Miércoles, 24 de abril de 2024
Una Habitación Propia

El fin de año del fin del mundo

Maria Fernanda Ampuero

Maria Fernanda Ampuero

María Fernanda Ampuero, es una escritora y cronista guayaquileña, ha publicado los libros ‘Lo que aprendí en la peluquería’, ‘Permiso de residencia’ y ‘Pelea de gallos’.

Actualizada:

30 Dic 2022 - 5:27

Ayer di un largo paseo por la playa y vi conchas grandes y chiquitas, el viento agitando mi pareo, y también vi a un perro grandote y dos niños haciendo un hueco en la arena.

Hoy, mientras escribo, miro al mar con la ternura con la que miraría a una amante al que no he visto hace tiempo. Ya es de día. Justo a esa hora en la que todo empieza a cobrar forma, entidad, vida. Siento que soy la única persona que está mirando al mundo hacerse de nuevo.

Pude y puedo disfrutar: pienso en mi privilegio.

Hace más de un año viví en la playa por unos meses. Algo me pasó: me rozó la locura. Era incapaz de dar paseos por la arena porque lloraba al ver un vaso plástico, una red, una botella, tapas, tarrinas de polietileno. Estaba triste yo y estaba triste el mar, la arena, el mundo entero.

Tenía ganas de morirme como el planeta.

Porque el planeta, como saben, se está muriendo.

Queda muy poco para que cambiemos calendario, probablemente ustedes, como yo, están pensando en qué quieren para los flamantes trescientos sesenta y cinco días que están por venir.

Somos seres rituales, el cambio de año significa -nos significa- algo más que un número: es una oportunidad. Habrá quienes quieran dejar de fumar o hacer más ejercicio, comer mejor, perder peso, dejar una relación tóxica, pasar más tiempo con los hijos. Ya saben, los famosos propósitos.

Yo también pienso en mis propósitos, pero llega una edad, creo, en la que escribir en un papel "voy a perder peso", "voy a viajar más" y quemar ese papel en el fuego del año viejo ya no es mágico.

Llega una edad, creo, en la que sabes que los días y meses harán contigo muchas cosas buenas y malas que eres incapaz de imaginar. El papelito es una tontería frente al huracán de estar viva.

Por eso hace muchos años que yo ya no escribo propósitos.

Pero ayer, mientras daba mi paseo por la playa y sentía algo un poquito parecido a la felicidad, pensé en que sí voy a tomar decisiones respecto a mis futuros doce meses.

Seré más amorosa con el planeta: separaré la basura para poder reciclarla, aprovecharé cada gota de agua, no despilfarraré recursos.

Seré más amorosa con los animales con los que comparto planeta: dejaré de comerlos o, al menos, lo haré lo menos posible. Sé que los criaderos, los mataderos, las megagranjas, son escenarios de un horror inenarrable donde crías son separadas de sus madres y la naturaleza toma un rumbo perverso, mercantil, crudelísimo.

Seré más amorosa conmigo misma: intentaré no mirarme al espejo con desprecio cuando vea mis canas, mi flacidez, mis arrugas, mi gordura, mi diente torcido, mi celulitis, mi cuerpo. Me perdonaré no ser perfecta e intentaré no obsesionarme con ser, físicamente, una mujer que no soy, que seguramente no seré jamás. Y, sobre todo, no dejaré que esa obsesión me arrebate un minuto de felicidad y goce.

Seré más amorosa con los demás: no sé la batalla que están librando por dentro, así que intentaré no juzgar sus actos con dureza. Yo también he librado batallas devastadoras y me hubiera gustado que me dieran ternura en lugar de incomprensión.

Seré más generosa: a veces por rata y a veces por descuidada, no comparto los dones, tanto vitales como económicos, que recibo por mi trabajo, un trabajo que, por cierto, idolatro. Escucharé más, estaré más, diré más veces "aquí estoy para lo que necesites" y lo diré en serio.

Seré más humilde: a veces actúo como estúpida porque creo que soy más en la vida de mis amigos y mis familiares de lo que en verdad soy. Eso, asumir eso, requiere de un trabajo de humildad en el que tendré que trabajar todos los días. Aceptaré con dicha lo que me den y aceptaré con tranquilidad lo que no me den.

Seguiré creyendo con todas mis fuerzas en el amor: este año intenté querer y que me quieran como pareja. No funcionó. Por pensar en eso, en el amor romántico, no aprecié lo muchísimo de amor que me dieron otras personas, algunas incluso desconocidas: lectores que me han escrito palabras bellísimas. He sido bendecida con pocos, pero extraordinarios amigos y amigas, gente que me quiere por lo que soy y no me exige que sea lo que no soy, gente que anhela mi compañía, gente que sonríe con el alma al verme. No puedo despreciar esos otros amores: el fraterno, el familiar, el amistoso, el de las queridísimas lectoras y lectores, por buscar un gran amor de película romántica.

Comprenderé a los que me han dejado atrás: agradeceré el tiempo de sus vidas que me dieron, la felicidad que me dieron, el amor que me dieron. Dejaré que las relaciones florezcan y desfallezcan como pasa con la naturaleza.

No me echaré la culpa de todo: me perdonaré haber fallado cuando falle y aprenderé de esas experiencias.

Todo esto lo voy a intentar con todas mis fuerzas: son mis propósitos del fin de año del fin del mundo.

¿Cuáles son los suyos?

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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