundas tengo que llevarlo a un especialista. Es igual en el tema psicológico.

Lo que no deben hacer los padres es contradecir lo que sus hijos les dicen. Lo correcto es comprenderlos y hacerles sentir que tienen su apoyo para que su autoestima no se debilite.

Los padres tienen el trabajo de conocer realmente a sus hijos para que sepan cómo actuar ante un momento difícil.

¿Qué papel juega la tecnología en el desarrollo de los niños?

La tecnología es un gran aliado en la actualidad. Yo pienso que los padres deben aprovecharla para el desarrollo de sus hijos, pero siempre en el marco de un control.

Considero que los padres de familia deben darle la posibilidad a que un niño de 12 años pueda tener un trato de un adolescente de 13 o 14 años. Esta ampliación de la edad les permitirá un mejor desarrollo y los padres no se asustarán al ver que sus hijos maduran.