Jueves, 28 de marzo de 2024
Contrapunto

Con 'El castillo de Barbazul', Cercas se despide de Melchor Marín

Fernando Larenas

Fernando Larenas

Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.

Actualizada:

5 Ago 2022 - 19:03

Nos habíamos acostumbrado a Javier Cercas (Cáceres, 1992) como un gran investigador y narrador de la Guerra Civil Española, hasta que incursionó en el thriller policial, nada menos que con una trilogía que comenzó con 'Terra Alta' y continuó con 'Independencia'.

Y la cierra con 'El castillo de Barbazul' (Planeta Colombiana S.A, 2022) y de paso le dice adiós a ese gran personaje policial que había creado: Melchor Marín, un expresidiario, que en la cárcel leyó a Victor Hugo y decidió seguir la carrera policial.

Un oficio que Melchor había comenzado con honores 18 años atrás, cuando abatió a tiros a cuatro terroristas islamistas en el paseo marítimo de Cambrils y luego se fue a refugiar en Terra Alta.

Esta última novela de la serie comienza con los recuerdos de Terra Alta y las imágenes que su hija Cosette tenía de su madre, de las causas de la muerte y de lo que el policía le había ocultado sobre el trágico episodio.

En la segunda parte de la trilogía 'Independencia', Melchor, en la cumbre de su fama como policía, regresa a Barcelona para adentrarse en lo más asqueroso del poder político, del dinero y de la corrupción.

Nada fácil porque le tocaba aclarar el chantaje a la alcaldesa de Barcelona, acusada de perversiones sexuales y cuyos enemigos, mediante un video, buscaban terminar con su carrera política.

En 'El castillo de Barbazul', Cosette ya es una adolescente rebelde que guarda resentimientos con su padre y toma la decisión de liberarse y romper la relación con él hasta conocer la verdad sobre la muerte de la madre.

La hija se va de paseo a Mallorca con una amiga, desaparece, y comienzan el drama y la angustia de Melchor Marín.

La novela tiene un inicio tedioso, que a ratos genera dudas sobre si la parte final de la trilogía será tan impactante como las dos anteriores.

En el último libro de la serie, Melchor Marín ya está jubilado de la policía y trabaja como librero, un oficio que lo había cautivado desde que leyó 'Los miserables'.

Sale en busca de su hija, llega a Mallorca y comienza su desesperación por la actuación negligente de la policía local.

Si bien tiene claro cómo se debería investigar, tampoco tiene derecho a exigir nada, ya no es policía y se lo hacen notar.

Su instinto policial, sin embargo, seguía intacto. Descubre que Cosette fue atrapada en las redes de un pervertido y millonario empresario que la había sometido a las más crueles aberraciones sexuales.

Decide por su cuenta cobrarse venganza; la única posibilidad era asaltar la mansión en la que su hija fue abusada. Sin embargo, era una fortaleza blindada al estilo militar y protegida por una moderna tecnología.

Los costos de la operación, que incluía la compra de sofisticado armamento, y la contratación de expertos en asaltos, sumaba más de 150.000 euros, es decir, una insensatez, pero Melchor era terco, nada lo detendría.

Para ingresar a la brava a la casa del millonario, arma un equipo de asalto integrado por un loco, un expresidiario, un enfermo y una ninfómana, le advierte un jefe policial y excompañero cuando trabajaron juntos en Barcelona.

Todo estaba destinado a salir mal, tal como le hace notar el excolega que, finalmente, se convence y participa en la peligrosa operación.

En este punto, la novela ya adquiere niveles de alta intensidad y drama; el asalto fue planificado para coincidir con una final de la Champions League y con Barcelona de protagonista.

Con un lenguaje cinematográfico, el narrador logra generar ambientes frenéticos, silencios atronadores y oscuridades angustiosas, que ponen en duda el éxito de la operación; pero Cercas sabe como salir del laberinto con un final imposible de imaginar.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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