En medio del debilitamiento de las organizaciones sociales y políticas, ¿con quién dialogará el Gobierno?
Después del revés electoral y el silencio inicial del Ejecutivo, la nueva Ministra de Gobierno anunció una etapa de diálogos, con una oposición menguada.

El presidente Daniel Noboa durante un evento en Guayaquil, el 30 de octubre de 2025.
- Foto
Presidencia de la República, Flickr
Autor:
Actualizada:
Compartir:
El revés electoral en la consulta popular y referendo golpeó los planes del Ejecutivo, que tendrá que cambiar de rumbo. Aunque el presidente Daniel Noboa desapareció de la escena pública tras la derrota, sus voceros ya han empezado a hablar de diálogo.
Tras un remezón en el gabinete ministerial, Carondelet no ha dado señales de buscar otra vocera presidencial. Sin embargo, naturalmente, ese papel podría ejercerlo la nueva ministra de Gobierno, Nataly Morillo.
En su primera entrevista, la funcionaria, que saltó del Legislativo al Ejecutivo, afirmó que inicia "este nuevo compromiso abriendo el diálogo que el país exige". Sin embargo, Morillo marcó un límite: no lo harán con personas procesadas por la justicia, ni con delincuentes.
El dialogo, en general, no ha sido una de las fortalezas del Gobierno, que cumplió dos años en el poder, y cuenta pocos aliados, entre las organizaciones políticas y sociales. Además, desde su reelección y con la conformación de su mayoría en la Asamblea, el oficialismo redujo los espacios para el diálogo.
Por ejemplo, aisló a la única bancada legislativa de oposición, la Revolución Ciudadana, y le bloqueó el derecho a ocupar espacios de poder en el parlamento. Los pedidos de acercamiento y debate de los actores sociales y de la sociedad civil han ido por un camino similar.
Esto se refleja también en las pugnas directas con autoridades locales, que incluyen a los alcaldes de las ciudades más grandes del país, y la notoria ausencia de audiencias con representantes o líderes de cualquier sector que no sea oficialista o cercano a los intereses del Gobierno.
Según la agenda de reuniones de Carondelet, el Mandatario y su mano derecha, Cynthia Gellibert, secretaria de la Administración Pública y Planificación, los huéspedes predilectos del Palacio son los representantes extranjeros, principalmente de sectores de cooperación, autoridades estatales y algunos sectores empresariales.
Pero, ¿quiénes podrían liderar un diálogo con el Gobierno?
Con la debilitada oposición partidista, carente en su mayoría de estructuras sólidas y liderazgos claros, y unas organizaciones sociales debilitadas y deslegitimadas, en su mayoría, tampoco hay muchas opciones en el escenario.
Si el discurso oficialista de responder a esa necesidad de diálogo nacional busca concretarse, será complejo que el Ejecutivo encuentre contrapartes con las que discutir los posibles cambios que requiere el país.
Por ejemplo, en la tarima partidista, la mayoría de agrupaciones tienen problemas internos, por la falta de renovación y falta de interés de los ciudadanos en participar en política. Esto principalmente debido al desgaste de los liderazgos históricos y a la falta de credibilidad de las organizaciones políticas.
La mayoría de los movimientos y partidos nacionales concentran sus principales esfuerzos en intentar sobrevivir en cada elección. Sin dirigentes nacionales visibles, su participación política se apaga, como es el caso de SUMA, Izquierda Democrática, Creo, Construye, Unidad Popular, Amigo, RETO, Partido Socialista.
A ellos les siguen de cerca otros como Creo, Centro Democrático, Democracia Sí, Sociedad Patriótica y el Partido Social Cristiano, cuyos líderes tradicionales ya no tiene capital político y no han encontrado un reemplazo. A eso se suma Pachakutik que, aunque renueva frecuentemente sus autoridades, también padece de la ausencia de nuevos cuadros y está hundido en sus problemas internos.
Mientras tanto, la única agrupación política que todavía cuenta con una militancia suficiente y figuras jóvenes es la Revolución Ciudadana. Sin embargo, su situación también se ha vuelto cada vez más crítica, entre la crónica dependencia y radical línea de su líder Rafael Correa, las conspiraciones y cálculos internos y el alejamiento de sus figuras más representativas.
Entre las últimas evidencias están los choques de Marcela Aguiñaga con Aquiles Alvarez, Luisa González y el mismo Correa; el silencio y distanciamiento de otras autoridades locales como Paola Pabón, Pabel Muñoz, Leonardo Orlando, Juan Lloret; y el debilitamiento de su bancada legislativa, que tambalea bajo la presión de su presidente vitalicio.
A esto se suma la aparente intención de reemplazar, en la dirigencia nacional, a la dos veces candidata presidencial con un resucitado Felipe Vega, una figura sin una amplia y reconocida militancia en el movimiento, que además ha permanecido desaparecido de la esfera pública, especialmente en las horas más bajas del correísmo.
Esto se refleja, además, en que la primera figura en responder al discurso de diálogo del Gobierno fue el nuevo jefe de la bancada correísta, Juan González. Se trata de un legislador nada conocido, pese a que el bloque tiene figuras con más experticia en sus filas.
Algo similar pasa en los sectores sociales. Las centrales sindicales tampoco han podido renovar sus liderazgos y la mayoría de cuadros son rotativos, ni han adaptado sus discursos y estrategias a las nuevas realidades del país.
Aunque agrupaciones como el Frente Unitario de Trabajadores, la Central Ecuatoriana de Organizaciones Clasistas, el Frente Popular, la Unidad Nacional de Educadores, entre otras, participan constantemente en las coyunturas nacionales, no han logrado recuperar influencia ni ganar simpatizantes.
Lo mismo pasa con otros sectores estudiantiles y ambientalistas, los frentes de mujeres y de las distintas minorías, así como las organizaciones de indígenas, afros, montubios y campesinos. Y en esto ha influido principalmente el desgaste generado por los distintos gobiernos, que han tomado varias medidas para que sus estructuras se debiliten.
En esta orilla, el único actor de la oposición que había logrado renacer era la Conaie, que recuperó fuerza frente a Lenín Moreno y Guillermo Lasso. Pero finalmente sucumbió también a sus pugnas y divisiones internas, lo que quedó demostrado en el último llamamiento a un paro nacional que no despegó y cuyos protagonistas fueron las comunidades de la Sierra Norte, alejados de la dirigencia nacional.
Otro frente que puede explorar el Gobierno está en los sectores económicos, con quienes no ha cerrado puertas, en su mayoría. Aunque sí ha mantenido roces con las mineras y las instituciones financieras, especialmente por los impuestos que les ha implementado. Sin embargo, este sector ha sido más cauto en sus interpelaciones con el Ejecutivo.
También están las universidades, ya que usualmente la academia forma parte importante de la vida deliberativa de los países democráticos. Pero desde este ámbito las voces también han ido mermando y las instituciones educativas han dejado de expresarse sobre la mayoría de problemas del país y la sociedad. El silencio de la comunidad educativa es cada vez más notorio.
Este escenario es el que ha permitido que el Gobierno avance en su agenda sin mayor oposición ni debate, ya que las pocas voces que han intentado discutir han sido relegadas o desacreditadas, como sucede usualmente en el epicentro de las discusiones nacionales, la Asamblea, dominada por el oficialismo.
Es por eso que el reto del presidente Noboa y sus ministros no es solamente prometer la apertura al diálogo, sino también encontrar los canales y los representantes con quiénes iniciar esa conversación, que de paso a los consensos que el país necesita.
Compartir:










