Jueves, 25 de abril de 2024
Con Criterio Liberal

El estruendoso silencio de los abandonados órganos de Quito

Luis Espinosa Goded

Luis Espinosa Goded

Luis Espinosa Goded es profesor de economía. De ideas liberales, con vocación por enseñar y conocer.

Actualizada:

4 Abr 2022 - 19:00

Escuchen, escuchen con atención el estruendoso silencio de los órganos del Centro Histórico de Quito.

Donde antes se escuchaban armonías, música clásica, bellas melodías, a Bach o a Grigny, ahora no se oye nada.

El silencio que debe retumbar en las conciencias de los 'gestores culturales' y demás encargados de la cultura de Quito, pero también de todos los quiteños y ecuatorianos que ven impávidos cómo se destruye el patrimonio.

'Patrimonio' es un término que quiere decir tanto las riquezas acumuladas por una persona, como el legado artístico, material o inmaterial que las generaciones anteriores crearon para nosotros y que hemos heredado.

Y tiene sentido que se use la misma palabra para ambos conceptos, pues el acervo cultural que recibimos de nuestros ancestros es nuestra principal riqueza: nuestro idioma, nuestras tradiciones, nuestras instituciones… Y es un deber histórico conocerlo, valorarlo, conservarlo, y si podemos, incrementarlo.

Sin embargo, en Ecuador pareciera que hay una determinación por empobrecernos disminuyendo nuestro patrimonio, tanto a nivel económico como cultural.

El abandono del Centro Histórico de Quito, patrimonio no solo de los ecuatorianos, sino de la Humanidad por su belleza y singularidad, es lacerante en todos sus aspectos, seguridad, situación de los inmuebles, vandalismo, falta de gentrificación y de uso habitual… y también abandono de los órganos.

Son ya más de tres años en que los órganos no se utilizan para conciertos, desconozco su estado de conservación tras este abandono, y por desgracia no hay apenas piezas periodísticas o explicaciones en la red. 

Se puede saber que las iglesias de Santo Domingo, San Francisco, La Catedral, San Agustín y la Compañía tienen un órgano, pero no su situación, y apenas hay registros de algún concierto hace años, y es que son muy pocos los organistas que los puedan usar.

Y no solo son los órganos, son las campanas, los legajos, los cuadros, los relicarios, los demás instrumentos…

Pareciera que a nadie le importa la situación de estas joyas abandonadas, como si nada valiesen, como si no importasen, como si no fuesen capaces de enriquecernos al ensancharnos el alma con sus sonidos metálicos.

Ni siquiera se utiliza el 'Festival de Música Sacra', que este año cumple su vigésima edición, para aprovechar ese presupuesto para traer organistas nacionales e internacionales que puedan deleitarnos con estas alhajas musicales. 

¿Qué sentido tiene un Festival de música sacra en Quito si no se usan los órganos de sus iglesias patrimoniales?

Además, que se produce en Semana Santa, ese momento que nuestra tradición reserva para la espiritualidad, para la conexión con Dios, esa que el singular sonido del órgano, en el recogimiento de la iglesia, mientras se contemplan esos artesonados, esos cuadros, esas piezas de arte, ayuda a fomentar.

El abandono del patrimonio nos empobrece a todos, y es responsabilidad de todos conservarlo, pero para ello hay que conocerlo, valorarlo y apreciarlo.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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