Jueves, 28 de marzo de 2024
Contrapunto

Carlos Arcos y su fascinante historia sobre dos judíos conversos

Fernando Larenas

Fernando Larenas

Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.

Actualizada:

1 Abr 2022 - 19:02

En la presentación del más reciente libro de Carlos Arcos Cabrera, 'Un día cualquiera', Planeta 2021, se resume que el libro es la historia de dos judíos conversos que quieren borrar su origen para evitar la hoguera prometida por el Santo Oficio.

Los hermanos son Francisco y Diego de Arcos, que deciden cambiar su vida abúlica en Sevilla y optan por salir, como muchos españoles, al otro lado de los mares para llenarse de oro y poder.

"El Santo Oficio prohibió que los conversos y sus hijos ocupásemos cargos públicos. Si quiero volver a trabajar deberé hacer una probanza de pureza de sangre (…) soy descendiente de judíos que se convirtieron; somos conversos, marranos, como nos llaman los cristianos viejos", se quejaba Francisco.

El personaje argumentaba que para los cristianos "somos herejes" y para los judíos "traidores". Remilgaba que nunca debemos olvidar que "nos convertimos en parias de los parias, abandonados por Yahvé y por el Dios cristiano".

"Conversos, herejes y putos estaban condenados a la hoguera por igual", protestaba Francisco.

El primer protagonista y narrador de la historia es Francisco, el hermano mayor, que emprende un viaje en el que primero tuvo una estadía desalentadora en la isla de Cuba.

Igual que para muchos expedicionarios, el objetivo de Francisco de Arcos era llegar a México para unirse a las tropas de Hernán Cortés, que buscaban apoderarse de la riqueza mineral de los nativos.

Francisco aprendió a matar con su espada, "a los que no matamos, los capturamos y marcamos como esclavos", además, la peste de viruela se encargaría de asolar pueblos enteros, narraba.

Fue testigo y partícipe de la destrucción de Tenochtitlan, la ciudad de Moctezuma, que fuera derrotado por las tropas de Cortés.

La novela de Carlos Arcos Cabrera tiene momentos evocadores, como por ejemplo los regresos de los personajes a la tierra y al hogar.

En la literatura universal tal vez no exista un retorno más dramático como el de Ulises a Ítaca después de 20 años.

El regreso de Francisco de Arcos a su tierra -de la que había partido sin despedirse- ocurre 10 años después de iniciada la aventura. 

Todo había cambiado, el personaje ya no era un pobre ayudante del pervertido cura de la iglesia, llegaba a Sevilla con esclavos propios y con los baúles repletos de metales valiosos.

Nadie sabía de mi retorno, nadie me esperaba, "había partido a la edad de 17 años, en realidad había escapado de las penurias que me atormentaban (…) retornaba 10 años después convertido en un hombre al que la fortuna le había sonreído", relata Francisco.

El regreso ocurre cuando su hermano ya había partido a las Indias para buscarlo. Diego permaneció dos años al otro lado del mar y también volvió a Sevilla, pero al contrario de su hermano, muy pobre y derrotado.

Después del retorno de Diego los dos hermanos volverían a partir y llegarían hasta Quito.

También estuvieron en México y en Guatemala, pero había muy poco por hacer, ya se había propagado la información de que la fortuna, los tesoros, el oro y la plata estaban en un reino llamado Birú, después conocido como Perú.

Perú, Birú o Reino Blanco, después se llamaría la Nueva Castilla y luego Virreinato de Perú. Al comienzo, escribe Diego, era igual que decir oro, plata, tierras, siervos y gloria.

La historia de Diego, no menos importante que la de Francisco, ocurre 60 años después, en 1594, y la narración es distinta; es mediante cartas.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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