Domingo, 05 de mayo de 2024
Contrapunto

Arnold Schönberg, el músico fascinante y exasperante

Fernando Larenas

Fernando Larenas

Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.

Actualizada:

22 Oct 2022 - 5:27

El músico vienés Arnold Schönberg o Schoenberg (1874-1951) concebía la música atonal como un gesto de resistencia a todo lo convencional, pese a que también declaraba su admiración por Bach, Mozart, Beethoven o Brahms.

Hijo de un zapatero, apenas tuvo un profesor de música – el compositor y violinista Alexander Zemlinsky- y fue un autodidacta que dirigió un coro de obreros, además de escribir canciones sentimentales.

Estableció una relación hasta cierto punto sumisa con Richard Strauss y también con Gustav Mahler, pero tras sus primeros logros musicales cayó en un frenesí que no ha sido fácil de descifrar para los historiadores.

Tal vez el que mejor interpreta el significado del aporte de Schoenberg es el musicólogo Alex Ross (Washington, 1968), quien cree que "no todas las primeras obras atonales de Schoenberg son ruido y furia".

En uno de sus ensayos, El ruido eterno, Ross llega hasta la relación de admiración en la que coincidieron Mahler y Strauss, pero también al hecho de que el personaje luego se les volvió, en cierto modo, insoportable.

Tan fascinante le pareció la música de Schoenberg a Mahler que, según la investigación de Ross, el autor de la sinfonía Titan se llegó a preguntar ¿para qué sigo yo escribiendo sinfonías si esto es lo que acabará siendo la música del futuro?

Strauss, de acuerdo con el mismo ensayo de Ross, reconocía el talento del creador de la música atonal, pero la calificaba de recargada.

Las primeras obras de Shoenberg "irradiaban sonidos embriagadores y voluptuosos", tal como se reseñó en un artículo anterior, en el que se analizaron las dos obras fundamentales del repertorio: 'La noche transfigurada' y 'Pelleas und Melisande'

Recordemos un episodio escandaloso que quedó registrado en la historia de la música; ocurrió el 9 de mayo de 1913, durante el estreno en París de 'La consagración de la primavera', de Igor Stravinski: volaron sillas y los asistentes se enfrentaron a puñetes.

Pero antes de que eso ocurriera, el otro episodio de escándalo fue en febrero de 1907, durante la presentación del todavía no atonal Primer Cuarteto de cuerdas de Schoenberg que, según Ross, "se oyó sobre un vigoroso ostinato de risas, abucheos y silbidos".

El segundo escándalo en torno al músico vienés aconteció tres días después del primero, durante la presentación de la 'Primera Sinfonía' de cámara, que "provocó traqueteo de butacas, silbidos y ostentosas salidas de la sala", según el mismo Ross.

Alex Ross afirma que la resistencia a Schoenberg estaba profundamente arraigada, procedía "no solo de reaccionarios y personas hostiles al arte, sino también de alumnos de Heinrich Schenker, un gigante dentro de la nueva disciplina de la musicología".

Pero las críticas más fulminantes contra Schoenberg salieron de Strauss. En una carta a Alma, la esposa de Mahler, dice que "sería mejor que se dedique a quitar la nieve con una pala, que a llenar pentagramas de garabatos".

Sin embargo, el rey de la atonalidad no se daba por vencido y uno de sus discípulos, Anton Webern (el otro es Alban Berg), manifestaba que la tonalidad había muerto y que "le hemos cortado el cuello".

Mucho después de Webern y Berg, se considera que el músico francés Pierre Boulez sigue la tendencia del compositor austríaco.

Los biógrafos recuerdan una frase atribuida a Schoenberg: "Encuentro que la expresión música atonal es de lo más desafortunada, es como decir que volar es el arte de no caer o nadar al arte de no ahogarse". 

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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