Miércoles, 01 de mayo de 2024
Columnista Invitado

La Geopolítica de Ecuador – Versión 2023

Javier Justicia

Javier Justicia

Máster en Política Pública en la Universidad de Calgary y director de Operaciones e Investigaciones de Latin American Initiative, en coautoría con José Paredes, estudiante de Economía de la Universidad Católica (PUCE).

Actualizada:

3 Ago 2023 - 5:57

Para Ecuador, un análisis de su situación desde el punto de vista geopolítico es indispensable porque, como todos conocemos, el país se encuentra en una encrucijada. 

Napoleón Bonaparte fue el primero en decir que cada Estado persigue la política de su propia geografía (Carag 2018). La geopolítica describe, entre otras cosas, como la geografía de los países ha definido sus respectivos destinos.

En Ecuador, su geografía hace de este un país, no solo único por lo biodiverso, sino también muy complejo: los Andes actúan como una barrera casi insuperable que por siglos mantuvo al desarrollo regional de las áreas costeras, lejos de la realidad de las áreas montañosas y también de la Amazonía.

La geografía humana de Ecuador, cuyo desarrollo es consecuencia también de su geografía física, es igual de compleja: existen hoy, según el censo de 2010, al menos 14 etnias de pueblos originarios, sin contar con otros grupos como los afroecuatorianos, los mestizos y una minoría blanca que habitan en el país.

La dificultad del ser humano de trasladarse sobre territorio hostil, como son las montañas de los Andes y las selvas del Oriente ha causado que en Ecuador, como en otros países con características geográficas similares, se desarrollen marcadas diferencias entre las culturas que habitan allí.

En un análisis sobre Irán, por ejemplo, que hace el escritor Tim Marshall, él nos indica como el anillo de montañas que rodean al país representan una barrera formidable que ha forzado a, al menos, cinco grupos étnicos que se han asentado allí desde la antigüedad, más las mayorías Persas, a desarrollar culturas muy diferentes entre sí. 

En geopolítica existe el concepto que divide a aquellos países que se han desarrollado cerca del mar, de aquellos que se han desarrollado al interior de las masas continentales. Los análisis que diferencian a los “imperios de mar” o “navales” y a los imperios “continentales” o “terrestres” tienden a hacerse sobre países o imperios que existieron en la antigüedad.

Al observar a los Estados Unidos y Rusia como dos poderes antagónicos que existen en el mundo multipolar de hoy, es evidente que la división entre imperios marítimos y continentales sigue vigente. 

Aunque esta herramienta no se use normalmente para hacer análisis de países modernos, esta existe y es muy clara. Por ejemplo, según el sitio académico study smarter.co.uk, los países o imperios continentales o terrestres se caracterizan por:

  • Contener a poblaciones cultural y étnicamente diversas que son controladas a través de un gobierno centralizado, con una presencia militar fuerte, y a través del uso de propaganda cultural.
  • Socialmente, los imperios o países terrestres o continentales tendían o tienden a mantener una sociedad estratificada, con jerarquías bien definidas.
  • Las minorías, por otro lado, son sometidas y mantenidas con pocos derechos. 

Estas descripciones también se pueden aplicar hoy a la República Islámica de Irán, que sigue siendo un buen ejemplo para analizar los efectos de la geografía sobre sus pueblos. Irán tiene una sociedad jerárquica en donde los Ayatolas, que gobiernan con represión, representan las elites que también mantienen a las minorías étnicas que habitan en el país, dominadas a través de la fuerza. 

Casi por definición, la necesidad de controlar a distintas etnias con tradiciones y costumbres muy diferenciadas, bajo un sistema de gobierno centralizado en donde el poder pertenece a una elite rígida, ha hecho que históricamente los imperios o países terrestres o continentales vivan bajo regímenes de tendencia autoritaria o incluso totalitaria. 

En los análisis geopolíticos históricos, los imperios marítimos o navales se caracterizaron por ser mucho menos centralizados que los imperios continentales o terrestres.

  • En los imperios marítimos el comercio siempre ha dominado a la sociedad.
  • Históricamente, estos imperios obtenían su riqueza del comercio, pero también del trabajo de los pueblos a los que conquistaban.
  • El hecho de que los imperios marítimos fuesen descentralizados les ayudaron a crear un sistema de gobierno diferente. La antigua ciudad-estado de Atenas, por ejemplo, no solo fue un imperio marítimo o naval, pero también la cuna de la democracia.

Originalmente y desde el punto de vista de los análisis geopolíticos que se hicieron de los imperios tradicionales desde 1450 a 1750, los imperios navales se establecieron al desarrollar una fuerza naval superior.

En la actualidad se puede seguir hablando de un imperio marítimo o naval para describir a los Estados Unidos, por ejemplo, por su poderío naval. Pero también se puede hablar de un país marítimo por su capacidad de aumentar sus nexos con el comercio global gracias al acceso que tenga al mar.

Algo que debería ser de interés para los ecuatorianos es que algunas de las características que describen a las naciones de tierra o continentales bien pueden aplicarse al Ecuador de los Incas de entre 1450 y 1532, pero también al Ecuador de entre 2007 y 2017

Históricamente, el imperio de los Incas es considerado como un imperio continental o de tierra, que se caracterizó por tener un gobierno centralizado, dirigido por una elite sagrada que dominó a varias otras etnias a las que subyugó. Los Incas generaron riquezas, mayoritariamente del trabajo de lo que producían los pueblos que ellos conquistaron.

Los ecuatorianos, mestizos y descendientes de los españoles de la era colonial continuaron con el sistema socioeconómico de dominio implementado por los Incas, simplemente reemplazando ellos a la elite indígena. No fue hasta finales del siglo diecinueve que el comercio con el exterior progresivamente comenzó a tener importancia dentro de la economía del país entero y no solo la de la zona costera. 

El régimen que gobernó al Ecuador entre el 2007 y el 2017 se caracterizó por ser extremadamente centralizado, por dominar a la población a través de la represión e incluso por permitir que una nueva elite se comience a formar, de entre quienes apoyaban al gobierno y aquellos que tranzaban con miembros del régimen para lograr un beneficio mutuo.

Una de las características especiales del gobierno en ese periodo fue el notable aumento del uso de la propaganda como medio de persuasión sobre el pueblo. El gobierno de ese periodo promovió la construcción de un sistema vial dentro del país, aunque nunca se propuso conectar al interior del país con la región costera. 

El Ecuador de 2023 está atrapado entre ser un país de tierra y uno marítimo. Y esta dicotomía no le permite avanzar.

Por un lado, está la región costera que abre al país al comercio, mientras que por el otro está la región andina, cuya sociedad todavía mantiene un ethos y cultura heredada de los Incas, con una abultada burocracia dentro de un gobierno central que domina las actividades y la sociedad de Quito.

En 2019, el último año regular antes de la pandemia, las dos regiones principales, la Sierra, que sería el centro de la nación terrestre, y la Costa, el centro de la nación marítima, aportaron casi la misma proporción al Valor Agregado Bruto del PIB: 46,5% y 45% respectivamente. 

Políticamente, esta dicotomía se refleja en la pugna que se da en Ecuador actualmente entre la facción de políticos que quieren abrir al país al mundo; el presidente saliente Guillermo Lasso ofrecía traer capitales de inversión al promover a Ecuador como un posible centro financiero. Mientras que la otra facción, desde la oposición, ha hecho lo imposible por truncar estos esfuerzos que van opuestos a sus intereses, de querer instaurar un sistema de dominio central. 

Con todas las deficiencias del sistema de mercado abierto de hoy, estas ofrecen más ventajas para el país que lo que pudiese ofrecer un régimen centralizado o totalitario.

Los proponentes del sistema centralizado presentan como argumento tácito que un régimen abierto al mundo va a seguir beneficiando solo a aquellos que están cerca al dominio del capital.

La evidencia, luego de ver lo sucedido entre el 2007 y el 2017, es que bajo un sistema autoritario también se desarrollan elites, tal y como lo anticipa la literatura geopolítica, mientras la redistribución del dinero es marginal para las masas cuando se limitan los recursos locales que existen, que es lo que pasó en el Ecuador con la bajada de los precios del petróleo a partir de 2015. 

La instauración de un sistema autoritario en un país con la historia como la de Ecuador es algo muy peligroso porque el poder rápidamente se va a poder concentrar en muy pocas manos: la herencia histórica de al menos la mitad de la población es la de los Incas que fueron un imperio terrestre, con todas sus características. Esto simplemente no va a producir buenos resultados en un mundo globalizado. Un sistema marítimo a medias, que no llega a poco más de la mitad de la población, tampoco le conviene al país, sin embargo.

Ecuador, tal y como lo conocemos hoy, no puede continuar sin que su sociedad defina que rumbo quiere tomar: o bien el de una nación continental con su sistema autoritario o el de un país marítimo con su sistema abierto.

Pero como sea, las políticas de los gobiernos del país tienen que ir acorde con la realidad que presenta su geografía. Eso sí, para poder decidir bien es indispensable desarrollar un análisis de la problemática del país, usando las herramientas que ofrece la geopolítica, en conjunto con otras disciplinas, lo que sin duda va a presentar posibles soluciones que sean sustentables y que proporcionen estabilidad a largo plazo.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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