Viernes, 03 de mayo de 2024
Efecto Mariposa

El mundo digital: crueldad sin fronteras

Yasmín Salazar Méndez

Yasmín Salazar Méndez

Profesora e Investigadora del Departamento de Economía Cuantitativa de la Escuela Politécnica Nacional EPN. Doctora en Economía. Investiga sobre temas relacionados con pobreza y desigualdad.

Actualizada:

5 Ene 2024 - 5:56

En el mundo digital, la crueldad parece no tener límites. Ni eventos trágicos, como el fallecimiento de una persona, están exentos de ser contaminados con reacciones en las que afloran la vileza y la indolencia, evidenciando niveles de violencia digital alarmantes.

El episodio de crueldad en línea más reciente está relacionado con la muerte de Mikaella Andrade. 

Mikaella era una joven de 29 años que se hizo conocida por mostrar pública y activamente su postura en la última consulta popular, y que fue acosada e intimidada por quienes no compartían su ideología política.

Con el deceso de Mikaella esperaba el silencio absoluto de sus detractores en las redes sociales, como señal de respeto, solidaridad y compasión con sus familiares. Pero no fue así, desenterraron publicaciones antiguas de la joven para ridiculizarla, volvieron a burlarse de ella. Incluso hubo quienes festejaron su partida sin mostrar la más mínima empatía con sus familiares y amigos.

La lamentable reacción de un grupo de personas desalmadas frente a la defunción de un ser humano, lejos de ser aislada, solo demuestra que la violencia en las redes está creciendo de manera preocupante. 

No es la primera vez que se generan acciones de ese tipo, pues ante el fallecimiento de otras figuras públicas ya se observaron actitudes que evidenciaron profundos niveles de crueldad y odio. 

Y en estos actos infames no hay buenos ni malos, los que se dicen de diferentes bandos actúan de igual manera. 

Si muere alguien de A, los de B hacen una fiesta porque supuestamente la persona fallecida tuvo su castigo con la muerte, olvidándose ingenuamente de que todos vamos para allá en cualquier momento. Lo mismo sucede cuando perece alguien de B.

Así, la historia se repite dejando que el acoso cibernético gane espacio en nuestras interacciones en línea. 

El acoso cibernético, también conocido como acoso electrónico o crueldad social en línea, es una agresión intencional y repetitiva contra una persona o un grupo de personas a través de redes sociales, plataformas de mensajería, teléfonos celulares.

El objetivo de la crueldad social en línea es atemorizar, avergonzar o humillar a otras personas, difundiendo mentiras, rumores, fotografías o videos. Asimismo, se pueden enviar mensajes, imágenes o videos hirientes, abusivos o amenazantes.

El ciberacoso es perpetrado por personas que muestran su identidad real, aunque también hay otras que se esconden en el anonimato o usan cuentas o identidades falsas.

El acoso cibernético puede dejar profundas y devastadores cicatrices emocionales y psicológicas en sus víctimas, debido a que este tipo de violencia puede ocasionarles estrés, ansiedad y depresión. Hay casos en los que las víctimas han llegado al suicidio.  

En el caso de los victimarios, al ser absorbidos por un círculo vicioso del cual les es difícil escapar, también pueden llegar al suicidio. En realidad, los acosadores, aunque parezcan valientes y seguros son personas con trastornos mentales que, en algunos casos, requieren de ayuda profesional.

De hecho, según algunas investigaciones, hay una tríada oscura que caracteriza a los acosadores cibernéticos: son narcisistas (tienden a sentirse superiores, se creen mejores que el resto y con más derechos), maquiavélicos (manipulan estratégicamente a los demás) y psicópatas (carecen de empatía y sus conductas son impulsivas).

En general, los victimarios se caracterizan por ser hostiles, groseros, dominantes, vengativos, agresivos. No saben de valores morales, son fugitivos de las normas sociales y no conocen de escrúpulos. Además, son personas prejuiciosas, indisciplinadas y con bajos niveles de inteligencia emocional.

El acoso cibernético no es una diversión inofensiva, es una conducta peligrosa que puede dejar graves consecuencias tanto en las víctimas como en los victimarios.  Urge una reflexión colectiva y un compromiso firme para contrarrestar este tipo de violencia, cultivando ambientes virtuales en los que no haya espacio para la intolerancia y la brutalidad. 

En un mundo digital incontrolable, no podemos esperar regulaciones ni campañas de educación, pues, desde la conciencia individual y la autorregulación, cada usuario de las redes sociales debe ser responsable de mantener un comportamiento ético y respetuoso en línea.

Debemos ser conscientes de que los comentarios y acciones en internet tienen un impacto real en la vida de las personas, por lo que es esencial fomentar una cultura digital de respeto y empatía, en la que la diversidad de opiniones fomente el diálogo constructivo en lugar de promover la confrontación y el odio. 

Ya es hora de ponernos límites y frenar la crueldad social en línea. Basta de violencia digital.

Mi solidaridad con los familiares y amigos de Mikaella Andrade. 

Mi solidaridad con todas las personas que a diario son acosadas sin límites en las redes sociales.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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