Viernes, 19 de abril de 2024
El Chef de la Política

Se busca Presidente para el periodo de transición

Santiago Basabe

Santiago Basabe

Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).

Actualizada:

22 May 2023 - 5:28

Ecuador inicia un período de transición que empieza ahora con el proceso eleccionario, pero que en realidad terminará en mayo de 2025.

Durante el año y medio que estará en funciones, ese Presidente interino tendrá varias tareas por cumplir y otras que no deberá ni podrá desarrollar.

En el plano político, por ejemplo, es crucial que el nuevo Jefe de Estado haga los esfuerzos necesarios para que las tensiones desciendan, luego de la efervescencia del juicio político y la posterior disolución de la Asamblea Nacional.

Si no es posible tender puentes con las diversas organizaciones partidistas, al menos será necesario no enardecer los ánimos nuevamente.

Aunque la organización de las elecciones de 2024 no será responsabilidad directa del Ejecutivo, al menos desde la Presidencia se deberán tomar los recaudos para que existan parámetros mínimos de competencia e igualdad de oportunidades entre los candidatos.

Por las circunstancias especiales del mandato que se va a otorgar al Presidente, siendo el limitado tiempo de gestión una de ellas, su propuesta de gobierno debe circunscribirse a dos o tres temas que, además de ser clave para el desarrollo del país, eviten enfrentamientos con una variopinta Asamblea Nacional que también actuará de forma temporal.

La lucha contra la desnutrición infantil puede ser uno de los ejes de esta micro agenda presidencial. Además, y dentro de sus atribuciones, el nuevo Jefe de Estado deberá concentrarse en evitar que la poca institucionalidad del país se deteriore al caer en manos de intereses políticos específicos.

Por tanto, el Presidente para el período de transición debe ser alguien que pueda dialogar con los otros poderes del Estado e intente balancear los apetitos personalistas que ahí circulan.

Así, la defensa del poquísimo Estado de Derecho que nos queda (a pesar de que la constitución de los 300 años dice que acá hay estado de derechos) es uno de los aspectos más importantes en los que debe concentrar su atención el nuevo Presidente.

En lo económico, no habrá espacio para cambios radicales ni innovaciones. La nueva administración de Carondelet tendrá que precautelar el giro que han tomado las acciones positivas del Gobierno actual y propiciar algunas modificaciones básicas en los campos en los que sea posible tomar decisiones en el corto plazo de permanencia en el poder.

Nuevamente, por las condiciones en las que asumirá el Gobierno, el nuevo Presidente debe llegar con uno o dos temas específicos, pragmáticos, en los que se concentrarán sus esfuerzos.

En este aspecto, la idea central es estabilizar y alimentar un ambiente de confianza hacia los diferentes agentes económicos.

En lo social, el Presidente para el período de transición también tiene acciones relevantes por cumplir.

Aunque no podrá diseñar una política de mediano plazo en el combate a la inseguridad, por ejemplo, al menos estará en capacidad de marcar ciertos hitos que pueden favorecer al país en ese tema, independientemente de quien llegue al poder en 2025.

La reforma curricular a las escuelas de formación policial es uno de ellos.

Proponer una política cultural que aporte a reducir las diferencias políticas entre la ciudadanía y aliente la recuperación del tejido social, es otro de los asuntos en los que podría concentrar su atención el nuevo Presidente.

En uno y otro caso, la posibilidad de enfrentamientos y oposiciones estará presente, aunque seguramente con menos virulencia que los campos de la política pública en la que los enfrentamientos ideológicos son más notorios.

De lo dicho, el Presidente que debemos elegir tiene que ser alguien con ambiciones político electorales restringidas y con mucha vocación para hacer pocas cosas, aunque de gran impacto.

En un año y medio no se pueden proponer grandes cambios. Por lo dicho, el país no debe confiar en los que ofrecen transformaciones estructurales en el corto plazo y menos, mucho menos, en los que observan a ese año y medio en la Presidencia como el espacio para catapultar sus propios candidaturas para el gobierno que iniciará en mayo de 2025.

Ambiciones de ese tipo van en contra de la naturaleza de la transición y terminarían por contaminar el proceso que el país está iniciando.

Dicho de otra forma, el Presidente que debemos elegir en pocos meses debería ser alguien que, de entrada, declare públicamente que volverá a sus actividades en cuanto su período concluya.

Bajo ese requisito, muchos, quizás todos, los que ahora ya se autoproclaman como candidatos quedarían fuera de la contienda electoral.

***

Para un Gobierno de transición se requiere alguien que pueda colocarse en el justo medio de las opciones electorales, y cuya vocación principal sea la estabilización del país tanto en lo político como en lo económico y lo social.

Acá lo que necesitamos es un demócrata con vocación cívica, sin intereses personales a posteriori.

No es el momento de candidaturas de tarima ni de ofertas exorbitantes que solo buscan aprovechar el estado de impotencia de la ciudadanía.

Alguien del perfil de Valentín Paniagua, el recordado presidente peruano que asumió con entereza la recomposición de ese país, luego del agitadísimo temporal suscitado por la renuncia de Alberto Fujimori, es lo que necesitamos.

Un perfil de ese tipo no se promociona por sí mismo. Un perfil de ese tipo es convocado por amplios sectores de la ciudadanía. Un perfil de ese tipo es el que no tiene ninguno de los que, desde ya, ven con ansias la llegada a Carondelet.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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